pamplona - El de Naparra no es el único caso de desaparecidos durante el periodo de guerra sucia del Estado. La incógnita abierta sobre el navarro se une a las que penden sobre las desapariciones de Eduardo Moreno Bergaretxe Pertur y Jean Luis Larre, Popo Larre, otros dos jóvenes desaparecidos en 1976 y 1983, respectivamente cuyos cuerpos siguen sin aparecer.

Eduardo Moreno fue el primero en desaparecer sin dejar rastro. Dirigente de ETA político-militar, se le vio por última vez el 23 de julio de 1976 cuanto tenía apenas 25 años. Acudió a primera hora de la mañana a una cita en un bar en San Juan de Luz y después, dos compañeros de la organización armada, Miguel Ángel Apalategi, Apala, y Francisco Mujika Garmendia, Pakito, aseguraron que lo habían trasladado en coche hasta Urruña y ahí se perdió su pista. En 2008, los padres de Pertur presentaron una querella criminal para reclamar una investigación puesto que al no aparecer el cuerpo, el delito no había prescrito.

Según un neofascista italiano interrogado en el juicio, en aquellos años existió una masía cerca de Barcelona en la que había sido secuestrado un miembro de ETA que después fue entregado a grupos parapoliciales españoles. Otra línea apuntaba a sus compañeros como responsables de la desaparción. En septiembre de 2012 el juez de la Audiencia Nacional encargado del caso, Fernando Andreu, decidió el sobreseimiento provisional de la investigación porque no se había conseguido llegar, tras las investigaciones realizadas desde 2008, a establecer una línea argumental de lo ocurrido en 1976 ni hay “fundados indicios”, para señalar a nadie.

La misma suerte ha corrido la desaparición de Popo Larre, vecino de Heleta (Baja Navarra). Fue visto por última vez el 7 de agosto de 1983, tras un enfrentamiento armado de la organización Iparretarrak (IK) y agentes de la Gendarmería, en el que un policía francés resultó muerto. Testigos vieron cómo Popo Larre, en su huida, se internaba en un bosque cercano al camping de León. La Policía francesa desplegó al instante un gran operativo en la zona, en el que participaron helicópteros, equipos de rastreo de tierra, perros adiestrados y efectivos especiales en un cerco policial. Después de 17 años sin una investigación profunda, en marzo de 2000 arrancaba en París el juicio por el caso León, impulsado por la insistencia de la familia del Policía fallecido en esclarecer los hechos del 7 de agosto de 2003. A lo largo de esos 17 años, cinco magistrados tuvieron en sus manos el sumario y no dieron un solo paso. En 2008, el tribunal de París cerró el caso dando por muerto al joven.

El caso de Lasa y Zabala y el de Jon Antza fueron otros dos con inicio similar a los anteriores. Afortunadamente los dos se encontraron los cuerpos antes de caer en el olvido. Los cadáveres de Lasa y Zabala aparecieron diez años después de su desaparición en Alicante y Jon Antza fue identificado en una morgue de Lyon aunque los hechos nunca se esclarecieron. - E. Urabayen