- Irlanda del Norte celebra este jueves unas elecciones que pueden dar como ganador, por primera vez en sus cien años de historia, al partido nacionalista Sinn Féin, mientras el unionismo probritánico se debilita por su defensa del Brexit y el avance de fuerzas alternativas.

Poco más de 1,2 millones de norirlandeses están llamados el jueves a las urnas, convocadas en un momento clave para la provincia británica, dividida por la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) y con el Gobierno autónomo de poder compartido suspendido desde el pasado febrero.

Según las últimas encuestas, el Sinn Féin, partidario de la unificación de Irlanda y antiguo brazo político del ya inactivo IRA, obtendría en torno al 26% de votos de primera preferencia, por delante del todavía mayoritario Partido Democrático Unionista (DUP), al que otorgan el 19%.

Por detrás avanza con fuerza el Partido Alianza, una formación de centro liberal fundada en 1970 para promover posiciones moderadas y no sectarias, al que los sondeos dan el 16% de votos para convertirse en la tercera fuerza regional.

Con estos resultados, el tradicional equilibrio de poder daría un giro histórico, con el Sinn Féin como primer partido de la Asamblea de Stormont y con derecho a presentar a su líder en Irlanda del Morte, Michelle O'Neill, al puesto de ministra principal.

El cambio es altamente simbólico porque sería la primera vez que un dirigente nacionalista encabeza el Ejecutivo, pero también porque cobrará protagonismo el debate sobre la convocatoria del llamado "referéndum fronterizo" para abordar la cuestión de la unificación del norte y sur de la isla.

Este delicado asunto, origen de la violenta historia norirlandesa, volvió con fuerza después de que el bloque unionista perdió su mayoría en Stormont en 2016, poco antes de que el plebiscito del Brexit también confirmó el rechazo del electorado de la región a este divorcio.

Durante la campaña de estas elecciones, el DUP ha agitado el fantasma de la unificación y de la victoria de los republicanos como táctica para no perder votos, más que por un miedo real a un referéndum que debe ser convocado por el Gobierno británico, que, además, entiende que no se dan a corto plazo las circunstancias para ello.

El ultraconservador protestante DUP está más preocupado por el deterioro que ha sufrido su imagen durante la gestión del posbrexit y por la que proyectará a sus bases más fieles si tras los comicios es visto como el soporte del Sinn Féin en el Gobierno.

En virtud del acuerdo de paz del Viernes Santo (1998), el texto que puso fin al pasado conflicto, el Ejecutivo autónomo de poder compartido está encabezado por el ministro principal y su adjunto y aunque ambos tiene el mismo estatus, la inversión de estos puestos es problemática para el DUP.

De momento, el partido dirigido por Jeffrey Donaldson se ha negado a aclarar cual será su posición si finalmente acaba segundo, pero sí ha subrayado que no participará en el Ejecutivo autónomo si las conversaciones que mantienen Londres y Bruselas no solucionan los problemas que está causando el protocolo del Brexit para la región.

El DUP forzó la caída del Ejecutivo el pasado febrero por su oposición a este mecanismo, que obliga a revisar las mercancías que llegan a Irlanda del Norte desde Gran Bretaña para evitar la entrada incontrolada de productos al mercado comunitario europeo, al tiempo que impide una frontera dura entre las dos Irlandas, clave para el proceso de paz.

No obstante, la nueva burocracia ha provocado escasez de productos y tensiones políticas en la región, sobre todo en la comunidad unionista-protestante, que ve peligrar su posición dentro del Reino Unido.

Además del desgaste provocado por el Brexit, el DUP también hace frente a un cambio en los patrones de voto de Irlanda del Norte, donde una nueva generación ha crecido durante casi 25 años en paz y considera que este tipo de unionismo ultraconservador va en contra de asuntos sociales como la homosexualidad o el aborto.

Ese es el caladero de sufragios de formaciones como el Partido Verde o la Alianza, que no toma partido respecto a la cuestión de la unificación y ha centrado su campaña en los problemas del sistema sanitario o el coste de la vida.