Es la plaza más famosa de la ciudad, la que cada 6 de julio catapulta a Pamplona a la fama mundial debido a la locura que durante el Chupinazo se vive en su interior: una marea roja y blanca que brinca, canta y ondea miles de pañuelos al son de la música de txistus y gaitas.

Sí, la Plaza Consistorial, un espacio donde durante siglos hubo un foso rodeado de murallas en el que confluían los tres burgos que conformaban la Pamplona medieval: Navarrería, San Cernin y San Nicolás.

Así se mantuvo hasta el 8 de septiembre de 1423, cuando Carlos III el Noble, rey de Navarra, firmó el tratado por el que los tres burgos se juntaban en una sola entidad tras siglos de conflictos entre ellos y ordenó que en ese lugar –esa “tierra de nadie y de todos”se debía edificar la casa municipal de la nueva ciudad, el Ayuntamiento de Pamplona.

La banda de música La Pamplonesa interpreta ‘Viva Pamplona’ antes de que comience el desfile del Privilegio de la Unión en la Plaza Consistorial. Iñaki Porto

Este domingo, centenares de ciudadanos se reunieron en el antiguo foso y en las calles del Casco Viejo para celebrar el 601 aniversario del Privilegio de la Unión, hito de concordia, hermandad y fraternidad. 

“Mirad, mirad, que ya vienen”, avisaron unos padres a sus hijos que esperaban en el Ayuntamiento a que comenzara el desfile del Privilegio de la Unión. La Comparsa de Gigantes y Cabezudos apareció por la calle Zapatería seguida de decenas y decenas de silletas y txikis que se lo pasaban en grande con su kiliki favorito.

Los dantzaris de Duguna hacen el arco de honor con sus makilas rojas y blancas al concejal de EH Bildu Joxe Abaurrea y al alcalde de Pamplona, Joseba Asiron. Iñaki Porto

La Plaza Consistorial se llenó de gente, Coletas y Caravinagre, a base de vergazos, hicieron hueco y los gigantes se colocaron por parejas en el centro de la plaza. Eran las seis menos cuarto, la Pamplonesa interpretó Viva Pamplona y las puertas del Ayuntamiento se abrieron de par en par. 

La Corporación municipal comenzó a desfilar en Cuerpo de Ciudad, un sistema de representación tradicional de Pamplona que se estableció el 8 de septiembre de 1423 y que ha evolucionado a lo largo de los siglos: alcalde, teniente de alcalde, corporación vestida de gala, jefatura de la Policía Municipal, Policía Municipal uniformada de gala, La Pamplonesa, maceros, libreas, timbales, clarines, la bandera de Pamplona, borlistas, txistularis, makilari, dantzaris, gorris y banderari y la Comparsa de Gigantes y Cabezudos.

La Corporación municipal atravesó la calle San Saturnino, calle Mayor, calle Eslava, plaza de San Francisco, plaza del Concejo, calle Zapatería, calle Calceteros, calle Mercaderes y calle Curia. Durante todo el recorrido no se vio ningún hueco libre. 

El desfile llegó a la Catedral. Las campanas replicaron, los gigantes bailaron y los dantzaris de Duguna hicieron el arco de honor a los concejales y concejalas con sus makilas rojas y blancas.

En el interior, el alcalde de Pamplona, Joseba Asiron, colocó unas flores blancas y lilas ante el mausoleo de Carlos III, engalanado con el escudo de Pamplona y de Navarra. También se celebró un responso en su honor.

La Corporación regresó al Ayuntamiento por Curia y Mercaderes. Los gigantes bailaron un vals y La Pamplonesa interpretó varios temas mientras Duguna se cambiaba de indumentaria a toda velocidad y los cascabeles, que llevaban atados en las piernas, sonaban sin parar. 

Los dantzaris municipales de Duguna levantan sus piernas durante el baile de la Soka-dantza de los Tres Burgos. Iñaki Porto

Los dantzaris municipales bailaron Hiru Burgoen Soka-Dantza (la Soka-dantza de los Tres Burgos), dantza creada en 2016 en honor a la ciudad.

Dos zaldikos se colocaron en el medio de la Plaza Consistorial, tocaron una gaita y una cornamusa y la veintena de dantzaris, dirigidos por un aurresku y un atzesku, salieron del zaguán del Ayuntamiento y dieron vueltas en la plaza agarrados de la mano.

El aurresku y atzesku –Mikel García y Ainara Ranera– se desafiaron entre ellos y cada dantzari bailó su zortziko y sacó a bailar a un invitado.

Ocho concejales se atrevieron a bailar: María Caballero y Aitor Silgado (UPN), Garbiñe Bueno y Aitziber Campión (EH Bildu), Marina Curiel y Miguel Matellanes (PSN), Koldo Martínez (Geroa Bai) y Carmen Alba (PP). Los ocho ediles bailaron un fandango y un arin-arin y, al ritmo de una kalejira, regresaron al zaguán cansados, pero sonrientes.

Ediles bailando con Duguna. Iñaki Porto

Tras la Soka-dantza de los Tres Burgos, los gigantes pusieron rumbo a la estación de autobuses. La música de gaiteros y txistularis, convertidos en flautistas de Hamelín, hipnotizó al ya tradicional escuadrón de silletas, padres y txikis que siguen a la Comparsa allá donde va. Los niños y niñas habían pasado 56 días sin ver bailar a Braulia o escapar de Caravinagre –la última vez que salieron fue el 14 de julio– y se notaron las ganas que tenían de volver a disfrutar con sus gigantes y kilikis favoritos. Por suerte, la siguiente espera será más corta porque en San Fermín Txikito, 21 y 22 de septiembre, la Comparsa saldrá de nuevo.

Ofrenda floral al rey de Navarra, Carlos III el Noble, en la Catedral de Pamplona. Iñaki Porto

Como colofón a la jornada, El Columpio Asesino, banda de música vanguardista y alternativa que surgió en Pamplona en 1999, ofreció un concierto gratuito en la Plaza del Castillo. El público no quiso perderse la cita, disfrutó del rock, punk y música electrónica y vibró con Toro, su tema más icónico: “Te voy a hacer bailar toda la noche, nos vamos a Berlín no quiero reproches, carretera y speed toda la noche”, cantó. En 2023, El Columpio Asesino decidió poner punto y final a su carrera musical tras más de dos décadas en el panorama nacional e internacional.

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Concierto de El Columpio Asesino en la Plaza del Castillo Iñaki Porto

Pañuelo de Pamplona

Hoy, el Ayuntamiento entregará el noveno Pañuelo de Pamplona – Iruñeko Zapia a Mariví Esparza Mugueta. En San Fermín, Mariví custodia la imagen de San Fermín que cada día de fiestas coloca, junto a su hija Goizargi Barba, en la hornacina de Santo Domingo antes del encierro. 

En 1978, cuatro mozos de las peñas de Pamplona, entre ellos el marido de Mariví, Andoni Barba Pardo, compraron una nueva figura de San Fermín e hicieron un panel con el escudo de cada peña que enmarca al morenico. La imagen se sacaba desde el Hospital Militar de Santo Domingo, pero en 1981, al estar el edificio en malas condiciones, se decidió hacer una zona permanente para San Fermín: la hornacina de Santo Domingo. Durante todas las mañanas de San Fermín, su marido ponía la figura del santo en la hornacina y ella la quitaba. En la actualidad, Mariví y Goizargi colocan la imagen antes del encierro y después la llevan a la Casa Consistorial, donde descansa del 7 al 14 de julio. 

Un zaldiko persigue a una niña, que corre con su padre, al que le da la mano. Iñaki Porto