Risas, ilusión y pereza en la vuelta al instituto
Ayer comenzaron los alumnos de 64 centros. Algunos de ellos se mostraban ansiosos por volver a empezar. A otros les daba más pereza...
día diez de septiembre. Día en que 38.000 estudiantes navarros de ESO, FP Y Bachillerato vuelven al instituto. Ayer, para ser más exactos, era el turno de los pioneros. Algunos centros no abren sus puertas hasta el próximo lunes o martes y sus alumnos siguen de fiesta.
No estaban de fiesta los jóvenes del Instituto Navarro Villoslada, que puertas a dentro vivía un ciclón de reencuentros, saludos, risas y exaltación de la amistad en general. Había ganas de empezar el curso. "Tenía ganas de volver, de regresar a la rutina", afirma Tommy Loor, un estudiante de segundo de Bachiller de 17 años. En parte, porque "lo nuestro es estudiar" y porque "en general mantienes el contacto, pero siempre hay algún compañero al que ves menos". Tommy comienza con ganas un largo curso que culminará con la selectividad. Si la aprueba, espera acceder a la universidad para estudiar Historia o Filosofía.
También aborda el curso con entusiasmo Víctor Erice, pero por motivos diametralmente opuestos. "Tenía ganas de volver, porque así ahorro más dinero durante la semana y luego los fines de semana me pego unas fiestas brutales". No está mal pensado. No obstante, no olvida para lo que, en teoría, está en Bachiller. "Me gustaría estudiar una ingeniería cuando termine el curso", asegura. Además, afirma estar "deseando de acabar Bachiller", porque "en la uni, aunque haya que estudiar más, hay menos clases". Para estos proyectos futuros, Víctor deberá enfrentarse a la temida selectividad, o no tan temida, al parecer. "Mi hermano ya la hizo y me dijo que es fácil, si estudias y lo haces bien...".
Pero no todo el mundo tenía ganas de comenzar el curso. Todavía quedan los irreductibles que cualquier verano se les hace corto. En este caso las irreductibles, en femenino. Marina Bidal y Virginia Olza han pasado un buen verano. "Hemos estado en fiestas de pueblos como Estella, Puente la Reina, Tafalla..." y claro, no apetece estudiar. "No estamos concienciadas", matizan. Ya tendrán tiempo para concienciarse y saber qué quieren hacer con sus vidas, porque ni Marina ni Virginia saben qué será de ellas cuando concluya el próximo mes de junio. "Queríamos estudiar arquitectura, pero este año nos hemos cambiado de ciencias a letras y no tenemos ni idea de qué estudiar", dice Marina. "Tenemos mucho tiempo para pensar", agrega Virginia. Un curso entero para decidirse y en el que disfrutar y estudiar. Estudiar porque el coco espera en junio en forma de selectividad y les da "respeto y un poco de miedo".
"Desde primero llevan dándonos la tabarra con la selectividad", comenta Alexia Rodríguez en la misma línea que sus compañeras. Alexia, a la que ha acompañado su novio en tan duro trámite (volver a empezar las clases), reconoce que "algo de ganas" tenía de comenzar el curso. "En clase hay muy buen ambiente y nos tratamos muy bien. Tengo buenos amigos y quería volver a verlos", asegura. En el telón de fondo, medicina. Alexia dejará el instituto "con pena por perder el contacto con mucha gente" pero con la ilusión de estudiar medicina, algo que lleva "por dentro", afirma.
el salto de la eso a Bachiller
Con y sin ganas de empezar
Yhisset Valencia, María García, Ohiane Burillo, Carla Martín e Iñaki López charlan en la entrada del Instituto tras su primer día de clase. ¿Había ganas de empezar? "Sí, no, quizá", se oye a la vez. Disparidad de criterios. "Sí que había ganas -se impone María- de ver a la gente. Además, al final el verano se acaba haciendo aburrido".
Los cinco son de la cuadrilla por lo que, al menos, durante las vacaciones han mantenido el contacto. No obstante, más bien parecía que no se habían visto en décadas, pues las risas, las carcajadas y el buen humor era más propio de un feliz reencuentro. Y para que luego digan que el primer día no sirve para nada, los cinco tenían ya reclamaciones. "La agenda de este año es muy fea", comentan, "y además nuestra clase, la F, se ha quedado en el piso de abajo, estamos con los de tercero y cuarto", agregan. Da igual- prosigue uno de los presentes- vamos a estar todo el rato entre clase y clase arriba alborotando y haciendo el mal".
Pero pese a esta declaración de intenciones, son conscientes de que Bachiller es diferente. Cuando acaba, acaba. Y entonces toca abordar los sueños. Ser un abogado, una profesora o una profesional de la decoración, como quieren Yhisset, María y Ohiane.
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