De pechas, insultos y palacios
Hola personas, el verano ya está aquí, a la vuelta de la esquina, y no hace más que mandar mensajes de su presencia. Este fin de primavera tiene más de agosto que de mayo, con sus tormentas incluidas.
Esta semana vamos a tener un “Paseante” que va a ser un poco cajón de sastre.
En primer lugar, la cosa, como no podía ser de otra manera, va a ir de escaleras, así en plural, ya que hemos ido p´arriba en la principal y en la secundaria. De la primera el día 6 subimos el último peldaño. Aquí ya huele a blanco y rojo, a pañuelico, faja y alpargata. En la otra, la de servicio, el lunes se subió un importantísimo escalón: los operarios de la carpintería puentesina de Hnos. Aldaz comenzaron a montar el vallado del encierro y lo hicieron, como cada año, bajo la atenta mirada de las cámaras de la prensa y la de un puñado de curiosos que gustan de sentir la cercanía del cotarro. El acto se llevo a cabo bajo una insistente lluvia. No olvidemos donde estamos.
Bueno, tras esta entrada prefestiva, vamos a ver que ha dado de sí esta primera semana de junio. Como os dije, he asistido a un curso sobre como investigar y estudiar el pasado familiar impartido en el archivo general. Algo os conté y algo se me quedó en el tintero. El ciclo también ha tenido un par de sesiones esta semana y lo vamos a ver ahora. No de forma tan extensa como lo anterior, porque el resto de las charlas fueron de tema más dirigido a los que somos aficionados a los papeles con olor a viejo y no quiero aburriros con datos que no os van a aportar demasiado.
A lo que ya señalé, siguió el curso hablándonos de las cargas fiscales con que se gravaban las vidas de nuestros antepasados. Así se nos explicó que la gente de la parte alta de la tabla social, nobles e hijosdalgos, estaban exentos de las pechas, la parte de la cosecha que se entregaba al rey, y que el resto de los mortales pagaban religiosamente. Cada casa era un fuego, el fuego era unidad fiscal, y se dividían en tres grandes grupos: Entero, aquella familia que contaba con bueyes o mulas que ayudasen en la faena, Medio o azadero, aquellos que solo contaban con su fuerza y su azada y Viudas que cerraban la tabla siendo consideradas de muy poca capacidad fiscal. Este y otros datos se nos fueron dando para conocer cómo se organizaba la estructura social de la edad media en las que las diferencias sociales eran palpables. Otro de los días se nos habló de los protocolos notariales como fuente para seguir la pista a la familia. Los archivos que estos profesionales estaban obligados a crear se han conservado con bastante integridad y son una rica fuente para aquellos que estén interesados en saber de dónde vienen. Ya dentro de esta semana Mercedes Chocarro nos contó cómo se reflejaba la familia en documentos procesales, en juicios de muchas y diferentes índoles. Era muy común el juicio por estupro, en el que una ciudadana reclamaba a un Don Juan algún tipo de reparación por haber mantenido relaciones carnales bajo promesa incumplida de matrimonio. Otro frecuente, al fallecer un cónyuge, era la reclamación, por parte de la familia, de las arras y dotes entregados en el casamiento. Todo ese tipo de legajos están a nuestra disposición en el A.G.N. El curso siguió con los pleitos y demandas que se dieron para conseguir la condición de hidalgo, y la consecución del derecho a ostentar un escudo familiar. Así mismo se nos habló de dicha condición otorgada con carácter general a los valles de Salazar, Roncal, Aezcoa y Baztán. La última ponencia nos explicó la situación de los procesos judiciales actuales, pero ahí ya me perdí entre pleitos, demandas, juzgados y demás zarandajas. Difícilmente os puedo explicar lo que no entendí.
Al acabar el curso en cuestión, bajé a la sala protogótica del archivo en donde se encuentra una interesante exposición titulada “Insultos de otro tiempo- Navarra siglos XVI-XVII”, bajé un poco por curiosidad y subí gratísimamente sorprendido, os aconsejo que no os la perdáis. En ella se ven un montón de pleitos “que tienen a la injuria como protagonista” según dice una hoja explicativa que acompaña a la exposición. En sus vitrinas vemos estos pleitos y leemos el catálogo de insultos que eran cotidianos en esos siglos. Así, por ejemplo, era habitual llamar a alguien bellaco, piojoso o cornudo. Uno de los pleitos refiere el caso de dos médicos de Tudela que, al discrepar de un tratamiento con una paciente, uno dice del otro que es un bellaco, borracho, puerco e idiota. Otro caso nos habla de dos mujeres que se engancharon de los pelos en la calle al grito de puta, puta borracha y Mari paxarán podrido.
Algo debía de tener contra las mujeres Miguel de Lezaun, tendero de Funes, ya que muchos testigos le oyeron decir que todas, incluida la reina, eran putas y bellacas. A un librero llamado Berdún le insultaron con un libelo en el que le llamaban francés y judío. Y así sigue una lista inacabable, en la que los ciudadanos de aquellos siglos se dedican epítetos como, bruja llena de sapos, cantonera, ladrona, moro, perro judío, perro luterano, chismoso chismindero, pisiacamas, puercaza y un montón más de lindezas que podéis ver en la exposición que estará abierta hasta el 17 de agosto.
Y, por último, vamos a ver una visita que realicé el jueves a las obras de restauración del Palacio del Marqués de Rozalejo, nombre por el que conocemos la casa que en 1743 levantó el bilbaíno Luis de Guendica para venir a Pamplona a casarse con María Ignacia de Aldunate.
No es la primera vez que asisto a una visita guiada por dichas obras ya que en octubre del 23 los arquitectos Tabuenca y Leache, responsables de la restauración, tuvieron la deferencia de invitarme a ver la marcha de las obras y de entonces a aquí la cosa ha cambiado y mucho. El zaguán está tomando su aspecto original y le están colocando en el suelo las piedras de canto rodado tal y como estaban en origen, en algún tramo no habrá cantos rodados porque lo que hay son unos caminos de piedras lisas que permitían la entrada de carros cargados con la uva que en la bodega que alberga el sótano se convertía en el vino que bebía Pamplona. Las escaleras han recuperado su estructura original desapareciendo tramos que se habían añadido en el XIX. Las paredes ya tienen su aspecto final, con un lucido, en su mayoría, en el que se ha imitado la composición del yeso de aquella época, dejando en otros tramos a la vista los ladrillos que componen los muros y pinturas que cuentan parte de su historia. Los autores nos contaron la dificultad que han encontrado para adivinar como fue el palacio en origen y conseguir devolverle en la mayor medida posible su aspecto primitivo. Aún queda obra por hacer, pero parece que para final de año estará acabado.
Por fin lo hemos recuperado. Esta es la línea correcta.
Besos pa tos.l
Facebook : Patricio Martínez de Udobro
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