MITO 1. Las parejas felices nunca pelean. Esta es una creencia muy común. Pero falsa. Casi todas las parejas pelean y discuten, incluidas las felices. Por lo general, las discusiones entre parejas son destructivas. Cada uno de sus miembros busca disculpas o excusas frente a un problema o conflicto determinado. Y lo que es peor: proyecta sus propias culpas sobre el otro, en vez de asumir su responsabilidad. Solo habla para confirmar al otro sus errores. Pero ponerse a la defensiva no hace sino deteriorar la relación.

Sin embargo, discutir no es -aunque se crea lo contrario-, negativo. Lo que es perjudicial es no saber discutir. Las parejas felices han aprendido a discutir en forma positiva. Han aprendido a estar de acuerdo en no estar de acuerdo. Sin culpabilizarse mutuamente, sino escuchándose uno al otro y buscando soluciones eficaces. Saben discutir unidos. Paradójicamente, la ausencia de discusión en una pareja puede ser un mal síntoma: de incomunicación, rencor, resentimiento o aburrimiento. Es esa pareja que muestra su indiferencia con el frío abrazo de una madrastra.

MITO 2. Tu pareja debería ser tu mejor amigo. Las mujeres especialmente quieren que sus maridos o parejas sean sus mejores amigos. Ellas quieren contarles prácticamente todo. Compartir sus más profundos sentimientos. Charlar durante mucho tiempo acerca de su relación. Los hombres, por lo general, no son así, por lo que las parejas a menudo se decepcionan. Pero aunque el hombre pueda pensar de la misma forma y disfrutar de las mismas cosas, la mujer busca en él distintas características a las de un amigo. Cuando lo evalúa lo hace por otras ventajas: atractivo sexual, potencial paternidad, valores éticos o incluso por su solvencia económica.

Por lo tanto, un hombre y una mujer pueden formar una gran pareja y no ser entre sí los mejores amigos. Las parejas pueden divertirse y disfrutar de su tiempo juntas sin necesidad de tener exactamente la misma visión del mundo. No tienen por qué ser amigos. No hay que olvidar que los amigos pueden ser una medicina, pero, a veces, con peligrosos efectos secundarios.

MITO 3.- Si deseas a alguien es que algo no va bien en tu relación. Cuando él o ella fantasea sobre algún compañero/a de trabajo enseguida se le despierta un sentimiento de culpabilidad. Como si estuviera traicionando a su pareja. Y lo mismo ocurre cuando uno de ellos está observando con cierto detenimiento a alguien del sexo opuesto en un restaurante o en la calle. Se cuestiona enseguida su fidelidad. Los seres humanos tenemos la capacidad de soñar y de girar la cabeza para ver a otros. Esto es, sencillamente, así. Y no es un síntoma de infidelidad. Existe, por supuesto, una gran diferencia entre el deseo y la acción. Pero fantasear es inocuo y puede ser mejor que la realidad. Los seres humanos se perturban no tanto por lo que ven sino por la interpretación que hacen de lo que ven. El celoso nunca lo es por lo que ve, ¡con lo que imagina basta!

MITO 4. Entre una pareja no deben existir secretos. La pareja debe aceptar que cada uno de ellos puede mantener secretos -de cualquier índole— y que no tiene por qué confesárselos al otro si no lo considera necesario o apropiado. Todos tenemos el derecho de guardar secretos. Es más, los hombres deben reconocer la necesidad que muchas mujeres tienen de contar secretos a sus amigas. Para la mayoría de ellas, reunirse y hablar de sus sentimientos o emociones es el núcleo de la amistad. Pero revelar a la pareja un secreto equivocado o en un momento inoportuno puede ser, muchas veces, el principio del fin... Todo el mundo tiene derecho a guardar secretos. Algunos, tan profundos como lo que Sommerset Maughan escribió: “Tiene secretos que ella misma no conoce”. “Tu secreto debe pasar a formar parte de tu sangre”, concluye un proverbio árabe.

MITO 5. Nunca deberías ir a la cama rabioso. Alimentar la ira hasta que el conflicto explote y la pareja se desahogue disparándose acusaciones entre sí ¿es positivo? Pues no. Nada se consigue cuando la gente está enfurecida. De hecho, expresando la ira se genera aún más ira. Solo mejora el arco del lomo del gato. Es mejor irse a la cama rabioso que decir o hacer algo que más tarde lamentarías. Es preferible decir a tu pareja “No puedo tratar correctamente este problema ahora” o fijar un momento determinado del día siguiente para resolver las discrepancias que interrumpir temporalmente la convivencia, como dice ahora la gente de sangre azul. La paciencia nunca es tan importante como cuando estás a punto de perderla.

Una vez que la pareja enfurecida está calmada, se puede discutir el desacuerdo. Pero el ofendido debe previamente enfatizar positivamente ante el otro las muchas veces que está de acuerdo con él en otras cosas. Los comentarios positivos hechos de antemano reducen el impacto de ira que provocará a su pareja una crítica negativa. Con un buen cumplido se puede vivir una semana más sin discutir.

