Quedaban ayer -cuando se hizo este reportaje- menos de veinticuatro horas para el estallido de la fiesta y la cercanía de San Fermín se hace palpable en la calle Estafeta. El aire se impregna de una mezcla de nerviosismo y alegría. Los viandantes, lugareños y forasteros, se detienen frente a la tienda Kukuxumusu a observar su reloj, que cumple dos décadas contando los días al revés. La atmósfera se carga de unas ganas contagiosas y las horas, minutos y segundos parecen detenerse en los rostros que contemplan los números que marcan la cuenta regresiva. Es el testigo del tiempo y de la emoción en la calle Estafeta. El Chupinazo marcará el comienzo de las 204 horas de fiesta que regalan los Sanfermines.

Los visitantes desean inmortalizar el instante, el último día de cuenta atrás. Veinticuatro horas por delante y la ilusión a flor de piel. “Paso por aquí todos los días para mandarles a mis amigos que cada vez queda menos, y hoy no podía faltar la foto”, explica el vecino Juan Ordóñez. Remarca los acontecimientos de los que más disfruta “a pesar de tener una edad”: “Espero con ansia el almuerzico con los amigos que tengo hoy y la procesión y el vermú de mañana”, aclara.

Las fotos circulan por Whatsapp con diferentes destinatarios. Para dar envidia, para calentar el ambiente... para anunciar fiesta: “Me ha pedido mi mujer que le mande la imagen para enseñar que ya queda muy poquito”, aclara Javier Pabolaza. Asegura que él no va a disfrutar de los Sanfermines porque es trabajador de villavesas, pero invita a que la gente lo pase bien: “Que los celebren, son sólo nueve días al año y aunque por el alboroto sea difícil dormir, por ceder estos días no pasa nada”, añade.

Estefanía Sangucho, residente en Pamplona desde hace unos años, acude a capturar el momento con doble motivo: “Hoy es mi cumple, por eso me he acercado al reloj. Marca la cuenta atrás de las fiestas pero también lo tomo de referencia para mi cumpleaños”, añade. La joven asegura que el comienzo de las dos celebraciones los disfrutará con el Chupinazo, y tiene claro que exprimirá de una de las nueve jornadas marcadas en el calendario festivo: “Por las noches voy a salir todos los días”, asegura.

Muchos pamploneses que ahora viven fuera de su ciudad natal regresan a casa en fiestas. Este es el caso de Iker Goiburu, residente en Albacete que vuelve a casa de sus padres en Pamplona cada año para los primeros días de San Fermín: “Tengo muchas ganas de que empiecen, además se viene notando desde hace días que en las calles hay más gente de lo habitual, y se empieza a ver la presencia de los forasteros”, aclara. Además, explica que su hija “está muy contenta” de poder volver a ver los Gigantes y los fuegos artificiales.

El reloj, ajeno a la vorágine que lo envuelve, sigue su ritmo constante, imperturbable. Los minutos descienden sin cesar, marcando el paso inexorable del tiempo. Es un símbolo de tradición, de continuidad, de que la vida sigue su curso y que los Sanfermines, año tras año, renacen con fuerza y vitalidad.