dURANTE meses buscaron coincidencias con especies conocidas. Analizaron su morfología y cada detalle de su anatomía. Y no hallaron un ejemplar igual. Dos investigadores de la Universidad de Navarra, Rafael Jordana y Enrique Baquero, han identificado cuatro nuevas especies de animales procedentes de la cueva más profunda del mundo, cuatro diminutos colémbolos, próximos a los insectos, arácnidos o crustáceos, que demuestran que es posible la vida a casi 2.000 metros de profundidad.

Bautizados como Anurida stereoodorata, Deuteraphorura kruberaensis, Schaefferia profundísima y Plutomurus ortobalaganensis, las minúsculas llegaron hasta Pamplona dentro de unas trampas con conservante, después de ser capturados por los miembros de la expedición hispano-rusa en la cueva Krubera-Voronya, en la región de Abkhazia, cercana al Mar Negro. Los investigadores Sofía Reboleira, de la Universidad de Aveiro (Portugal), y Alberto Sendra, del Museo de Ciencias Naturales de Valencia, descendieron por la caverna depositando las mencionadas trampas confiando en que el azar depositara en ellas alguna especie desconocida.

Las muestras fueron remitidas a los zoólogos de la Universidad de Navarra Rafael Jordana y Enrique Baquero, quienes las identificaron y describieron. "Las nuevas especies pertenecen al grupo de los colémbolos, invertebrados artrópodos muy numerosos y cercanos a los insectos, los arácnidos o los crustáceos", explica Enrique Baquero, profesor de la Universidad de Navarra y uno de los autores del estudio, publicado en la revista TAR (Terrestrial Arthropod Reviews), que añade que "se caracterizan por tener esqueleto externo y apéndices articulados, como patas o antenas, además de un órgano especial para saltar llamado furca".

Debido a su modo de vida en la cueva, las cuatro nuevas especies poseen características específicas desarrolladas para sobrevivir en condicones subterráneas extremas, como la ausencia total de luz y la poca disponibilidad de recursos alimenticios. "Como respuesta a estas condiciones, ninguno de los animales tiene ojos y carecen de pigmentación y, además, una de las especies ha desarrollado un quimiorreceptor -una especie de antena parabólica química- que le permite moverse en un entorno tan complicado", indica Baquero.

La presencia de estas especies en un medio tan agreste se explica, según Baquero, gracias a la materia orgánica. "Se alimentan de los hongos que crecen sobre ella, contribuyendo a su descomposición y participando en la red de las comunidades estables de artrópodos que existen en las cuevas", apunta el investigador. La cueva Krubera-Voronya es la única en el mundo que supera los dos kilómetros de profundidad. A pesar de las numerosas expediciones que se han internado en ella, ésta es la primera ocasión en la que se describe su fauna.