l euskera no puntuará como mérito en la zona no vascófona. El PSN ha impuesto finalmente su criterio en la mayoría de Gobierno y ha desbloqueado el decreto que regula el acceso y promoción en la Función Pública, aparcado durante meses. Ahora deberá pasar por todos los trámites administrativos para su aprobación por el Consejo de Gobierno antes de final de verano.

La nueva normativa trata de superar el limbo jurídico creado con la sentencia del TSJN, que había anulado la valoración del euskera en la zona mixta y en la zona no vascófona porque era general y no específica para cada puesto. Algo que se había traducido en una clara discriminación del euskera, que ante la ausencia de regulación se ha puntuado de forma muy residual y muy por debajo de lenguas como el alemán, el francés o el ingles en los últimos meses.

Con el nuevo decreto se reconoce el euskera como mérito en las plazas de la zona vascófona y en determinados puestos en la zona mixta. Entre ellas todos los de Osasunbidea, que representan la mayoría de los concursos-oposición, y en buena parte de los servicios generales, que se puntuarán de forma similar a como lo hacían con los artículos anulados. Y podrán ser más conforme se aprueben los perfiles lingüísticos de toda la Administración.

Es, en términos generales, lo esperado después de dos años largos de debate en el seno del Gobierno de Navarra. De hecho, ha sido Geroa Bai quien ha reclamado al PSN que sacara ya la nueva regulación, aunque fuera excluyendo a la zona no vascófona, para evitar que la situación de bloqueo actual, en la que los socialistas se han sentido especialmente cómodos, siguiera discriminando a los euskaldunes en la zona mixta. El PSN, que en ocasiones es incluso más beligerante que UPN en materia lingüística, había dejado claro desde el principio que la de la zona no vascófona era una línea roja por la que no iba a pasar.

Los socialistas interpretan que buena parte de su éxito electoral en 2019 se basó precisamente por su oposición a la política lingüística del Gobierno de Uxue Barkos. Una reflexión troncal en la Ribera, donde tratan de resistir los ataques constantes y frontales de la derecha por sus acuerdos con el nacionalismo vasco, pero también los de una parte de su entorno más cercano. Ser firmes con el euskera se ha convertido en un pilar básico del argumentario socialista. "Sin la Ribera no hay Gobierno", advierten.

Un debate interno

La realidad electoral ha llevado también a una reflexión a la propia comunidad euskaltzale. Entre los colectivos y asociaciones que promueven y fomentan el euskera hay abierto un debate en torno a cuál es la mejor manera de avanzar en Navarra. Porque tener la razón, o al menos estar convencido de ella, no siempre es suficiente. Sobre todo si cada paso acaba reforzando las posiciones que se pretenden rebatir.

Los últimos seis años son especialmente significativos en ese sentido. Se han subestimado algunos logros -Euskarabidea ha quintuplicado su presupuesto desde 2015- y se insiste en poner el foco en el acceso a la Administración pública como eje básico para el futuro del euskera, cuando es solo una parte menor de un reto mucho más complejo y complicado. Una actitud que en ocasiones ha acabado abonando el sentimiento de agravio de las posiciones más euskarafóbicas.

No hay por ahora una conclusión clara, pero al menos en las fuerzas políticas se ha impuesto la apuesta por el pragmatismo. Ni Geroa Bai romperá el Gobierno por la política lingüística ni EH Bildu dejará de ser el apoyo parlamentario. Consolidar los logros de la pasada legislatura, también en este ámbito, y evitar el acceso de la derecha al poder sigue siendo prioritario.

El PSN juegan además con la ventaja de la sobreactuación constante de Navarra Suma, empeñada en recordar que la alternativa siempre será peor. No es lo mismo que Euskarbidea esté en manos de Geroa Bai, por muy limitado que sea su margen de actuación, que dejar el fomento del euskera en manos de UPN. Y siempre será mejor condicionar la acción de Gobierno con un pacto presupuestario que volver a una política de pancarta tan coherente y firme como estéril.

La situación sin embargo puede acabar encallando si la desconfianza se acrecienta entre los socios del Gobierno. Y quedan todavía por resolver algunas cuestiones relevantes en esta materia. De entrada, el Plan Estratégico del Euskera, que ya ha sido matizado durante su desarrollo administrativo y que el PSN sigue mirando con desconfianza. Pero también los perfiles lingüísticos de toda la Administración, mucho más importantes que el propio decreto. Actualmente, sin contar el profesorado del modelo D, solo el 3% de las plazas son bilingües. La cifra se ha incrementado en los últimos años, pero sigue siendo escasa y requiere de una corrección que no acaba de ver la luz. Aquí tampoco tiene prisa la parte socialista del Gobierno.

Así que lo más probable es que el escenario siga generando fricciones en el Palacio de Navarra, y no será fácil mantener el equilibrio entre una rivalidad electoral creciente y la voluntad de sostener la alianza más allá de los comicios autonómicos de 2023. Porque esa sigue siendo la apuesta a medio y largo plazo. Al menos mientras UPN siga haciendo de la euskarafobia un eje central de su acción política y al mundo abertzale no se le agote la paciencia con los complejos históricos del PSN.

En el mundo euskaltzale se tiende a subestimar logros importantes y a priorizar demandas secundarias en la normalización lingüística

Preocupado por la presión de la derecha en la Ribera, el PSN sufre vértigo en todo lo relativo al euskera