a reproducción de los audios ofrecida por El País en los que pueden escucharse claro y sin disimulo las andanzas del PP en sus tiempos más heavys le ha pillado a Mariano Rajoy en gira de presentación de su libro Política para adultos. Vaya por Dios. No ha podido evitar, por supuesto, que los periodistas le pregunten sobre el escandalazo de los diálogos entre quien fuera su secretaria general María Dolores de Cospedal y quien fuera presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, con el sinvergüenza y omnipresente ex comisario José Manuel Villarejo. Sería demasiado ingenuo imaginar que "M punto R punto" no hubiera escuchado las vomitivas conversaciones y el colegueo del superespía y las doñas, pero cuando se le pidió opinión sobre el tema lo despachó con una de sus frases antológicas: "Dicen que tenemos que pedir perdón sobre lo que hicimos hace unos años, y, bueno, casi lo tienen que hacer hasta los parientes". O sea, aquí todo el mundo tiene muertos en el armario y mejor es dejarlo correr. Rajoy en estado puro.

La verdad es que el contenido de los audios, por más que fuera más o menos conocido o supuesto por el personal, es estremecedor por lo cínico, desvergonzado y cutre de las conversaciones. En ellos se llega a la comprobación de la catadura moral de la Cospedal, que fue medio aspiranta a presidir el Gobierno de España y todopoderosa en el Partido Popular, ajustando con Villarejo cómo, cuándo y quién iba a deshacerse de la "la puta libretita" en la que el tesorero Luis Bárcenas -"el cabrón", en la conversación- había anotado los sobresueldos y mordidas de las que se beneficiaron los jerarcas del partido, entre ellos "el Presi". Impresiona escuchar con qué desparpajo las señoras intercambian estrategias con el policía corrupto para destruir pruebas o para reconocer el cenagal en que se restregaban los dirigentes del partido. Repugna comprobar que el PP casi tuviera en nómina para sus trapicheos al ex comisario Villarejo, doctor máximo en el juego sucio, licenciado en el espionaje y el contraespionaje casposo, rata mayor de las cloacas del Estado, imputado en varias decenas de causas judiciales y comodín al servicio de lo más corrupto del poder.

Pues bien, estas grabaciones alevosas que reviven lo más obsceno de la Gürtel, o la Kitchen, o de la inmoralidad indecente del PP hace una década no parecen haber impresionado a su flamante presidente, Alberto Núñez Feijóo, el mismo que llegó al cargo casi en olor de santidad, el que aseguraban ajeno al pasado corrupto del partido. "Es un tema muy antiguo", dice, y no viene a cuento recordar historias pasadas. Nada, pelillos a la mar, agua pasada no mueve molino... Esta es la consigna establecida para todos los portavoces del PP en este asunto. El problema es que aquel carajal de sobresueldos, pelotazos y sinecuras, "cosas del pasado", sucedía cuando mandaba en el partido y en el Gobierno Mariano Rajoy a quien Feijóo dice tener como referente.

Nada, pelillos a la mar, el pasado pasado está, y se quedan tan anchos. Impresionante exhibición de incoherencia, de desvergüenza más bien, para un partido que basa su tarea de oposición en arremeter contra el Gobierno porque ha pactado con aquellos a los que acusan de supuestos pasados delictivos, mucho más antiguos que los que obligaron a los jueces a declararles a ellos corruptos y por los que merecieron la moción de censura que les desalojó del poder. Nada, pelillos a la mar, como el Emérito comisionista que regatea en aguas gallegas a bordo del Bribón. l