Pablo Iglesias Turrión (Madrid, 1978) ha completado su cambio de rol político publicando un libro editado por Navona. No es un volumen de memorias ni de entrevistas propiamente dicho, pero contiene recuerdos y testimonios de su paso por la primera línea política, especialmente de 2020 a 2021. El hoy comentarista e investigador nos atiende por teléfono, y responde a cuestiones del libro y de la trepidante actualidad.

"Uno tiene que asumir que todo lo que habla por teléfono, que todos los mensajes que manda, todo lo que hace, está bajo escucha. Hay que normalizarlo y no tener nada que ocultar, porque es imposible hacerlo", dice en el libro. Visto Pegasus, la afirmación llama la atención, es significativo que asumiera ese control sobre su vida y su estrategia.

-Bueno, es algo que empezamos a tener claro relativamente pronto. Al principio nos sorprendía más, pero por ejemplo, el caso del robo del teléfono de Dina Bousselham, mi coordinadora de actividades en el Parlamento Europeo, y que el material apareciera en el ordenador de Villarejo es bastante claro; o todas las investigaciones ilegales sobre nosotros. Lo que implicó el informe PISA y la dinámica de la brigada patriótica, que después de que no encontraban nada con la más mínima relevancia para montar procesos, asumían que eso podía servir para generar escándalos mediáticos, lo que ha sido nuestra historia, que nos acusen de delitos gravísimos que después se archivan, pero que llenan las escaletas de los telediarios y las tertulias, y terminan condicionando la imagen que una parte de la población tiene sobre ti. Hay sectores del poder que están en el Estado, en los grandes medios de comunicación y en sectores de la policía, que no van a reparar ni en gastos ni en molestas cuestiones de legalidad para atacar a sus adversarios. Eso lo han conocido los independentistas vascos y catalanes y nosotros, con la diferencia de que nosotros lo único que planteábamos era cambiar las cosas dentro de la más escrupulosa legalidad española.

¿Le sorprendieron las palabras de Margarita Robles en el Congreso, cuando el Gobierno estaba entre las cuerdas? Complicaba la recomposición de confianzas.

-Es alucinante. Creo muy fácil trazar la genealogía. El viaje de Félix Bolaños a Catalunya no es menor. Bolaños es la mano del presidente, y quien lo representa en las negociaciones difíciles. Y es un negociador honesto, muy duro, pero que cumple su palabra. Es verdad que a Catalunya fue con poca cosa, pero fue. Y en ese contexto el entorno de Robles filtra a El Mundo, y el propio diario lo pone así, que están descontentos con eso y con que el ala socialista del Gobierno se ponga de perfil. Al tiempo que vemos una campaña en tromba de la derecha y la ultraderecha mediática para defender a su ministra en el Gobierno. Creo que es evidente hace mucho tiempo que Margarita Robles es una amenaza para Pedro Sánchez y para el propio Gobierno de coalición. Hay quien dice que Sánchez no se puede permitir cesarla ahora, porque irían en tromba los medios de comunicación de Madrid a hablar del chantaje de los independentistas, pero en realidad Sánchez es un tipo bastante práctico, y decidió que Margarita Robles fuera ministra de Defensa porque le convenía. Cuando le deje de convenir no creo que le tiemble el pulso a la hora de dejar que se queme un fusible antes que eso pueda afectar a la máquina completa. Es una evidencia que Margarita Robles representa el espíritu del Estado profundo, y a la derecha y a la ultraderecha mediáticas. No hay más que ver quién la defiende: Olona, Cayetana Álvarez de Toledo, el alcalde de Madrid, Feijóo, Susanna Griso, Vicente Vallés... es como una ministra infiltrada, porque Sánchez decidió que fuera así. Espero que tarde o temprano Sánchez haga lo que hace siempre que una pieza le deja de ser útil.

Pese a las palabras de Robles, el Gobierno no ha naufragado, y dentro del bloque mayoritario destacó el papel de EH Bildu.

-Yo creo que EH Bildu está demostrando una enorme responsabilidad, a pesar de que no se le reconoce. Pero no cambia el hecho de que si se rompe uno de los elementos fundamentales entre los socios, la confianza, eso puede degradar. Robles se jacta de que se produzca un espionaje que difícilmente puede ser legal. A pesar de que se diga que se utilizó Pegasus con autorización judicial, el tipo de espionaje que provee Pegasus es muy diferente. Pegasus permite utilizar el móvil como si fuera una cámara de vídeo que sirve para entrar en cualquier situación íntima de los espiados. Habría que ver cómo son esas resoluciones que vienen a justificar que se utilice ese material. Desde luego, cuando un medio de prestigio como el The New Yorker dice que esto ha ocurrido en más de sesenta teléfonos, parecería evidente que las supuestas autorizaciones judiciales irían para unas cosas sí y para otras no. Es muy difícil para nosotros, para EH Bildu, el PNV, Esquerra Republicana, estar sentados negociando con el Partido Socialista pensando que a lo mejor a Margarita Robles le están pasando informes transcritos de lo que esos actores están hablando con su familia o compañeros. Eso es bastante grave.

Critica la tríada derecha política, judicial y mediática. Enfatiza sobre esta última, determinante frente al Gobierno de coalición.

