La navarra Inmaculada Echevarría, un precedente para el caso de Andrea
Tras 20 años en cama aquejada de una distrofia muscular, en 2007 fue desconectada del respirador que la mantenía viva
pamplona - El caso de la pequeña Andrea cuenta con un precedente, el de la navarra Inmaculada Echevarría, quien falleció el 14 de marzo de 2007, a los 51 años, tras sufrir desde los 11 años una distrofia muscular que le causó una tetraplejia que la mantenía unida a un respirador artificial. Inmaculada pasó los últimos 20 años de su vida postrada en una cama; los diez últimos en la clínica privada San Rafael de Granada.
Inmaculada, que residió en Andosilla, solicitó que le fuera retirado el respirador que la mantenía viva “porque así no quiero seguir viviendo”, aseguraba. Además, tenía clara la idea desde los 20 años, cuando supo que pasaría su vida postrada en una cama y sin ninguna movilidad. “No acepto que haya medios que mantengan mi vida, no tengo miedo a morir”, aseguraba Inmaculada un mes antes de morir.
La Comisión Permanente del Consejo Consultivo de la Junta de Andalucía avaló la tesis formulada un mes antes por el Comité Autonómico de Ética, que dictaminó que la solicitud de la enferma era “un rechazo de tratamiento”, que se encuadra en una limitación del esfuerzo terapéutico, un derecho reconocido por la Ley de Autonomía del Paciente.
Tras el dictamen del Consultivo, la Junta de Andalucía consideró que el Servicio Andaluz de Salud (SAS) “estaba obligado a poner los medios para proceder a la solicitud”.
La clínica San Rafael estaba gestionada por la orden religiosa de San Juan de Dios por lo que la dirección del centro decidió derivar a Inmaculada al Hospital San Juan de Dios de Granada, dependiente del SAS. Responsables del centro privado señalaron que veían la petición de su paciente “correcta y aceptable, desde el punto de vista jurídico y ético” y al parecer decidieron trasladarla a un centro del SAS ante las opiniones contrarias de ciertos sectores religiosos.
En aquel momento, la Asociación Derecho a Morir Dignamente aseguraba que el caso de Inmaculada “abre la puerta a otros enfermos que quieran exigir sus derechos dentro de los límites que marca la ley”. Este puede ser ahora el caso de Andrea. - D.N.
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