MITO 6. Somos incompatibles porque somos diferentes. Muchas parejas creen que su mala relación es el resultado de sus diferentes personalidades y lo expresan así: “Somos incompatibles, a él le gusta salir y a mi quedarme en casa” o “Ella se acuesta pronto y a mi me encanta trasnochar”. Estos razonamientos son, en realidad, un esfuerzo por explicar su infelicidad. Pero son argumentos falsos.

En vez de enfocar su problema en términos de desacuerdos, la pareja debe desarrollar la capacidad de escucharse detenidamente. Escuchar implica entender y aceptar las diferencias de personalidad y gustos que existen entre ellos. Si a uno le gustan los perros y al otro los gatos, tenemos, efectivamente, una diferencia. Pero si uno insiste en que al otro le deberían gustar los perros en vez de los gatos, tenemos un desacuerdo. La clave para resolver el conflicto es compartir. Pueden salir ganando los dos cuando las diferencias de valores opuestos se comparten. No salir ganando solo uno de ellos.

Hay muchas parejas incompatibles que llegan a acuerdos, se enriquecen mutuamente con sus diferencias e incluso son felices… sin necesidad de comer muchas perdices.

MITO 7. Las parejas han de ser completamente honestas y sinceras. Por lo general, la gente moralista se enoja cuando alguien afirma que no siempre es bueno ser absolutamente honesto y sincero con su pareja. Cree que ambos deben compartir hasta los detalles más íntimos de su vida. Falsa creencia. Efectivamente, no siempre hay que decirlo todo a la pareja, para eso ya están los locos. Es peligroso ser absolutamente sincero con tu pareja, a menos que seas también estúpido.

Veamos: ¿debe un hombre decir a su mujer que tuvo hace años un romance con una vecina? ¿Debe contar una mujer a su pareja que ella tiene un trivial contacto con un compañero de trabajo? No hay que usar a la pareja como tu confesor. Piénsalo dos veces antes de confesar algo que siempre provocará dudar de tu palabra o estar celoso de las relaciones que el otro tiene con sus amigas o compañeros de trabajo. El talento no consiste precisamente en saber lo que se ha de decir, sino en saber lo que se ha de callar. La sinceridad absoluta tiene más posibilidades de separar a las parejas que de unirlas.

MITO 8. El sexo no es lo más importante. Una relación sexual extraordinaria no es una garantía para mantener a una pareja unida. Pero una deficiente lleva a la frustración, la alienación o incluso a la ira. Si el sexo es insatisfactorio, no lo consideres de menor importancia ni asumas que ya mejorará con el tiempo. Algunos problemas -coito doloroso, eyaculación precoz, vaginismo, escasa frecuencia, etcétera- deben resolverse. Y otros deben necesariamente cambiar. Por ejemplo: si uno apenas siente deseos de contacto sexual y el otro tiene intensos deseos de tenerlo, la relación se resentirá y será inevitable que surja tensión. La mayoría de parejas puede aprender a satisfacerse, pero solo si sus deseos sexuales son parejos. El sexo es importante. La experta Marilyn Monroe, lo defiende así: “El sexo sin amor es muy poco, y el amor sin sexo también es muy poco”.

MITO 9. Ninguna pareja sobrevive a la infidelidad. Pocas experiencias son más dolorosas que descubrir que tu pareja te ha sido infiel. Pero un desliz no es necesariamente un síntoma de que la relación se haya ido a pique. Se puede superar. Hay muchas razones por las que un hombre o una mujer pueden verse con alguien -soledad cuando el otro está largamente ausente, la necesidad de sentirse atractivo para los demás, etcétera-, aunque esto pueda decir poco acerca de la calidad o solidez del compromiso de pareja. Pero es falso, como generalmente se cree, que ninguna pareja sobrevive a la infidelidad. En muchos casos, se puede perdonar. Salvo por quienes son socialmente rígidos y atrasados. Errar es humano, perdonar también.

Pero si te has sentido traicionado, pregúntate qué es lo más importante para ti. Si es la fidelidad sexual, entonces una cana al aire puede significar el fin de la relación. Pero si lo que tú valoras en tu pareja son otros factores, merece la pena hacer un esfuerzo por superar la crisis. En este sentido, la joven escritora china Wei Hui declaraba: “A mí no me importaría que mi marido tuviese un affaire con otra mujer, siempre que no se enamorara de ella”. Si tú eres el ofensor y hay una oportunidad para el perdón, el descubrimiento de una infidelidad incrementa muchas veces el ímpetu de fortalecer la relación. La vida no es otra cosa que una sucesión de oportunidades para sobrevivir.

MITO 10. Nunca hay solución ante posturas irreconciliables. Contrariamente a lo que se cree, y por mucho deterioro que haya podido provocar algún conflicto, basta, algunas veces, un pequeño cambio de actitud de uno o de ambos miembros de la pareja para lograr grandes efectos. Se trata de buscar y abrir el grifo de la reserva de la esperanza. ¡La esperanza tiene más vidas que un gato!