La novillada de Ganadería de Pincha no obtuvo la notable nota de sus tres primeras comparecencia en la Monumental de Pamplona, pero no defraudó. El sexteto lodosano se movió con algún desorden de ritmo y calamocheo, pero dio la impresión de que en manos más duchas hubiera propiciado una o dos salidas a hombros. Bien los de José Antonio Baigorri en el primer tercio, aunque con la pena de que el primero, un precioso burraco que atendía a Ofuscado, fue feamente tratado en un primer puyazo de aviesas direcciones y en el que dejó gran parte de su fuerza y bravura. El segundo, Oloroso, más discreto de cuerna y desordenado en los primeros tercios, se centró cuando Linares se quedó a solas con él, desplegando calidad y condiciones. El menudo jienense, vestido de rosa palo, sólo lo entendió y se encajó en una tanda al final del trasteo. Quizá fuera lo más artístico y clásico de toda la tarde noche pamplonesa.

El tercero, Sonámbulo fue un utrero notable que cumplió con brillo en varas y galopó y se entregó con clase en la muleta de Cristiano Torres. El novillero, que ni se empleó de salida ni en quites con el capote en toda la tarde, montó su lío con la franela, de rodillas y con todo. Perdió una oreja por demorarse en matar y porque el pupilo de El Ontanal, como todos sus hermanos, vendieron con bravura y a alto precio su muerte. A la postre, Cristiano perdió ahí la puerta grande y un triunfo grande. Un trofeo que no sumó al que sí obtuvo del cierraplaza.

La verdad sea dicha, el aragonés, con apenas 17 años, ya ha asaltado el escalafón de plata con enorme fuerza y ambiente. Nadie se lo podrá negar, ni sus ganas ni la emotividad que desprende en todas sus puestas en escena. Mas, sí es muy probable que los aficionados más duchos y de fina y clásica sensibilidad, se fueran a sus casas a preparar los atuendos para el Chupinazo sin tomar demasiada nota del maño. Con el capote, nada, ni unos lances con sentido ni remate, ni un quite, parece mentira. Con la muleta a revientacalderas desde el inicio. Por el tendido 2 se discutía que los modos y estridencias del torero, ribeteando cada serie con flequillazos a la parroquia, se asemejaban más a Roca Rey o al esplotaesplotamespló de la recordada Rafaela Carrà.

Se la jugó Cristiano, hecho un bicho, ante el sexto para asaltar la banca. De hinojos otra vez al galope del bravo Ibicenco que hacía sexto, mostró tanto su valor y temeridad como la falta de oficio y de la física del cite, el embroque y la salida de la reunión. Se libró en el inicio, y también en el final de faena, de un par de cornadas en sendas y espectaculares volteretas. Indemne y seguro, casi a gusto, se fue detrás de la espada. Si no es por un pinchazo previo con la espada y con el verduguillo, se hubiera llevado la tarde por aclamación del público, que entre generalista, exagerado y ya cansado de la poca resolución y de largas agonías de los novillos lodosanos, estaba dispuestos a todo.

Parejo fue el más académico de los tres. Ante el aprovechable cuarto pareció acoplarse por momentos, pero la cosa no fue a más. Cerca de un trofeo si mata bien.

De Marcos Linares se puede decir que era el de más pura y naturalidad taurina y de clase de la terna. ¡Esa tanda última Oloroso..! Con el desordenado quinto, Fundidor, lo intentó, pero no logró el acople necesario. Una pena, porque el andaluz tiene muy buen aire.

LOS NOVILLOS

  • Ganadería de Pincha. Utreros bien presentados, con alguna desigualdad, astifinos. Con fijeza y nota en el primer tercio. Nobles y con distinto ritmo y juego en la muleta. El mejor fue el 3º. Bueno el 2º. El 1º, que apuntaba alto, mermado en varas. Al 6º lo lidiaron mal y el torero lo ahogó.

LOS NOVILLEROS

  • Christian Parejo. Silencio y ovación.
  • Marcos Linares. Silencio tras aviso y palmas tras aviso.
  • Cristiano Torres. Ovación y oreja.

LAS GRADAS

Presidencia. Bien a cargo de José Mª Sevilla García.

Incidencias. Tres cuartos de entrada en tarde apacible, algo ventosa, y de buen ambiente.