rimavera de hace diez años. Con la marcha de Miguel Sanz tras tres lustros de presidente, concluía un ciclo político en Navarra. Como en toda crisis donde lo antiguo no termina de desaparecer y el cambio no acaba de cristalizar, su adiós no desembocó en un giro alternativo de los acontecimientos. Se saldó con un mandato de su sucesora Barcina, que comenzó gobernando en coalición con el PSN, en un Ejecutivo que se hizo añicos menos de un año después. Esa ruptura dio paso a un Gobierno de UPN en minoría, preámbulo de una travesía en la oposición desde 2015 hasta hoy día, ahora dentro de la fórmula Navarra Suma.

Retrotraerse a las elecciones de 2011 es adentrarse por el inicio de la curva de giro que se vislumbraba en la sociedad navarra de aquel momento. Aquellos comicios coincidieron con la irrupción del 15-M, con la debacle de Zapatero, con las postrimerías de ETA, que anunciaría el fin de sus crímenes ese otoño, y con el surgimiento de Bildu, que se estrenó en las autonómicas y municipales, gracias a la decisión del Constitucional de revocar por 6 votos a favor y 5 en contra la anulación de listas de la nueva coalición por parte del Supremo, que de esta forma pudo concurrir en los comicios navarros con Maiorga Ramirez como cabeza de cartel. Hoy Ramirez sigue en primera línea política, al contrario que la totalidad de sus principales adversarios entonces: Barcina, Jiménez, Zabaleta, Nuin, Cervera y Burguete. Cabe recordar que ninguno de ellos, salvo Zabaleta, abandonó por una cuestión generacional.

barcina, relevo de sanz Entrevistada por este periódico, Yolanda Barcina dejó unos cuantos detalles de su corpus ideológico, y de su forma de concebir la pluralidad de Navarra. La ex alcaldesa, preguntada por qué no utilizaba ni una palabra en euskera en sus discursos, lo negó, pero dijo que en Pamplona, Zona Mixta, “lo mismo da un idioma que otro”. Barcina se negaba a una discriminación positiva para la lengua vasca, que no le gustaba “ni en la mujer”. Respecto a la Eurorregión con Aquitania y la CAV, a la que hoy pertenece Navarra, creía que “supondría más burocracia”, y que ella buscaba “lo contrario”. Para Barcina, gestionar mejor era “ahorrar más”, y que el PSN pactase “con los nacionalistas”, un “peligro para la identidad de Navarra y el progreso económico”. Mantras que empezaban a acusar en 2011 un serio desgaste, erosión acrecentada en gran medida por la fuerza de los hechos diez años después.

La candidata de UPN buscaba lo que denominó “el pacto tradicional en Navarra”. Pretender juntar a UPN, PP y PSN y esperar que carburase una entente así, en plena crisis económica y con vientos de cambio en la Moncloa, era un ejercicio de imaginación más cercano al pensamiento mágico, por mucho que Barcina , colmada de nacionalismo español, mirase en este caso a Euskadi. “No entiendo que quienes tienen un pacto en el País Vasco (PSOE y PP) no puedan entenderse en Navarra”, ahondó, obviando que ese argumento pendía de distintas circunstancias a punto de caducar.

Barcina lo intentó. Las urnas le daban la oportunidad. UPN fue la primera fuerza aquellos comicios de 2011 con 19 escaños, tres menos que en 2007, pero su retroceso quedó paliado. Nafarroa Bai perdió piezas de su coalición para fundar Bildu e I-E, y bajó 4 escaños, mientras que el PSN restó 3. Barcina tenía muy presente que cuatro años antes, en el célebre agostazo, Ferraz había truncado la posibilidad de un Gobierno entre NaBai, PSN e IUN, que sumaban 26 escaños, por 24 que reunían UPN-PP y CDN. En 2011 NaBai, PSN e IUN juntaban 21, y por tanto para gobernar requerían de algún entendimiento con Bildu, novedad por desprecintar en los albores del final de ETA. Así que Barcina fraguó en pocas semanas un Gobierno con el PSN anunciado en junio, y selló en septiembre una alianza con el PP de cara a las Generales, que Rajoy vendió como “buena para el Gobierno de Navarra”. Aquello, obviamente, no podía terminar bien, ni en Navarra, ni tampoco en la CAV, con los acontecimientos que estaban por llegar. En junio de 2012 el Gobierno foral saltó por los aires, y el PSN salió del Ejecutivo, aunque Barcina finalizó la legislatura. En agosto, el lehendakari Patxi López adelantó las elecciones, en las que el PNV recuperaría el poder. La figura de Barcina, ya de por sí discutida durante su etapa de alcaldesa, menguó en el Palacio de Navarra. La crisis, que describió en su investidura bajo aquel paradigma neoliberal de la culpa colectiva, no le ayudó, y su manual de estilo y recetario acabó quebrando algunas complicidades externas e internas.

