Ha sido el de Javier Esparza un paso atrás en dos tiempos. El primero, el pasado mes de agosto, cuando anunció que no volvería a ser cabeza de lista de UPN al Parlamento foral. El segundo, la semana pasada, cuando adelantó que no optará a la reelección a la presidencia del partido. “La vida son ciclos”, dijo en ambos momentos. No le falta razón. 

La política se nutre de una constelación de elementos vitales. Pone a prueba liderazgos, estrategias y emociones en un contexto variable. Es una constante disputa de influencia, poder y reconocimiento, en la que compiten idearios y personas. La primera línea, la del tanto tienes tanto vales es altamente exigente y erosiona. Combina componentes adictivos con otros mucho más ingratos. La exposición pública resulta ambivalente, y el prestigio personal se examina ante próximos, ajenos y contrarios. La vida son ciclos, efectivamente, y la política está hecha de vidas y de aspiraciones. 

Un cartel renovador

El liderazgo de Esparza comenzó en 2015. Año de cambio en Navarra, sobre dos antecedentes electorales, el ‘agostazo’ de 2007 y el canto del cisne del pacto entre UPN y PSN en 2011, con su ruptura de 2012. El Esparza consejero, testigo del penar subsiguiente, quiso en 2015 representar renovación, tras el ciclo corto y acelerado desgaste de Barcina en la presidencia. Nueve años y tres reveses después, el desgastado es él, sin haber salido de la oposición.

“Siempre hay que dar la sensación de que se es paciente, como si se supiera que todo se conseguirá con el tiempo”, se afirma en Las 48 leyes del poder, libro de Robert Greene de 1999, que llamativamente se colocó en la cresta de la ola en 2023. Esparza apeló a este concepto en el Consejo Político de UPN del 26 de enero. Paciencia es “saber esperar cuando algo se desea mucho”, según la RAE, pero también “capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse”. La paciencia, sublimada en la cultura católica, suele ligarse a la perseverancia –distinta al empecinamiento– y es sinónimo de temple.

Malos presagios

Templanza es lo que le ha faltado estos años a UPN , un partido alterado desde 2015 por la pérdida de poder, primero con la llegada de Geroa Bai a la presidencia del Gobierno de Navarra, y desde 2019 con la etapa que abrió María Chivite. A fuerza ahorcan, pero el relato de UPN ha venido bañado en irritación. Los partidos excitan emociones, pero a UPN la desproporción le ha ido penalizando. Han sobrado alardes y ha faltado georradar, en una etapa que ha mirado mucho a Madrid, donde cayó Mariano Rajoy y ha cuajado Pedro Sánchez.  

El líder socialista llegó a la Moncloa en junio de 2018 vía moción de censura. Meses después, en marzo de 2019, Esparza pareció unir su destino a la alianza con el PP (que en Génova había pasado a estar liderado por Casado) y con Ciudadanos.  Fue el preludio de una larga secuencia de tropiezos: Sánchez triunfó en las Generales de abril. El viento de cola benefició a Chivite en mayo, y la cirbonera. pudo formar Gobierno aquel verano. Sánchez volvió a ganar en las Generales de noviembre, Rivera quedó hecho fosfatina y dejó la política antes de arrancar una legislatura que Casado no pudo terminar. Malos presagios, también internos. En 2020 Sergio Sayas disputó la presidencia del partido a Esparza, sobre la idea de “recuperar” las siglas de UPN, yendo “en coalición o en solitario”. Sayas, hoy portavoz adjunto del PP en el Congreso, fracasó en el intento, y en 2022, junto con Adanero, dio la campanada en el Congreso votando lo contrario a lo decidido por la dirección de UPN en un asunto clave como el de la reforma laboral. Esparza había confiado su estrategia a la oposición frontal en el Congreso, y cuando quiso modularla se encontró con la rebelión de sus dos diputados.

En el devenir de Esparza al frente de UPN han pesado apellidos como Barkos, Chivite, Cerdán, Sánchez, Asiron, Sayas o Adanero

Para finales de ese 2022, Esparza, que confiaba seducir a los socialistas desencantados, nicho que entendía floreciente, giró el volante y se deshizo de Navarra Suma, cuya marca había quedado desmentida. El divorcio dejó un PP espoleado, competidor a la hora de arrear al PSN, a Chivite y a Sánchez. Dicha conjunción, lejos de dislocar al socialismo, ha labrado la continuidad del Gobierno de coalición en Navarra, en línea con Moncloa. 

El adelanto de las Generales a julio dio una bola extra a Esparza, pero frente a agoreros y cantos de sirena, Sánchez amarró el poder, y UPN retrató su debilidad. Chivite fue investida en agosto. Cuatro meses después, la moción de censura en Pamplona, que fulminó un tibio esbozo de giro al centro de Esparza, ha sido la gota que colma el vaso para su salida al frente del partido. Fin de ciclo. ¿La estrategia estuvo cerca de funcionar? ¿Si hubiera caído Sánchez habría habido efecto cascada? La derecha intentó denonadadamente abonar ese escenario, pero el balance indiscutible es que la hoja de ruta de Esparza no ha cristalizado, sin un plan B con mediano recorrido. 

El peso conservador

“Es fundamental conocer a nuestro rival” se lee en otro pasaje del mencionado libro de Greene. UPN ha evidenciado sus dioptrías, o cuando menos mostrado falta de reflejos. ETA anunció su cese definitivo en 2011, hace más de 12 años. En 2015 EH Bildu llegó a la alcaldía de Pamplona de la mano de Asiron. Bildu lleva años mostrando algunas destrezas que ni UPN puede desdeñar. Paradójicamente la coalición se ha beneficiado de estar siempre en boca de Esparza, cuya estrategia ha resultado estéril, en la medida de que el PSNy Geroa Bai han resistido. Hace años que el Partido Socialista, con Chivite, Cerdán y Alzórriz, comprendió que el camino que le venía dibujando la derecha le llevaba a una vía muerta. El cambio ha sido un éxito. Mientras, Geroa Bai, con Barkos a la cabeza, ha sido también protagonista en la gobernabilidad y gestión pública de Navarra.  

UPN, que ha cumplido 45 años, se enfrenta a un momento importante en su historia. El consuelo embriagador de ser la primera fuerza en el Parlamento ya no sirve de calmante. Pero la inercia histórica pesa en demasía. Al partido, de base conservadora, otrora victorioso, le va a costar rectificar, y no es descartable que redoble su beligerancia. La Navarra del 79 despierta nostalgias, y la tenacidad en el error es habitual en política. Esparza pudo indagar en el centrismo, pero en UPN esa estela rezuma olor a escisión desde los tiempos de Alli. Así que el hasta ahora presidente prefirió los cánones más frontales. Está por ver el tono y estilo que imprimirá en el Parlamento tras el relevo.