El pensador Daniel Innerarity ha sido uno de los académicos que han participado en la cumbre mantenida en Chile por el mandatario del país Gabriel Boric, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el mandatario colombiano Gustavo Petro, el uruguayo Yamandú Orsi y el presidente del Gobierno español Pedro Sánchez, junto con la expresidenta chilena Michelle Bachelet. Este es su análisis tras haber regresado.
¿Cómo le llegó la invitación para que acudiera a esta cumbre?
Esto se originó con una mini cumbre el año pasado en Brasil entre Sánchez y Lula. A la vista de las amenazas de la ultraderecha, de una cierta desafección ciudadana y de la aparición de un personaje tan disruptivo como Trump acordaron encuentros cada año para debatir qué hacer. La idea era que fuera una cosa de líderes políticos progresistas solamente, pero evolucionó hacia la inclusión de académicos y think tanks. Esto ha ido creciendo a medida que crece la amenaza. Se trata de que haya un trabajo en red y proyectos conjuntos.
Y por eso le llamaron...
Me invitaron desde un think tank latinoamericano que se llama Idea, dirigido por una antigua ministra de Boric, Marcela Ríos, que es la que me contactó para que fuese a esa parte académica del encuentro.
¿Qué se ha traído de Chile?
Muchos contactos y muchas horas de conversación, y un mensaje de esperanza, creo que hay bastantes líderes en el mundo -en Chile eran unos pocos pero eso va a crecer- que están comprendiendo que el momento que vive la democracia es preocupante, y que además de lamentarse hay que actuar, y eso significa hacerlo en varios planos. En el diagnóstico hay que generar buenas ideas, y me da la impresión de que no siempre acertamos, no terminamos de saber muy bien por qué pasan las cosas que pasan.
Lo complejo es concretar...
Claro, porque hay muchísimas cosas sobre las que hay que ponerse de acuerdo. Por ejemplo, qué tipo de respuesta se le da a Trump. Los partidos de derechas de Chile han criticado muchísimo esta cumbre diciendo que era muy inoportuna en unos momentos de negociación. No hay una unidad de criterio. Tampoco dentro del progresismo.
Le tocó debatir con Michelle Bachelet. ¿Qué tal fue?
Ya nos conocíamos, me había leído mucho, y estábamos bastante de acuerdo en los diagnósticos, siendo ella una mujer más del mundo práctico y yo más un teórico. Pero en las mesa en la que estuve, que dirigía Boric, no estábamos completamente de acuerdo en muchas cosas concretas, en el tipo de narrativa que hay que adoptar , a qué dar más prioridad, la utilidad de los cordones sanitarios, el tipo de políticas públicas en estos momentos más eficaz para volver a ganar el apoyo de la ciudadanía... En eso hay mucho por discutir. Suelo decir que no basta con identificar los malos de la democracia, sino que hay que destacar también cuáles son sus males. Muchas veces los malos hacen daño porque hay males, realidades estructurales, que no se terminan de resolver. Si no, probablemente y simplificando, esos malos no llegarían al poder o no harían tanto daño.
Lula mencionó la necesidad de una “una gobernanza digital global”.
Esa idea fue muy discutida, creo que tiene razón en que no podemos hacer solo políticas analógicas, pero así formulada me pareció un poco ingenua; aunque sería deseable una convergencia y una gobernanza global en materia digital estamos lejísimos de eso, y la propia tecnología se ha convertido en un caballo de batalla. No hay una autoridad global que pueda imponer nada, y menos en eso, pero otra forma de configurar lo digital y la inteligencia artificial es posible.
¿Qué le contaron Bachelet, Boric y Ríos sobre el momento de su país?
Cené junto a Bachelet y un pequeño grupo de académicos. Tuve ocasión de preguntarle si va a ser candidata a Naciones Unidas. Yo le animé porque me parece que sería una excelente candidatura, aunque evidentemente no vaya a tener el apoyo de EEUU, pero podría encontrar apoyos de otras partes del mundo. Mi impresión de Chile es que continúa poco a poco un proceso de polarización que ya lo había advertido en otros viajes anteriores. La candidata del centroizquierda (Jeannette Jara) es miembro del Partido Comunista, ministra de Trabajo, muy popular. Creo que es muy buena, pero no centrada, y eso en Chile, donde hay un anticomunismo atávico, le puede dificultar mucho el acceso a un votante moderado, de centro, que podía estar dispuesto a votar a una socialista pero tal vez no a una comunista. A pesar de eso tiene posibilidades, hay un cierto empate hoy por hoy. El problema de la derecha es que está muy dividida. Pasa algo similar a España, con una lógica muy similar a la de Vox asediando al PP y llevándolo a su terreno. Un problema que he percibido en otros países. La ideología que en estos momentos está frente a una tesitura más compleja es la liberal conservadora, sus partidos han achicado su discurso clásico, y parecen una versión ligeramente más suave de la ultraderecha.
