no podrá olvidar jamás la escena de un 10 de abril de 2012 a las diez de la mañana. Ese día y a esa hora el banco le echó de su vivienda y desde entonces Joaquín Sanz Arizaleta ha peregrinado por habitaciones de Iturrama, Mendebaldea, Barañáin y Rochapea. Es lo que puede pagar, "entre 200 y 300 euros". En realidad es lo que a su juicio "debería costar el alquiler social de una vivienda", alrededor del 20% de los ingresos que gana una familia porque de esa manera "todo el mundo tendría su propia casa". Y el también podría disfrutar de la compañía de su hija (está separado) cuando viene a verle muchos fines de semana.

En el piso de la calle Pedro Maceda apenas lleva un año. Los pequeños muebles de Traperos de Emaús, empresa donde trabaja, acogen sus 57 años de vida. En el primer piso conviven cinco historias diferentes, cuatro personas y una pareja que ocupan cada una de las cuatro habitaciones.

Joaquín tuvo que hipotecar su vivienda y una nave para invertir los 480.000 euros necesarios para equipar el negocio de reciclaje textil que montó en su día. En su empresa llegaron a trabajar hasta siete personas pero llegó la crisis y todo el dinero iba a pagar la letra del banco, que terminó quedándose con los dos inmuebles. Desde entonces colabora en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Pamplona y enseña a un grupo de Traperos las técnicas del reciclaje de telas en una línea específica creada por la fundación.

Desde su trabajo en la PAH conoce la situación de otras muchas personas, familias enteras (hasta ocho personas dice conocer) que ocupan una habitación en alquiler o que acuden a casa de hermanos o padres, muchos de ellos nativos, para rehacer su vivienda "pero estas alternativas también se acaban y la gente termina buscando una habitación para alquilar".

Joaquín cree que "lo justo sería que el Gobierno movilizara todo el parque de viviendas vacías, principalmente las de los bancos y que los ayuntamientos pudieran destinarlos a necesidades sociales". Su aspiración es poder recuperar la vivienda que perdió y saldar la deuda. "Fui uno de los primeros en sufrir los desahucios, cuando todavía no teníamos apoyo ni posibilidades de negociación. Fue una injusticia". ¿Cómo pueden vivir ocho personas en una habitación?, pregunto. "Con ocho colchones en el suelo que se retiran de día y colocan una tabla como mesa", responde. Increíble.