La plaza de los Fueros ha acogido a las 13.30 horas a 13 grupos de danza de Pamplona y Comarca. Tras el Chupinazo, el folklore y la tradición han vuelto a celebrarse tras 4 años sin poder disfrutarlo, debido a la pandemia y a la lluvia, en el caso del año pasado. 

En esta 46ª edición, han participado los grupos Amaiur, Ardantzeta, Basakaitz, Dantxaldi, Duguna, Eluntze, Harizti, Iruña Taldea, Larratz, Mikelats, Muthiko Alaiak, Oberena, Ortzadar, Txori Zuri. Más de 10 grupos que se han convertido en uno.

Protagonistas

Antes de actuar, Odei y Garatzi, dos integrantes del grupo Basakaitz “tenían ganas, pero estaban un poco nerviosas”. Pero la alegría de volver a bailar ante el público y “una temperatura ideal” ha conseguido que los nervios no les jugasen una mala pasada. Ambas llevan 11 años paricipando en el Festival Folklórico, y tras 2 ensayos generales y muchos otros con el resto de componentes de Basakartz, tenían ganas de bailar a la vez que el resto de compañeros. “Es una tradición de nuestra tierra, algo más allá de los actos nocturnos”, así es como las dos dantzaris han reaccionado a la cantidad de público que ha acudido al acto, “muchas más personas que otros años”.

El espectáculo

Tras el paso tradicional de hondear las banderas, que este año era responsabilidad de los grupos que empezaban por la M, Mikelats y Muthiko Alaiak, el orden de salida de los grupos ha seguido una cronología alfabética. Lesaka y El Ciego son las danzas que han protagonizado el acto. Txapelas rojas , cintas de colores llamativos, cascabeles, castañuelas y alpargatas con los colores de San Fermín han acompañado movimientos ágiles y coordinados. 

Un público entregado

La destreza de los dantzaris ha cautivado la atención de un público que destacaba por la diversidad generacional. Una niña pequeña, que apenas andaba, anunciaba en su pañuelico que “eran sus primeros Sanfermines”. Tampoco han querido faltar a la cita aquellos que además del rojo y el blanco, han lucido restos del Chupinazo y de kalimotxo. La plaza de los Fueros ha acogido a los asistentes en los bancos, en el suelo y bajo la sombra de los árboles en la hierba. Desde cada uno de estos rincones todos aplaudían, sonreían y chiflaban.

Además de las dos danzas tradicionales, se ha bailado un pasacalles y una jota, a la que una señora esperaba con ansias, “ahora viene”, le anunciaba a su hija pequeña. Aunque el protagonismo se lo hayan llevado los dantazaris y sus típicos atuendos, los txistularis les han acompañado desde el escenario con una base que ha alegrado al público y animado a los grupos en directo.  

En un baile final, un público intergeneracional se ha fusionado con los dantzaris formando un baile que ha inundado la plaza de pasos torpes, aficionados y profesionales. Lo que sí ha sido común es la ilusión de disfrutarlo.