Se reunieron y hablaron pero, en realidad, no negociaron. El president Pere Aragonès mantuvo este domingo un encuentro de una hora con el secretario general de Junts, Jordi Turull, para escuchar en persona y por su propia boca la propuesta de sus socios. Era un último intento de salvar el Govern independentista, de evitar que Junts salga del gabinete y ERC continúe en solitario. Pero no hubo ningún avance y la última bala para resolver la situación se perdió en el aire: Turull volvió a plantear cuatro puntos que incluían el regreso del vicepresident Puigneró al gabinete, y Aragonès no tiene ninguna intención de revocar su cese, porque ya no se fía de una persona que se suponía que era su mano derecha y, sin embargo, le ocultó que Junts iba a pedirle una cuestión de confianza en el Parlament. 

Aunque se anunció que habría más contactos y que serían discretos, como pidió Turull, en realidad no hubo más. Y Junts no envió ninguna oferta nueva para el desbloqueo. Nadie se movió de su posición. El plazo para buscar una solución termina a las 23.59 horas. Junts anunciará este lunes la pregunta de su consulta a la militancia, y no tiene ninguna percha ni acuerdo con ERC que le ayude a defender una pregunta proclive a su continuidad en el Govern, a no ser que haya una sorpresa o giro de última hora. El problema radica en que Junts sigue esperando que Aragonès se ablande, pero el president no negociará con esa propuesta y considera que sus socios deben decidirse ya.

Las sensaciones no han sido alentadoras este fin se semana y las conversaciones se han desarrollado en un clima de divorcio. Se mascaba la ruptura y no ayudó el duro discurso que pronunció el sábado Carles Puigdemont a favor de una estrategia de desbordamiento que cuestiona el pactismo de ERC. Se suponía que el fin de semana iba a bullir con negociaciones, pero el sábado no hubo una sola reunión. Junts envió una propuesta el viernes a Aragonès que exigía readmitir al vicepresident Puigneró, pero también recuperaba la idea del Estado Mayor para diseñar la hoja de ruta independentista con un papel clave y de coordinación del Consell per la República (precisamente liderado por Puigdemont), y apostaba por la unidad en Madrid para negociar cuestiones como los Presupuestos, y establecer una serie de condiciones en la mesa de diálogo con el Estado. 

"Estoy haciendo lo que me comprometí a hacer en campaña, lo que está en el pacto de investidura y en el plan del Govern"

Pere Aragonés - President de la Generalitat

Lo que se teme ERC es que, en realidad, quiera dinamitar su estrategia pactista con el presidente español, Pedro Sánchez. En paralelo, es significativo que Aragonès lleve toda una semana insistiendo en la propuesta de un acuerdo de claridad, un referéndum pactado que sea también aceptado por el Estado y la comunidad internacional, mientras Junts no comparte esta propuesta. 

Puigdemont no quiere siquiera valorarla porque cree que no hay que votar más y que se debe aplicar lisa y llanamente el resultado del 1 de octubre de 2017. Es decir, la discrepancia es de fondo y se lleva arrastrando desde la investidura.

Aragonès consideró el sábado que la oferta de Junts no ha sido concebida para llegar a un acuerdo y pidió que tome una decisión con rapidez porque, si no lo hace, la tomará él. Por unos instantes parecía posible que expulsara a Junts sin esperar a su consulta del jueves y el viernes. Lo que sí descartó Aragonès en TV3 es que vaya a convocar unas elecciones. Hasta ahí pudo leer pero, en un escenario de ruptura con Junts, sería difícil imaginar un apoyo estable de este grupo desde fuera del Govern, y el president quizás tendría que recurrir a la baza de los comunes y el PSC, que ya lo ha tentado con el traspaso de Rodalies (trenes de cercanías) y que podría dar pie a una dinámica de apoyos cruzados en el Estado y Catalunya. 

"En todo caso, yo no convocaré elecciones; creo que el país no se lo merece"

Pere Aragonés

El problema, y no es menor, radica en que se arrojaría por la borda todo el capital del Govern independentista. Los actos del quinto aniversario del referéndum lanzaron imágenes de fuerte descontento (al menos, de una parte de los allí presentes, en un acto con 11.000 personas), se pidió la dimisión del Govern y se abucheó incluso a Carme Forcadell, un hecho que sorprende si se recuerda que ella fue quien leyó la declaración de independencia como presidenta del Parlament y fue encarcelada. Estas escenas dan una medida de que el divorcio no saldrá gratis en las urnas. 

Agenda repleta

Lo llamativo es que, a pesar del momento crítico en las relaciones, las agendas públicas de unos y otros siguieron ayer en pie, lo que restaba margen para la negociación. Este domingo a las 12.30 horas, Aragonès acudía a un concurso de castells humanos en Tarragona y habló con Turull antes de participar en ese acto. El secretario general de Junts, por su parte, estuvo presentando a Elis Colell como candidata de Solsonès, en una convocatoria en la que participó la presidenta Laura Borràs, una de las voces más beligerantes con ERC.

Las protestas en los actos del referéndum pueden haber pesado en su ánimo para buscar una vía, aunque también es cierto que buena parte del público era afín a Puigdemont, y sus tesis rupturistas fueron las más jaleadas. Por otro lado, hay consellers de Junts que se han distanciado de la cuestión de confianza.

Puigdemont aclara: “La pitada a Forcadell no me gustó”



El discurso del expresident Carles Puigdemont durante el quinto aniversario del referéndum catalán se ha interpretado en varios ámbitos como un obstáculo para la unidad entre ERC y Junts en plena crisis de Govern. Puigdemont volvió a apostar por una estrategia de desbordamiento que cuestionaba a ERC y, además, se da la circunstancia de que se llevó las mayores ovaciones al grito de “president”. Por el contrario, la expresidenta del Parlament, Carme Forcadell, quien leyó en su momento la declaración de independencia y fue encarcelada, recibió una pitada mientras apelaba al acuerdo y el entendimiento, y continuó con la voz quebrada y muy afectada. Forcadell tenía ante sí a un público difícil, entregado a Puigdemont. Ante las lecturas que ha provocado este episodio, el expresident aclaró en Twitter: “La pitada a la presidenta Forcadell no me gustó”. Puigdemont defendió la valentía de Forcadell porque dio la cara y participó en un acto “incómodo para su espacio político”, ERC.


El expresident lanzó un hilo para censurar esos abucheos, y además criticó que lo sucedido con algunos representantes políticos se pueda utilizar o se esté utilizando ya para desacreditar a su espacio político, el espacio que lidera desde el Consell per la República. “Hay una estrategia de hace años que pretende arrinconar, estigmatizar y, en su caso, ridiculizar el independentismo de confrontación”, sostuvo. Criticó también que la desunión no ha conducido a nada.


Puigdemont salió en defensa de Forcadell, quien participó en la concentración convocada en el Arc del Triomf en Barcelona, donde el propio expresident intervino por videoconferencia lanzando mensajes a favor de la confrontación con el Estado. Forcadell se vio en la tesitura de tomar la palabra con un mensaje partidario del acuerdo, ante un público eufórico por las tesis del expresident. Puigdemont amaneció ayer con los titulares que consideran que es un elemento perturbador para la unidad del espacio soberanista.Precisamente el papel del Consell era una de las cuestiones exigidas por Junts al president Aragonès.