el PSN, en su laberinto “Nuestra primera opción es el cambio y si gobierna UPN no sería un cambio”, afirmó Roberto Jiménez días antes de las elecciones. Alfredo Pérez Rubalcaba, de visita en el Labrit pamplonés, había dejado un titular que enseguida quedó desmentido: “Con Roberto sí podemos”, dijo el estratega socialista, en una frase de tonos morados, adelantada a su tiempo, tan cargada de expectativas como equívoca, porque con Jiménez, que acabó de vicepresidente de Barcina, ni se quiso ni se pudo. Ni aquella primavera, ni tres años después con una moción de censura no consumada que terminó por defenestrar al propio Jiménez, con aquel célebre -“El PSOE en Navarra soy yo”- derroche de voluntarismo que le terminaría de sepultar. Paco Roda, colaborador de este periódico, ya lo había visto venir el 10 de mayo de 2011: “La derecha sanzista y la de toda la vida no ganará por mayoría, pero los socialistas, una vez más compadrearán con ella por imperativo legal de Madrid-Ferraz”. El viaje errático de Jiménez desbrozaría el camino a María Chivite, por más que a la actual presidenta le quedase por delante un interludio de penitencia política por los errores pretéritos. Las elecciones de 2011 le pillaron con 32 años, pero ya era miembro de la Ejecutiva, de la que también formaba parte Santos Cerdán. Además de entrar como parlamentaria, Chivite se había presentado como candidata a la alcaldía del Valle de Egüés. La noche del 22-M, junto a otros socialistas, arropó la comparecencia de Jiménez, que reconoció unos resultados “nada satisfactorios”. Cuatro días después ya quedó claro que el debate del PSN se centraba en entrar o no en un Gobierno presidido por Barcina.

bildu y el fin del terrorismo Fue un hombre de Eusko Alkartasuna el primer candidato al Parlamento de la nueva coalición. “Es la primera vez que el conjunto del nacionalismo rechaza la violencia”, subrayó Maiorga Remirez a este periódico. “Existe el convencimiento de que para la construcción nacional y la justicia social más vale una social comprometida con las vías políticas que todos los tiros del mundo. Es una victoria ética que rompe la fortaleza del discurso nacionalista español”. Para Remirez, a ETA “no le quedaba más remedio” que su disolución, que como tal no llegó hasta 2018. Las palabras del candidato, proveniente de EA, un partido siempre opuesto a la violencia, mencionaban la ética, pero desprendían que el proceso venía demasiado marcado por el utilitarismo. Cuestión que aún acecha en el capítulo de contradicciones y flaquezas de EH Bildu.

la campaña de nabai Su descenso electoral estuvo determinado por la irrupción de Bildu y el surgimiento de Izquierda-Ezkerra. Patxi Zabaleta, candidato al Parlamento, pidió en campaña acabar con la idea de “navarros buenos y malos”, algo en donde se ha avanzado desde 2015, pero que sigue siendo una clave pendiente a la hora de solidificar una mejor convivencia en Navarra. El 15 de mayo el propio Zabaleta reclamó al PSN que se definiera sobre sus posibles pactos con UPN y “dejase engañar” a sus votantes. En el mitin central de campaña, el 14 de mayo, Uxue Barkos, candidata a la alcaldía de Pamplona, se llevó la ovación más emotiva, en pleno tratamiento contra el cáncer que le aquejaba, hoy felizmente curado. A Barkos le quedaba por delante un trecho muy duro de convalecencia, que con empeño convalidó con un emergente liderazgo. En otoño, para las Generales de noviembre, nació Geroa Bai, bajo el liderazgo de la propia Barkos, que alcanzaría un escaño en el Congreso. Aquella agotadora batalla contra el cáncer, vista desde la perspectiva actual, ilustra la dureza de una enfermedad, pero sobre todo la esperanza en vencerla.