-Los grandes actores políticos son los mediáticos, y si a alguien le quedaba alguna duda, la defenestración en 48 horas de Pablo Casado, cuando decidió emprender una ofensiva interna contra Isabel Díaz Ayuso, reveló quién manda. Mandan los actores mediáticos. Vicente Vallés, Susanna Griso o los duelos de Atresmedia o Mediaset tienen muchísimo más poder que ningún dirigente del Partido Popular y buena parte de los ministros. También ocurrió con Pedro Sánchez hace poco, que había pactado con Unidas Podemos que el envío de armas a Ucrania en todo caso se haría a través de los fondos europeos, y 48 horas después, tras una presión mediática notable, hubo que rectificar. Los grandes generadores de opinión, quienes más determinan lo que piensa la gente para decidir su voto y sobre muchos temas, son los grandes medios de comunicación, en general empresas poco rentables. ¿Por qué fondos de inversión, bancos y grandes empresas ponen tanto dinero ahí? Porque son posiciones estratégicas determinantes. En España se padece una concentración de la propiedad mediática que va contra cualquier planteamiento liberal, de libre competencia, y hay un sesgo abrumadoramente conservador en la mayor parte de los medios. Lo cual pone muchos límites a que las reglas sean iguales para todos, que es como debería funcionar la democracia.

Cuenta el acoso al que se vio sometido usted y su familia siendo vicepresidente del Gobierno. No fue una tarde ni durante tres días.

-Esto fue un año, se articuló una dinámica mafiosa tremendamente efectiva, porque es un aviso a navegantes de lo que son capaces de hacer. Primero los medios de comunicación señalaron nuestra vivienda, imágenes por fuera y por dentro, y le contaron a todo el mundo donde vivíamos. Yo ahora, que tengo La Base podría hacer lo mismo con un montón de aquellos, con Ferreras, Herrera... sé perfectamente dónde viven, pero yo no haría eso. Es atravesar todas las líneas rojas. Herrera convocó una romería, luego él no fue, pero los fachas sí fueron. Jusapol, el sindicato ultra de la policía convocó una concentración en la puerta de nuestra casa. No fueron al Ministerio del Interior. Después, durante prácticamente un año, hubo concentraciones diarias. Salir a dar un paseo con tus hijos el día de tu cumpleaños y escuchar a un energúmeno decirte feliz cumpleaños, hijo de la gran puta, con uno de tus hijos en brazos, es muy duro. Hubo enorme impunidad. Hay quien habla de los escraches o Soraya Sáenz de Santamaría. A casa de Soraya fueron un día y hubo una contundente intervención de la policía, que dejó claro que eso no se podía hacer. Con nosotros hubo una impunidad sin precedentes, dejando bien claro que si esto se lo pueden hacer a un vicepresidente del Gobierno y una ministra, imaginen lo que se puede hacer contra cualquier otro ciudadano. Es un mecanismo que dice: Si tú haces política desde la izquierda ya sabes con quién no te tienes que meter, si no, esto es lo que te espera.

"Es verdad que hay muchas diferencias entre Yolanda Díaz y yo. El momento es distinto, las formas son distintas, las claves del liderazgo son muy distintas", cuenta en el libro. Mucha gente se pregunta si también lo es el fondo.

-Creo que es evidente que son dos estilos diferentes, yo ya no soy dirigente político y entre las compañeras y compañeros que mandan en los partidos y quien está llamada a ser la candidata de todo el espacio, podrán tener como es lógico sus debates. Pero creo también una evidencia que Yolanda tiene una capacidad o unas potencialidades de llevar a Unidas Podemos más lejos de lo que lo pude yo, precisamente porque su figura independiente, de ser distinta al PCE, a Izquierda Unida y a Podemos, aunque tenga carnet del PCE, puede hacer que el espacio en su conjunto crezca y que pueda haber además perfiles complementarios que representen cosas distintas. Un espacio político como el nuestro tiene que contar con perfiles y estilos diferentes, y a día de hoy, creo incuestionable que Yolanda es, precisamente por su independencia y por no estar atada a lealtades ni a dinámicas de partido, alguien que es buena para el espacio político.

Cuestión clave. ¿Qué papel ha jugado y juega Felipe VI con este Ejecutivo? Cuéntenos.

-Primero establecería una separación. Le he podido conocer y tratar, y en la corta distancia es un tipo encantador, enormemente correcto y enormemente culto, de conversación muy agradable. Como figura política la monarquía hoy solo es un significante para la derecha y sus espacios de poder en el Estado.

Y para el PSOE.

-Dejémoslo ahí, efectivamente. Habría mucho que discutir sobre qué significa ser izquierda y derecha. Lo que hemos sabido hace poco de que Casa Real solo se comunica con los partidos monárquicos, ya revela de manera muy clara que la jefatura del Estado es lo contrario a un símbolo unificador. Es un símbolo con el que solo se identifican la ultraderecha, la derecha, y lo que Juliana y Redondo llamaban el PSOE caoba. Creo que la Monarquía en estos momentos representa la resistencia de una serie de poderes del Estado frente a los avances democráticos. No fue casual que Cayetana Álvarez de Toledo dijera que básicamente los instrumentos con los que cuentan para frenar al Gobierno de coalición eran el consejo General del Poder Judicial okupa y la propia monarquía. Ahora hay una operación de blanqueamiento del actual jefe del Estado echando todos los males al anterior, y lo último que hemos visto es este ejercicio de extraña transparencia; mientras la Constitución diga que es inviolable, puede delinquir exactamente igual que el anterior jefe del Estado y no está sometido a la tutela judicial. De hecho, la Fiscalía en España ha reconocido que Juan Carlos I cometió delitos, pero que no se pueden perseguir, porque era inviolable o porque han prescrito. No hay ninguna garantía que nos diga lo mismo de la actual jefatura del Estado. Y sobre todo, hay un elemento a mi entender de agotamiento histórico. Se podía vender que el sucesor a título de rey de Francisco Franco era una garantía de que en España los militares franquistas no dieran un golpe de Estado, y que por lo tanto, había que transigir con aquello si queríamos un sistema democrático más o menos homologable a los países europeos de nuestro entorno. Afirmar lo mismo en el año 2022 yo creo que se sostiene poco.