La corrida de Escolar Gil aún superó la nota del año anterior en esta ciudad. Si, entonces, hubo dos toros de nota, 2º y, sobre todo, el 6º, esta vez puntuaron por encima del bien los cinco primeros toros. Bajó un tanto la nota el sexto de ayer, un toro de antagónico comportamiento al de sus hermanos, con actitud insumisa, descastada e imposible para que, ni en plan suicida, Juan de Castilla pudiera abrir la puerta grande. El colombiano ya había obtenido un merecido trofeo del tercero, Chatarrero, que cumplió de sobra en varas y esgrimió encastada movilidad. El Chatarrero vendió cara su muerte en el epílogo de la espada y cogió dramáticamente al menudo americano y, por instantes, se presagió lo peor de lo peor. El gañafón violento golpeó a Juan en el pecho. El torero salió del trance, pero en un segundo perdió el oremus. Otro capotillo del santo morenico le insufló el aire suficiente para volver a la cara del tiazo y recetarle una meritísima estocada. Oreja de peso en trueque de vida o muerte.
La corrida se convirtió en una batalla campal cuando el cuarto, otro tiazo, como, otro, el quinto, de quitar el hipo, arremetió al lorquino cuatro o cinco veces con fiereza. Rafaelillo acabó, pobre de él, otra vez en el Hospital de Navarra. Escena épica y dantesca del murciano, descompuesto, sin poder erguirse, apaleado por todas partes y ensangrentado. Quizá faltó a la escena tétrica algo más de decoro taurino, mas lo más importante fuera que se jugó la vida sin trampa ni cartón. Estaba espoleado por el otro suceso anterior de Juan de Castilla, que había salvado la vida de milagro.
El colombiano intentó repetir la jugada con oro torazo, el sexto Tobillero I, pero fue imposible. El toro ya se había manifestado ante el penco haciendo sonar el estribo, defendiéndose por alto y repuchándose. Aún Así, Juan de Castilla lo citó desde la boca de riego de Sancena para lucirlo y plantear un argumento de final feliz, aunque otra vez a vida o muerte. El colombiano le endosó una tanda al natural. Ahí acabó la épica de la emotiva función. El toro, quizá mermado por sus mansos genes o por una lesión inescrutable, dijo que nada de nada. Encampanó su estancia en el ruedo y no se dejó meter mano. Se dedicó a mirar y escuchar los ruidos de la solanera. La suerte suprema imposible, fue, al final, digna. Bien Juan de Castilla, su necesidad, arrojo y valiente propuesta le deberían valer para, como en el año anterior, repetir en 2026.
El parte médico del doctor Ángel Hidalgo decía que el torero colombiano sufría un trauma torácico. Pudo volver tras su paso por la enfermería.
El parte de Rafaelillo señalaba que había sufrido politraumatismos y que había sido trasladado para estudios radiológicos, permaneciendo en observación.
La verdad, sin exagerar, que ambos toreros volvieron a nacer. Hay fotografías en las que se atisba una cornada que le atraviesa un muslo a Rafaelillo. No debió de ser así, aunque lo pareciera.
Por su parte, Robleño se despidió dignamente de Pamplona, donde debutó en 2006. Buena y encajada, todo lo que se podía, labor con el noble, pero no tonto segundo, Señorito. Mató de buena estocada en segunda instancia y merecidamente fue aplaudido. Ante el quinto estuvo a menor nivel y mató mal.
LOS TOROS
José Escolar Gil. Seis toros de gran trapío, en tipo de su estirpe Albaserrada. Encastados y con emoción, menos el sexto que abrochó el buen conjunto con mala nota. Todos, salvo ese sexto, cumplieron con más o menos brillo ante el caballo en el primer tercio. Nobles y manejables los dos primeros. Con transmisión e importancia los lidiados en tercer, cuarto y quinto lugar. Tuvieron movilidad, con toros humillando con el hocico por la arena. Muy interesantes. Manso y con la cara por las nubes el sexto.l
LOS TOREROS
Rafaelillo. En el primero, silencio. Y en el cuarto, oreja.osrer
Fernando Robleño. En el segundo, saludos desde el tercio. Y en el quinto, silencio tras aviso.
Juan de Castilla. En el tercero, oreja tras aviso. Y en el sexto y último, silencio tras aviso.
LAS GRADAS
Presidencia. Correcta a cargo de Mikel Armendáriz Barnechea, concejal del Ayuntamiento de Pamplona, asesorado por José María Sevilla, presidente del Club Taurino de Pamplona (artístico) y Roncesvalles Arraiza (veterinaria)
Ambiente. Tarde con algo de bochorno, pero sin terminar de agobiar. Una día más, lleno de no hay billetes, y van cinco. En el último toro la Banda de Música Municipal La Pamplonesa, y su director, se llevaron sendas ovaciones.