aquel ppn Otro colaborador actual de este periódico, Santiago Cervera, se presentaba entonces como candidato del Partido Popular al Parlamento. “Un Gobierno UPN-PSN seguirá con la misma mala política, y eso solo garantiza que Navarra vaya a peor”, dijo entrevistado por nuestro rotativo, donde afirmó además: “Los nacionalistas vascos representan una cuarta parte de la población, y tienen tanta capacidad de contribuir al futuro de Navarra y de aportar talento y oportunidades como todos los demás”. Terminología y porcentajes aparte, esa obviedad democrática, esa lógica elemental, resultaba llamativa en boca de un candidato que desde su visión “liberal” luchaba por atraer electorado de UPN. “Durante años se ha negado la posibilidad de que Caja Navarra estuviera de alguna forma asociada con el grupo de las cajas vascas y ahora resulta que son las más solventes”, dijo asimismo Cervera, sin imaginarse el futuro próximo que se le avecinaba fuera de la política, y el trago muy amargo por el que habría de pasar.

Amargura muy distinta, más soluble, pero dolorosa, fue la que se llevaron los integrantes del CDN. “Vamos a recoger votos desencantados de UPN, y PSN, que gobernarán juntos”, afirmó en campaña su candidato José Andrés Burguete, que creía que UPN había “vivido sus mejores años”. Burguete erró en lo primero, pero visto lo visto, acertó en lo segundo y tercero. CDN se quedó fuera del Parlamento, y días después una asamblea extraordinaria puso el punto y final a este partido. Aquel proyecto iniciado en 1995 por Juan Cruz Alli tocaba a su fin. Hoy Alli está fuera de la política, pero dos de sus lugartenientes, el propio Burguete y Pérez -Nievas se han aproximado de distinta forma a la órbita de Príncipe de Viana. En el caso de Pérez-Nievas desde Ciudadanos, al calor de Navarra Suma, recordando a buen seguro últimamente que los partidos a veces nacen y mueren en cosa de unos años.

Rápido acuerdo con el PSN. El pleno de investidura de Barcina fue el 23 de junio de 2011, un mes después de las elecciones. “Este es un Gobierno fuerte, de suma”, dijo en julio Roberto Jiménez, ya convertido en vicepresidente. No duró en el cargo ni un año. El acuerdo entre UPN y PSN conllevó que UPN afianzara su poder municipal, como en el caso de Pamplona, donde los socialistas facilitaron la alcaldía de Maya.

Formaciones extinguidas. Ni Nafarroa Bai, ni CDN, ni UPyD, que se presentaron en 2011 existen actualmente. Izquierda-Ezkerra, que se estrenó en 2011, finalizará su camino al término de la actual legislatura, pues Batzarre no tiene intención de reeditar esta fórmula.

Twitter en 2011. La capacidad de difusión de los candidatos navarros era muy escasa. Cervera encabezaba el ranking de seguidores con 2.993. Jiménez le seguía en segunda posición con 1.370. Barcina, futura presidenta, era cuarta con 477.

“La posibilidad de gobernar con UPN no me gusta ni un pelo”

Candidato del PSN en plena campaña electoral (18-5-11)

“No es el Gobierno que me hubiera gustado, pero no había otra alternativa mejor”

Vicepresidente de Barcina (24-7-11)

“El pacto tradicional en Navarra ha sido UPN, PP y PSN, y es mi apuesta porque ha funcionado”

Candidata de UPN (20-5-11)

“Todos somos en parte responsables de la crisis por vivir por encima de nuestras posibilidades”

En la jornada de investidura (23-6-11)

“El acuerdo entre UPN y PSN es una alteración flagrante, clarísima, de la voluntad de cambio”

Candidato de Nafarroa Nai (22-6-11)

“Con este Gobierno no ganan ni el PSN ni la sociedad por el cambio, gana UPN”

Candidato de Bildu (23-6-11)

“La CAN es un elemento fundamental de lo que yo llamo el régimen de UPSN y sus intereses”

Candidato del Partido Popular (15-5-11)

“Hay que cambiar los dogmas neoliberales para salir de esta crisis y no incubar otra futura”

Candidato del Izquierda-Ezkerra (16-5-11)

“Hemos decidido disolver el partido con respeto, sentido común, análisis y cordura”

Presidente de CDN (2-6-11)