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El tartufo en política

AMolière, comediógrafo francés, se le ocurrió crear un personaje inolvidable en la escena teatral: el tartufo o el impostor. El vocablo tartufo en el diccionario de la Real Academia Española viene definido como persona hipócrita y falsa. Si observamos y oímos con atención las declaraciones, pronunciamientos y afirmaciones de nuestros políticos en estos tiempos de crisis, tanto en política como en economía, en propuestas para salir de la crisis o en defensa de los valores democráticos y mucho más de la conducta de su propio partido, caeremos en la cuenta que la actualidad del personaje de Molière está hoy tan presente o tan actual como en tiempos de la crítica eclesiástica del genio francés.

Hace unos pocos días que elex fiscal Jiménez Villarejo, fiscal anticorrupción, se pronunciaba en una entrevista de Radio Nacional sobre la persecución del juez Garzón y las acusaciones de prevaricación en el caso Gürtel y en las escuchas de los implicados en ese caso desde la cárcel, así como de la más que probable condena a ser retirado de la judicatura, diciendo que esa comparecencia en el banquillo de los acusados y la sentencia de inhabilitación del desmedido juez era "una de las crisis más graves de nuestra democracia", que tenía las características de una solapada venganza de parte del juez y jueces instructores de la causa y de los mismos imputados en dicha causa. Si a esta conducta de persecución con marca ideológica se añade la de los patriotas de la Falange Española, "el mundo al revés" de la justicia en democracia, el ruedo ibérico se nos ha coloreado de tonos de bufonada, o como diría Javier Moreno en un artículo de denuncia y de objetividad Ante la corrupción en el PP: "Si he de creerme las declaraciones de sus dirigentes, el PP ha sufrido con la trama Gürtel una gran bribonada". Y es que "un grupo de estafadores, trapisondistas y sinvergüenzas ajenos al partido montaron un tinglado con el que enriquecerse en ayuntamientos y comunidades autónomas gobernadas por los populares cobrando comisiones ilegales, logrando contratos a dedo, organizando pelotazos inmobiliarios y, en general, saqueando los recursos del Estado hasta donde pudieron o les dejaron la suerte y las circunstancias, sin olvidar reinvertir el producto de sus granjerías previo blanqueo en el extranjero de los millones logrados".

Pero todos estos pelotazos y comisiones ilegales se han dado, según los dirigentes del PP, por tipos que han querido aprovecharse del PP, ajenos al partido y a su reputación. Y alguno de los altos cargos de ese partido han ido más lejos al decir: "Sólo el PSOE es el partido que se ha financiado de manera ilegal en este país". No es necesario tener un sentido desarrollado de crítica y de honradez para darse cuenta que semejantes declaraciones de inocencia afectada o de pose de tartufo suenan a mentira y a impostura. El mencionado Javier Moreno en su artículo citado afirma: "Y así los españoles han tenido que escuchar de dirigentes cuyas declaraciones no toleraría ningún partido democrático en Europa cómo los policías trucan las pruebas del sumario o el Ministerio del Interior monta un sistema de escuchas ilegales contra la oposición política".

En días pasados le oía yo a Santiago Carrillo, el viejo camarada, que la "democracia española está gravemente afectada" y que es necesaria una reflexión seria sobre lo que está pasando en nuestro país. Y otro distinguido observador de la deriva política española, Antonio Garrigues, decía en una entrevista que "una de las causas por las que España está viviendo la crisis con crudeza innecesaria es por la radicalización política". Desde una derecha que no acaba de europeizarse y, según algunos críticos, de civilizarse se disparan los proyectiles del insulto, de la descalificación, en un estilo, a veces, barriobajero, con recursos a la bufonada y a la risotada sin gracia. La cosa es repartir mandobles, o el juego del "caiga quien caiga" pero con el acoso y la defenestración al estilo ibérico.

Nuestro solar ibérico está demasiado alborotado. Aquella afirmación solemne de que "España se rompe" ha sido corregida por "España se corrompe" y desde esa corrupción que se ha transformado hace tiempo en una campaña que "orquestaron los dirigentes populares contra Baltasar Garzón desde el mismo fin de semana que el juez encarceló al cabecilla de la trama tiene mucho que ver con el irrespirable clima que se ha creado en los tribunales españoles, sectarios y cargados de ideología, en los que el magistrado puede ver liquidada su carrera ante el asombro del resto del mundo", como observa Javier Moreno.

Si a Unamuno le dolía España con un dolor, al parecer incurable, a nosotros nos pasa que la vemos plagada de muchos tartufos que ostentan su impostura como un arte o un estilo de hacer política. Y ese arte resulta peligroso e inmoral.