pamplona - Las elecciones del 10 de noviembre no han hecho sino afianzar la tendencia a la baja que sufre la derecha en Navarra desde que tocara techo a comienzos del siglo. Solo han transcurrido 19 años desde que la alianza UPN-PP, propulsada por la mayoría absoluta de Aznar, superara la barrera de los 150.000 votos después de que casi la mitad de los participantes en aquellas generales (concretamente el 49,89%) eligiera su papeleta. Unos comicios a los que también concurrió la desaparecida Convergencia de Demócratas de Navarra (CDN), que recabó otros 8.646 (el 2,97%) en lo que ha sido el techo de este espacio político con un total de 159.641 votos, que representaba al 52,86% de los que acudieron a las urnas.

Bien distinto es el panorama actual para esta minorizada corriente política, que el pasado 10-N, ya con la presencia de Ciudadanos en lugar de CDN en la entente Navarra Suma, sólo contabilizó 99.076 sufragios (el 29,63%). Una caída de 60.565 votos (la friolera de 23,23 puntos porcentuales) que de alguna manera queda disfrazada por haber sido la lista más votada, lo que permite festejar el escrutinio como si se tratara de un triunfo, pero que esconde una falta de conexión con la ciudadanía y de ausencia de relevo generacional que debería ser motivo de preocupación entre sus dirigentes.

Es obvio que de esos 60.565 votos que ha extraviado la derecha, 19.440 están en el caladero de Vox, con todo lo que ello supone de dificultad añadida para centrar el discurso ante el riesgo de que se incremente la fuga por el flanco más extremista, pero de los otros más de 41.000 no hay síntomas para pensar en una recuperación a corto plazo.

Han sido casi dos décadas en las que UPN ha ido modulando la estrategia con puntuales modificaciones de compañeros de viaje, pero sin detener la caída, que ha tenido momentos más o menos agudos, con un punto de inflexión en 2015, cuando la derecha perdió el Gobierno de Navarra.

el 11-m, primer aviso Como se aprecia en el gráfico que ilustra estas páginas, fue en 2004 cuando las fuerzas de la derecha reciben el primer toque de atención de la ciudadanía. La pésima gestión que el PP hace de los atentados del 11-M en Madrid lastran a UPN, su socio en Navarra, donde pierde más de 23.000 votos con respecto a las generales de cuatro años antes. También se deja uno de los tres escaños que tenía en el Congreso, que pasa a manos de Uxue Barkos (Nafarroa Bai), en lo que es un factor clave en el vuelco político de 2015.

En 2007, el regionalismo recupera parte de su músculo en las elecciones forales, terreno en el que mejor resultados obtiene tradicionalmente, y vuelve a estar por encima del 42%. No obstante, UPN-PP y CDN se quedan a dos escaños de reeditar la mayoría absoluta que, beneficiados de la ilegalización de Batasuna, habían tenido entre 2003 y 2007.

Parecía el principio del fin para la derecha, que sin embargo salvó el Gobierno gracias a la intervención del PSOE, que ordenó romper el acuerdo que PSN, NaBai e Izquierda Unida habían cerrado para asumir las riendas en el conocido como el agostazo.

cambio de pareja Miguel Sanz salva de esta forma el macht ball con una maniobra diseñada desde Madrid para que el PSN pase a ser el bastón en el que apoyarse. El corellano provoca un año después la ruptura con el PP, con quien había tejido una alianza sólida alianza desde 1991, convencido de que la suma de regionalistas y socialistas alcanzaría siempre para gobernar. Una nueva estrategia en la que CDN también le sobra, a quien despacha en septiembre de 2009, solo cinco meses después de haber entregado la presidencia de UPN a Yolanda Barcina.

Para entonces empezaban a notarse los efectos de la crisis económica, que el Gobierno foral ni había olido. Prueba de ello es que trataba de sostener en pie el denominado Plan Navarra 2012, aprobado en abril 2008, que contemplaba un gasto de 4.508 millones de euros en cuatro años -la mayoría en cemento-, con los que pretendía crear 25.173 empleos directos y más de 40.000 indirectos.

Ya con Barcina de presidenta, UPN y PSN padecieron en las urnas las consecuencias del agostazo -de sumar 36 escaños en 2007 pasaron a 28 en 2011-, pero aritméticamente pudieron formar un gobierno de coalición que duró menos de un año.

La derecha entraba en barrena y arrastraba al PSN, que pagaría su cohabitación en las forales de 2015, a las que UPN y PP todavía concurrieron por separado. Pese a que Barcina había recuperado la tradicional coalición de derechas para las generales de 2011, su desgastada figura llevó a que UPN convocara unas primarias en noviembre de 2014 para elegir candidato. Se impuso, con solo el 61% de los votos, Javier Esparza, quien no pudo evitar que su sigla cayera por debajo del 28% en las forales de 2015 e iniciara su travesía por la oposición en la que hoy sigue.

Con el partido tocado, Esparza dio el paso para presidir UPN, cargo al que accedió en la asamblea de septiembre de 2015 al recibir el 57% de los votos y superar a Amelia Salanueva (38%) y María Kutz (4%).

Esparza tampoco se atrevió a concurrir sin el PP en las generales de diciembre de 2015, pero no logró enderezar el rumbo de la coalición, que marcó otro mínimo histórico.

Poco después, en abril de 2016, UPN celebró un congreso en el que Esparza, sin oposición interna, revalidó su cargo con solo 655 votos (el 83% de los participantes).

Tras un leve repunte en las generales en junio de 2016, Esparza amplió el frente de derechas para las elecciones de este año y no solo se presentó en coalición con el PP, al que todas las encuestas le dejaban fuera del Parlamento foral, sino que lo hizo también con Ciudadanos. Y aunque este tripartito tuvo un leve repunte, no ha conseguido ni de lejos situar el partido en los números que tuvo hasta 2011.