La historia de la cueva de Koxkobilo saltó por los aires en 1940. Cementos Portland, la cementera de Olazti, buscaba canteras por los montes cercanos. En una de las explosiones volaron por el cielo de la Burunda huesos de cuón, de macaco, de oso negro asiático, de ciervo gigante, de hipopótamo, de oso de las cavernas, de oso tibetano, de rinoceronte lanudo; restos de herramientas líticas, puntas solutrenses refinadísimas, vestigios de un taller de sílex único en la región. Y nadie se dio cuenta. Todo quedó desperdigado por el monte y lo que luego fue la escombrera de la fábrica, y tuvo que ser una cuadrilla de curas y estudiosos los que, años después, descubrieran que aquello no eran piedras, sino un tesoro del Paleolítico.

El trabajo de la cementera continuó con normalidad y la destrucción de la cueva fue un daño colateral. Ahora, una enmienda de PSN y EH Bildu aprobada en el Parlamento en el reciente debate presupuestario propone transferir 80.000 € al Ayuntamiento de Olazti para ayudar al acondicionamiento del lugar y reparar en una mínima parte la deuda histórica con un paraje que pudo ser uno de los yacimientos más importantes de la península.

GAONA, EL DESCUBRIDOR

En los años cuarenta no existía conciencia de la riqueza del patrimonio prehistórico. Fue un cura de ciencias navarro, Máximo Ruiz de Gaona, el primero que puso en el mapa a Koxkobilo, una sima de entre doce y catorce metros de profundidad y una base de seis metros, dividida en dos compartimentos por una cresta rocosa al sur del monte del mismo nombre.

La pena es que el bombazo dejó muy dañado el lugar, pero todos los estudios realizados en el siglo XX coinciden en que era un yacimiento único por su riqueza en restos de animales prehistóricos, por haber sido un enclave de vida humana estable del Paleolítico Medio y Superior -hace 100.000 años- y por albergar el único taller de sílex solutrense -un tipo de talla en piedra minucioso, estéticamente fino y técnicamente complejo- de la cornisa cantábrica, una de las zonas más importantes de Europa en cuanto a yacimientos.

Así lo han constatado desde mediados del siglo XX hasta nuestros días estudios de arqueológos de primer nivel, desde las inspecciones sobre el terreno del padre Gaona hasta las actuales publicaciones en la Qaternary International del profesor Asier Gómez-Olivencia.

Pero algo sospecharían en la cementera cuando al poco tiempo de descubrir la cueva “el señor Aracama hijo, que luego fue capataz de la cantera, le entregó un par de molares de gran tamaño y un canino de unos nueve centímetros y medio” a Cirilo Ruiz de Gaona, hermano de Máximo, por si a este último “le pudieran interesar”.

Así lo recoge un informe que realizó en 2018 la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que detalla el “cierto debate historiográfico” en torno al lugar.

Muchos investigadores se acercaron desde los años cincuenta a evaluar los casi 5.000 restos que rescató Ruiz de Gaona. El francés Maluquer de Motes, en 1954, siguió la tradición escéptica francesa con respecto a los restos peninsulares -ya ocurrió con Altamira- y rebajó la importancia del lugar.

Pero los estudios posteriores y la historiografía moderna coincide en dar por válida la interpretación histórica de Enrique Vallespí y Ruiz de Gaona en 1971, y que acredita que Koxkobilo es un yacimiento único por sus restos de animales prehistóricos, pero también por su “industria lítica musteriense de tradición achelense, perigordiense y solutrense”.

Así lo certifica el informe de Aranzadi -en el que se basa la enmienda parlamentaria-, que en sus conclusiones subraya la importancia que tiene el hecho de que se localizaran restos de “hipopótamos y oso tibetano, oso de las cavernas” y sobre todo “un taller de piezas foliáceas solutrense, el único registrado hasta el momento en el área cantábrica”.

La enmienda propone 80.000 € para “convertir dicha cantera en un parque en el cual se pueda disfrutar de las diferentes especies de animales que durante miles de años pasaron por allí”, con “paneles, estructuras 3D, colocación de merenderos, plantación de árboles autóctonos y, si fuera posible, una fuente”. Eso, al margen de que “parte de la restauración debe correr a cuenta de la hasta ahora empresa arrendada”, señala la enmienda, en lo que cabe interpretar incluso como un reproche a Portland. Un pequeño gesto para saldar la deuda histórica con lo que pudo ser uno de los yacimientos más ricos de Europa.