Denuncia que vino a hacer también Pedro Sánchez, de una derecha que “ha sucumbido” a la ultraderecha.
Exactamente. Creo que el gran problema que tiene hoy la democracia en casi todos los países del mundo es que los liberal conservadores han desdibujado enormemente su perfil.
De ahí que sea importante ampliar este encuentro a más mandatarios de corte socioliberal.
Sí, fue una de las propuestas más compartidas, ampliar el número de actores, y salieron gobernantes que son ligeramente progresistas o incluso de centro, pero que a la vista del panorama crítico en el que se encuentra la democracia y la fuerza amenazante de la extrema derecha, podían definirse por su búsqueda de alianzas a su izquierda y no tanto a su derecha. Hay líderes que entienden esto. Sin duda, los laboristas británicos, pero también liberales canadienses y de otros países. Tenemos un año para preparar la siguiente cumbre, que probablemente sea en España.
Se echa en falta más presencia europea. La batalla arancelaria debería ser movilizadora.
Claro, en Chile la derecha acusó a la cumbre de provocar a Trump en un momento de negociación de aranceles. La respuesta fue contundente por nuestra parte. Nunca te puedes humillar y menos ante una persona que entenderá tu autolimitación como un síntoma de debilidad que le permite aumentar la presión y el chantaje. Me parece importante que en el mundo se articulen voces de resistencia. Además, si forman frentes comunes y alianzas, pueden ser muy eficaces. Boric ponía el ejemplo de los productores de cobre. Todos juntos podrían negociar unas condiciones óptimas arancelarias. Pero Trump siempre buscará la división y al que hace la guerra por su cuenta para obtener una ventaja competitiva respecto de los otros. En Europa estamos acostumbrados a hacer muchísimas cosas en común. Pero tengo la impresión de que no hay unidad de criterio en cuanto al modo de negociar con Trump. Von der Leyen y la mayoría son partidarios de una posición más bien apaciguadora y floja, y otros, generalmente socialdemócratas, Sánchez tal vez como una de las cabezas más visibles, son partidarios de una negociación más dura.
¿Cómo vio a Sánchez? Salió a salvo del pleno sobre corrupción.
Y venía del efecto Montoro. Yo le veo siempre navegando en un alambre vertiginoso, con un cierto desconocimiento que tenemos todos pero también él, de las dimensiones que va a adquirir en el futuro el caso Ábalos y Cerdán, porque no sabemos qué es lo que la UCO nos tiene preparado. Pero optimista en que siendo la supuesta corrupción Ábalos Cerdán un escamoteo de la ley para obtener una mordida económica, no tiene nada que ver con el tipo de corrupción que ha reaparecido en el caso Montoro, de ministros que hacen la ley para favorecer a unas determinadas empresas. Toda corrupción es mala. Una que tiene que ver con hacer una ley para tus amigos tiene un tratamiento penal, pero también político, y un carácter estructural. Esto ha escalado, pero no en la dirección que podríamos pensar, sino por el otro lado, trayendo a la luz una corrupción que no es de unos pillos saltándose la ley, sino un ministro legislando para los amigos. Esa corrupción estructural contra la cual surge la moción de censura que lleva a Pedro Sánchez al Gobierno ha reaparecido años después en la figura de Montoro, pero creo que tiene razón Sánchez cuando dice que la corrupción estructural desapareció tras esa moción con un Gobierno que venía a acabar con ella, lo cual no quiere decir que se pueda acabar con la corrupción no estructural, porque esta por sus propias características es que alguien se escapa del cumplimiento de la ley y es relativamente difícil de evitar, pero la estructural nos retrotrae a otros tiempos y desde luego me parece que ha cambiado el foco de la atención, de unos casos particulares penosos a unos casos estructurales todavía más penosos. En estos momentos el discurso del PP de que haya elecciones o de que los socios dejen de apoyar al Gobierno porque el PP tiene un discurso de regeneración democrática es completamente increíble, y si el PP insiste en esto, ya probablemente no pueda hacer otra cosa, eso será una máquina de dar votos a Vox.