Jorge Txokarro, de la Red de Personas Torturadas de Navarra, explica que la asociación aboga por el reconocimiento, reparación y garantías de no repetición.

La Red hace incidencia, pero también acompañamiento. 

–Una de las consecuencias más terribles que te deja la tortura, con la que tienes que intentar saber vivir, es la fractura psicológica que supone haber sufrido este tormento. Una mochila que cada uno la gestiona como puede. Es fundamental una asistencia psicológica que te ayuda a descargarla cuando se llena, pero muchos no tienen fuerza ni para dar su testimonio en la investigación, porque no lo pueden soportar psicológicamente y tienen miedo. La labor de cuidados en la asociación, para que nadie se desmorone, es fundamental. Hay un gabinete con 6 profesionales y estamos trabajando con educadores sociales, para las personas que se presenten a la ley de abusos policiales y tengan otra vez que recordar lo vivido mediante su testimonio. También se hacen talleres y terapias de resiliencia y reparación emocional. 

¿Le serviría una petición de perdón? ¿La esperan?

–Esperamos que en un futuro desde las distintas instituciones pueda haber un reconocimiento de que esto ha ocurrido. No barajamos que explícitamente se nos tenga que pedir perdón. No lo necesitamos, puesto que si ese reconocimiento se da, nos podemos sentir reparados. Tampoco planteamos un campo punitivista, vengativo, de llevar estas situaciones a los extremos judiciales, sobre todo siempre y cuando pueda llegar el reconocimiento reparador. Y luego está el derecho a la verdad. Como asociación queremos saber la verdad, pero no hacerlo desde el punto de vista penal, ni punitivista ni justiciero. 

Eso tal vez sorprenda.

–Si queremos una base ética de convivencia real en Navarra en las próximas generaciones, es fundamental no olvidar, pero no quedarse anclado en el pasado abriendo procedimientos judiciales. Estaríamos en un proceso argentino de 1985, con no solo guardias civiles o policías nacionales, sino también políticos, empresarios e incluso periodistas sentados en el banquillo. Pensamos que eso lleva a seguir anclados en el pasado y a no hacer un marco sólido de relaciones ético y moral en las próximas generaciones. Yo me quedo con la memoria inclusiva, y para ello, las personas torturadas necesitan su sitio.