Síguenos en redes sociales:

Escuela, despensa y siete llaves para el sepulcro del Cid

Escuela, despensa y siete llaves para el sepulcro del Cid

Hace unos días, un amigo mío me urgió a escribir mis opiniones sobre el Movimiento 15-M. Con cierto humor, le contesté que retratar algo que estaba en constante movimiento era complicado. Mejor que reposara un poco para poder fijar los principales rasgos. No tiene un mes de vida y ya sólo falta por escribir de él alguna tesis doctoral. Unos lo sitúan como eje emergente; mientras, otros lo dan por terminado.

En primer lugar, vayan por delante mis simpatías hacia el germen de dicho movimiento. Un movimiento social que establece como principal eje reivindicativo la regeneración ética de la política desde fórmulas republicanas de participación tiene mi aplauso. Ahora bien, en dicho impulso de limpieza ética tendrán que tener cuidado de no tirar al niño junto con el agua sucia. Toda generación tiene el derecho y la obligación de expresarse socialmente; así como de apelar críticamente a su entorno y denunciar la injusticia que provoca. Los jóvenes que eran tildados de Generación Ni-Ni, por su insustancialidad y evanescencia identitaria, han plasmado un gesto social relevante. He aquí un primer rasgo definitorio, el carácter generacional. Aunque en dicho movimiento se encuentren empotrados algunos viejos rockeros, en su inmensa mayoría son jóvenes. En muchos casos, la asistencia a los campamentos urbanos ha sido su bautismo social, su primera acción de compromiso. Por lo tanto, nos encontramos con un movimiento generacional que tendrá una impronta sociocultural posterior. No debe pasarnos desapercibido que estos jóvenes ocuparán puestos de poder político y relevancia social algún día. Aunque ahora les parezca una aberración esa proyección.

Algunos periodistas y relatores sociales cautivados por el culto a la juventud y por el afán de hallar lo último, lo novísimo, han descrito al Movimiento 15-M como un gran descubrimiento. Quizás el elemento más innovador se ha producido en una de sus herramientas principales; el uso de las nuevas técnicas de información y comunicación a través de Internet. Sin embargo, que la ciudadanía se movilice no es algo nuevo. Los movimientos sociales en torno a la Insumisión al Servicio Militar Obligatorio que llevó a muchos activistas a la cárcel; las grandes manifestaciones en torno al No a la Guerra; o las más humildes pero intensas del Movimiento Alterglobalizador y los Foros Sociales Mundiales, junto con la huelga general del año pasado son muestras recientes de movimientos cívicos. Que no siempre resultan armónicos con las fuerzas de orden público.

La incógnita estará en su perdurabilidad, en cuánto durará dicho movimiento. Habrá que ver cuál es la distancia que recorren, qué tiempo de vigencia social tendrá el mismo. En los tiempos actuales, donde la caducidad se obtiene prácticamente después de nacer, se me anticipa que dicho movimiento puede ser breve. Otra cuestión es la exigencia de muchos observadores a que den un paso más y que conviertan la indignación en compromiso. También en este punto soy escéptico. Considero que su fuerza estriba en su amplitud difusa; en ser una expresión social, no un programa político. Así pues, nos encontramos con un movimiento de nuestro tiempo; de contenidos y fines muy abiertos y atrapado por un ritmo trepidante. Un movimiento líquido en una sociedad difusa. Es un movimiento social nacido en España que demanda una regeneración de la política. De ahí, que haya titulado el texto con una frase de Joaquín Costa, un intelectual regeneracionista de inicios de siglo pasado, que reivindicaba la desafricanización y europeización de España, la reforma de la educación, el abaratamiento del pan y de la carne y una legislación social. Nada que nos sea extraño, ordenadamente reciclado, después de más de cien años.