"TENÍA mucho dolor contenido y una gran pena por no haber sido reconocido en su propia tierra". Son palabras de Emilio Arzoz, referidas al ya fallecido inventor Rufino Lumbier, natural de Esparza de Galar (16-11-1926, 1-9-2009). "Rufino, junto a su mujer Josefina Lacasta, destinó mucho tiempo y dinero a inventos útiles en el día a día. Respetaban el medioambiente y se servían de recursos sencillos. Además, estaba muy concienciado con facilitar la vida de, por ejemplo, los discapacitados", explica Arzoz, vecino de Pamplona.

Emilio Arzoz conoció a Rufino Lumbier por casualidad. "Cinco amigos jubilados (José María Pérez de Eulate, Francisco Pérez, Alberto Zabal, Antonio Martínez y Rafael Herreros) y yo quedamos todos los miércoles para dar un paseo por la Comarca de Pamplona. En una de esas excursiones, en 2008, coincidimos con Rufino y estuvimos un rato hablando con él. Nos contó su historia y nos invitó a acercarnos un día a la bajera en la que trabajaba en San Juan", explica Arzoz. Se quedaron con su número de teléfono, pero no consiguieron ponerse en contacto con él. "Nos enteramos por los medios de comunicación de su fallecimiento. Con el tiempo, conseguimos ponernos en contacto con su hija, Lourdes. Ella nos enseñó un DVD donde se recogía el trabajo de Rufino y nos facilitó diversa documentación sobre sus inventos. Decidimos que había que sacar a la luz la historia de Rufino", sentencia.

Rufino Lumbier se trasladó a Pamplona para ejercer de mecánico y chófer en Inquinasa. Ya desde pequeño, hizo gala de una gran imaginación. Con 11 años, ideó una cocinilla económica, alimentada con leña y serrín, con un depósito de agua. Hacia los 18 años, construyó en su pueblo un generador eólico fotovoltaico que instaló en el monte y que se iluminaba con la fuerza del viento. A los 19 años inventó un motor eléctrico de 2HP de corriente alterna, con un motor como muestra. A los 29 años, desarrolló una máquina que salpicaba, revocaba y lucía la pared, haciendo el trabajo de 10 albañiles. Un año después, en febrero de 1956, se produjo una helada durante todo el mes, registrando valores de 12ºC a 24ºC bajo cero. Los motores, helados, se rajaron y Rufino buscó una solución a base de varillas, balancines y piezas tubulares, que separando el agua del aceite hicieron que los motores funcionasen.

"Después, vendrían muchos más inventos, destacando la puerta automática, el coche híbrido ecológico y una silla para discapacitados, entre otros", reseña Arzoz. "Ahora, estos inventos no tienen sentido pero, en su época, de haber contado con apoyos y con un respaldo económico, habrían tenido una gran relevancia en la sociedad actual", añade Herreros.

"Hoy en día hay una mentalidad ecológica, se apuesta por la energía renovable y natural. Esto ya lo había inventado Rufino, aunque por aquel entonces no había problemas con el consumo o la contaminación. Ahora, producen coches ecológicos, parecidos a los de él, pero incluso los suyos iban más allá y tenían un consumo cero", señala Arzoz.

"También es importante recordar el reconocimiento que tuvo en el extranjero y del que no gozó aquí. En 1996, por suerte, tuvo una gran recompensa moral y en el 45º Salón Mundial de la Invención, Investigación e Innovación Industrial de Bruselas le otorgaron la Medalla al Mérito de la Invención, máximo galardón para una inventor, entre otros reconocimientos", recuerda Pérez de Eulate. Rufino Lumbier era muy generoso y no ocultaba sus inventos. "Algunos de ellos estaban patentados, pero claro, eso también cuesta dinero", explica Zabal. "Véte a saber a qué se debería, Rufino tuvo muy mala suerte con sus descubrimientos, hasta el final", lamenta Pérez. "Insistió mucho para que le dejaran poner una muestra de sus obras en Pamplona -le completa Arzoz-. Al fin, logró instalar una amplia exposición con sus inventos, autorizada por el Ayuntamiento de Pamplona, en la campa del Planetario. Ya el primer día apareció quemada una de las carpas y luego, tras un desencuentro con el Municipio, no le fue devuelta ninguna de sus creaciones, algo que supuso un golpe muy duro para él".