Fue el 3 de febrero, festividad de San Blas. La convalidación de la reforma laboral en el Congreso quedó aprobada por los pelos tras el error de un diputado de apellido Casero, catapultado a la primera plana junto a Sergio Sayas y Carlos García Adanero, protagonistas a conciencia por votar no y desobedecer con estrépito a la dirección de UPN en una jornada clave. Un desacato palmario, un pulso en toda regla a Javier Esparza, de predecibles consecuencias para el dúo díscolo. 

Partía Sayas de disputar en 2020 la presidencia a Esparza en el Congreso de UPN, y obtener el 41,71% de los votos. Sorprendió más el movimiento de Adanero, un histórico del partido que conocía al dedillo los entresijos de su formación. Ambos, bajo la marca Navarra Suma, y votados por la militancia de UPN, braceaban por el carril derecho del Congreso, bajo el visto bueno de Esparza, en la estrategia de fuego cruzado al sanchismo.

Pero llegó la reforma laboral, la directriz de Esparza y la campanada de Sayas y Adanero. Crisis en un santiamén, que revivió los fantasmas de la escisión de UPN de 1995, esta vez aún más a la derecha, y que dejó dos conclusiones patentes. La primera, que el desafío de Sayas y Adanero a Esparza era un misil incompatible con los paños calientes. La segunda, que la estrategia de UPN se había distanciado de la del PP en un intento de salir del ostracismo en Navarra. 

Este 2022 terminó de hacer añicos aquella imagen engañosamente victoriosa de la noche electoral del 10 de noviembre de 2019, con Esparza jubiloso junto a Sayas, García Adanero o Ruth Goñi. En 2021 Goñi pasó al grupo mixto en el Senado tras abandonar Ciudadanos. Menos de un año después eran Sayas y Adanero los que se movían de la foto. El 5 de febrero se conoció la decisión del Consejo Político de UPN: entrega de actas o expulsión. El Consejo ratificó el acuerdo de la Ejecutiva con un 15% de votos en contra. El Comité de Disciplina planteó dos años y medio de suspensión y que dejasen el escaño. Decisión confirmada el 1 de marzo cuando, por cierto, ya se había producido la defenestración de Pablo Casado en el PP, y Feijóo estaba a punto de hacer oficial su intención de ser el relevo. Aquel 1 de marzo los diputados desobedientes se reafirmaron en que mantendrían el escaño. 

La insubordinación de Sayas y Adenero había dejado en evidencia esa tarde del 3 de febrero al PSN, que había aceptado el respaldo a Maya en el Ayuntamiento de Pamplona. Esto, unido a divergencias en el Ejecutivo de coalición en el PAI o sobre el Sáhara, levantó suspicacias entre los socios del Gobierno, y desmentidos sucesivos socialistas, que insistieron en el objetivo de reeditar la actual fórmula progresista. La aprobación de los cuartos Presupuestos de la Legislatura, en la antevíspera de la Nochebuena, octavos en ocho años, certifica que el Ejecutivo llega engrasado a la recta final y que el realismo, en tiempos de dificultades sociales, impera entre socios y allegados, llamados a evitar maximalismos si quieren seguir anclando a la derecha en la oposición.

Fin de Navarra Suma

Diciembre, mes frontera, ha concentrado movimientos relevantes. Esparza confirmó lo que era un síntoma hace mucho: que Navarra Suma, aquel “proyecto de futuro” que él mismo presentó en 2019 tenía las alas cortas. Con Ciudadanos en situación de debacle, y el PP en clara inferioridad en Navarra frente a UPN, Esparza ha creído que lo rentable es bifurcarse y volver a los orígenes. Se lo juega a dos cartones, o dicho de otro modo, a una carambola que girara la posición de Ferraz. Porque si en 2023 vuelve a haber en Navarra un Gobierno progresista, y UPN entra en su tercera legislatura consecutiva en la oposición, la necesidad de relevo será irremediable. Por de pronto, el otoño ha desmentido que el cambio de ciclo político en el Estado sea inexorable. Más bien lo contrario. Por más que la inflación derivada de la guerra en Ucrania exija cautela, el giro conservador de 2011, año en que UPN accedió por última vez a la presidencia del Gobierno foral, tiene muy poco que ver con la situación actual.

El anuncio del fin de Navarra Suma coincide con la llegada a la presidencia del PPN de Javier García, 39 años, y la información de que Adanero y Sayas negociarán confluir con esta formación tras las Navidades. Cuando votaron contra la reforma laboral en línea con el PP, mandaba Casado en Génova, o eso creía. Que ahora Sayas y Adanero y alguno más de su platajunta pasen a remar en el PP de Feijóo no debería sorprender a nadie. Sin Navarra Suma el PPN tiene las manos libres para reclutarles. La pegada electoral de Adanero y Sayas está por medir, pero ayudarían a dar un bocado a Esparza. Javier García denuncia deslealtad de UPN y ha descartado ir juntos a las generales. ¿Erupción cutánea o escarmiento? El tiempo lo dirá, pero populares y UPN se acabarán necesitando. 

 

2022 como adelanto

Este 2022 ha despejado algunas incógnitas para la carrera electoral que se avecina. Sin el paraguas de Navarra Suma, el PPN no regresa al limbo de 2008, cuando tuvo que afrontar una refundación. Su obligación de marcar distancias con UPN contribuirá a que Vox vuelva a tener muchas dificultades para entrar en el Parlamento. Mientras, Geroa Bai, tras dos años de existencia de Geroa Socialverdes, ha confirmado el acuerdo para estar en línea de salida. En el PSN hay novedad en Pamplona, con la portavoz y consejera Elma Saiz de cartel para el Ayuntamiento. EH Bildu tiene en Laura Aznal su nueva candidata para Navarra. Y Contigo Navarra/Nafarroa Zurekin agrupará a Podemos, IUN, Batzarre, Alianza Verde e independientes en una lista encabezada por Begoña Alfaro. Así que cerrarán etapa Bakartxo Ruiz, Mikel Buil y Marisa de Simón. A esta legislatura le van quedando las raspas.