La expectación era máxima ante el inicio del juicio. Decenas de medios de comunicación se agolpaban en el recinto del Palacio de Justicia. En la toma de declaración, que se prolongó durante tres horas, Ander E., de 18 años, defendió su inocencia, según informaron a Efe fuentes del caso, ratificando la segunda versión que dio a la Fiscalía.
Ander E. llegó ayer al Palacio de Justicia a primera hora de la mañana. Fue trasladado desde el centro de reforma de Ibaiondo, en Zumarraga, donde está internado desde que se entregó a la justicia el 17 de agosto, un día antes de cumplir la mayoría de edad, consciente de que la Policía le tenía cercado. El joven, en aquella ocasión, confesó ser el autor material de los hechos, que presuntamente cometió cuando tenía 17 años, por lo que la vista se celebró ayer en el Juzgado de Menores de Donostia. El juicio tuvo lugar a puerta cerrada, tal y como ordenaba un auto emitido por la magistrada del caso.
El letrado de la familia de Amaia Azkue confesó ayer su voluntad de que la vista se hubiera celebrado a puerta abierta, consciente de que "es una cuestión de interés general". Finalmente, la jueza entendió que se daban las circunstancias para preservar al presunto autor de los hechos, menor cuando se cometió el crimen. "Solo puedo deciros que ha transcurrido todo con absoluta normalidad, no ha habido ningún incidente". Fueron las escuetas manifestaciones de Miguel Castells, el abogado que representa a la familia de Amaia. Castells no quiso entrar a valorar ninguna cuestión, ni siquiera si el imputado se declaró culpable o inocente.
Lo cierto es que la versión de los hechos ofrecida hasta ahora por Ander E. ha resultado un tanto confusa. En su primera declaración, en agosto del año pasado, cuando decidió entregarse acompañado de su padre y un abogado, reconoció que mató a Amaia y que utilizó para ello una piedra, tal y como revelan las pruebas forenses. Amaia presentaba una fractura craneal tras recibir varios golpes mortales de necesidad.
Pero el imputado se desdijo de su declaración inicial meses después. Así, en enero ofreció una versión de los hechos bien distinta, atribuyendo la autoría del crimen a una segunda persona de la cual tan solo ha aportado una vaga descripción física. No obstante, el ADN y las huellas dactilares recabadas por los agentes, que presentaron declaración ayer por la tarde, parecen lo suficientemente concluyentes para incriminar al procesado, vecino de Azpeitia e hijo de una familia acomodada.
Por todo ello, las acusaciones fiscal y particular solicitan para el inculpado una condena de diez años de internamiento en régimen cerrado -piden que la cumpla en una cárcel para adultos- y cinco más de libertad vigilada. Se trata de la máxima condena que puede imponerse a un menor. El juicio se reanudará hoy con la declaración del marido de Amaia, los testigos que hallaron el cadáver y las amigas que compartieron con la víctima su último café.
Un año del asesinato
Doloroso aniversario
El juicio llega en un momento especialmente emotivo. Esta semana se cumple el primer aniversario del atroz asesinato, una efeméride que tuvo en cuenta el abogado de la acusación particular. "La familia está con mucho sufrimiento y mucho dolor, porque además el juicio coincide con el aniversario del crimen", recordó el letrado a las puertas del Palacio de Justicia.
El cadáver de Amaia apareció atado de pies y manos en aguas del embalse de Ibai-Eder, en Azpeitia, el 16 de marzo del año pasado. El viernes se cumple un año del fatídico asesinato. Amaia, que aquel día había tomado un café con unas amigas para realizar unas compras en Zarautz poco después, trabó contacto con su presunto asesino en torno a las 13.00 horas.
Los hechos ocurrieron de un modo vertiginoso. Testigos que declararán a lo largo de esta semana confesaron haber visto a un varón lavándose las manos en el barrio de Arratz-Erreka de Azpeitia, a unos 45 kilómetros del centro comercial donde fue vista Amaia con vida. Estos testigos reconocieron haber observado a un joven alto y cuya descripción coincidía con la del encausado, desprendiéndose de unos enseres y lavándose las manos en la pila de una ermita del citado barrio.
Para entonces se sospecha que el asesino ya había acabado con la vida de Amaia. Los testigos observaron al joven entre las 14.00 y 14.30 horas de aquel miércoles lluvioso. Todo debió ocurrir muy precipitadamente, teniendo en cuenta que Amaia fue vista con vida en Zarautz por última vez hacia las 13.00 horas. En el intervalo de una hora y media, dos a lo sumo, tuvo lugar la macabra secuencia de hechos.
La única versión oficial que hasta ahora se ha ofrecido sobre lo ocurrido es la que realizó hace meses el consejero de Interior, Adolfo Ares, que apuntó al robo como principal hipótesis en la investigación. Lo cierto es que el imputado sacó 300 euros con la tarjeta de Amaia ese mismo día. Las cámaras de una entidad bancaria de Azpeitia grabaron a un varón, cubierto con una visera, que realizó esta operación a mediodía y volvió a intentarlo dos días después en un cajero de la calle Mayor de Zarautz, aunque sin éxito. Las pesquisas policiales se prolongaron desde aquel mes de marzo durante cinco meses, hasta que el 17 de agosto, el imputado decidió entregarse ante la justicia.