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“Algunas escuelas dicen a las familias que sus hijos irán a Harvard; hay mucho marketing en Educación”

¿Hacia dónde va la Educación Infantil? El pedagogo Miguel Ángel Zabalza habla sobre buenas prácticas, el valor del proceso y el de un ‘resultado’: lograr un alumnado feliz

“Algunas escuelas dicen a las familias que sus hijos irán a Harvard; hay mucho marketing en Educación”

pamplona - ¿Un buen resultado en Educación es conseguir un alumnado de 10 o que vaya feliz a la escuela? Miguel Ángel Zabalza (Pamplona, 1949) cree que el mundo educativo a menudo está más marcado por el resultadismo que por el proceso y, lo importante, sostiene, en la Educación Infantil es lo segundo. Este psicólogo y catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Santiago de Compostela participa durante esta semana en las jornadas organizadas por el Consejo Escolar en torno a la educación de 0 a 6 años. De hecho, inició las ponencias (que se extienden hasta mañana) con una conferencia sobre las buenas prácticas en este terreno.

¿Qué se considera una buena práctica en Educación Infantil?

-Tiene que guiarse por diversos indicios. En un proyecto de investigación en el que participo [Zabalza forma parte de un proyecto sobre buenas prácticas docentes encaminadas a la mejora educativa], de forma nacional, buscamos no solo cuestiones valiosas en sí mismas, sino también como elemento de transferencia, para que otras escuelas que puedan tener más dudas en su desarrollo puedan ver qué está saliendo en otras zonas. Una duda, por ejemplo, es si debíamos hablar de buenas prácticas o de buenos profesores, y no quisimos hacerlo en ese segundo plano, porque incluso el buen profesorado tiene buenas y malas prácticas. Ninguna escuela, ningún profesor, es bueno en todo, pero probablemente todas y todos son buenos en algo. La cuestión es tratar de identificar en qué.

¿A qué edad cree acertado que empiece la escolarización?

-Esto está cambiando mucho porque están cambiando los padres. A los más tradicionales no les importaba que fueran desde muy pequeñitos, desde bebés, a las escuelas; los de ahora sienten más el deseo de que su hijo por lo menos el primer año lo pase con la familia. Y no parece una mala regla. En los estudios, al hablar de una Educación Infantil temprana, se habla de la educación que empieza a los 3 años. Como mucho, a los 2. Y, a partir del año, los niños ya empiezan a hablar, se puede apostar por una educación bilingüe...

¿Cuál es su opinión sobre cuántos idiomas pueden abordarse en la Educación Infantil?

-Cuantos más idiomas domines, más fácil es aprender otros. Y está claro que si un niño tiene una madre y un padre que le hablan en diferentes lenguas, eso es algo fantástico. Les hace bilingües prácticamente desde que empiezan a hablar. Las conexiones neuronales que utilizan para el dominio del vocabulario, las estructuras sintácticas diferentes... las cogen al vuelo.

¿Y cuándo, en su opinión, es la edad adecuada para introducir un tercer idioma?

-En Holanda, cuando terminan la Primaria y empiezan la Secundaria están dominando cinco lenguas. ¿En qué momento? Lo importante es que, se introduzca cuando se introduzca, se haga bien. Con 3 años quizá sea pronto porque están asentando las dos primeras lenguas, pero con 4 o 5 años ya podrían empezar.

¿A esas edades, de qué es capaz una niña o un niño?

-El trabajo que tienen que hacer las escuelas es generar contextos de experiencia, de juego, de encuentro con otros niños, que para ellos sean enriquecedores. Cada estímulo, cada experiencia, genera sus propias conexiones neuronales. Cuanto más rico sea ese espectro, más rica será la base sobre la que se asientan. La clave es que esa experiencia sea diferente a la que se ofrece en la familia. A veces se pregunta si las clases deben tener computadores y, claro, ¿por qué no van a tenerlos? Pero, seguramente, para un niño de ciudad, si en la escuela hubiera una vaca sería más interesante que un computador, que ya lo tiene en casa. Por eso algunas escuelas infantiles italianas, como las de las hermanas Agazzi, son las escuelas de la cabra. Esa capacidad de asombro es muy rica.

¿En qué ejemplos debemos fijarnos para saber hacia dónde va la educación?

-Puede haber buenas prácticas institucionales, como la organización de las escuelas, o que haya alumnado que no esté organizado por edades sino de forma distinta; también puede haber buenas prácticas en la formación del profesorado; o buenas experiencias en la relación de las familias con la escuela; o que se trate de escuelas inclusivas y multiculturales, donde se trabaja con niños muy diferentes entre sí... Pero un punto de partida es que toda buena práctica es contextual, depende mucho del contexto. No se trata de dar recetas sobre cómo dar la educación infantil, sino de analizar lugares donde se hace de una determinada manera y que en ese contexto está funcionando. A menudo, cuando hay una propuesta, cuando se habla de Finlandia... la gente responde que eso puede pasar allí, pero no aquí, donde es imposible. Y es verdad. Pero si presentas algo que funciona, por ejemplo, en Barañáin a gente de Pamplona no te pueden decir eso. Hablamos, por tanto, de un bueno posible, no de un bueno imposible.

La investigación genera a menudo reacciones contrapuestas. Por un lado, atrae la demanda de familias convencidas de esos avances. Por el otro, también genera suspicacia, la sensación de que todo está demasiado estudiado cuando el objetivo de la educación es más sencillo. ¿Qué opina de esta doble lectura?

-Hay algunas escuelas, sobre todo privadas, en Catalunya que garantizan a las familias que sus hijos irán a Harvard cuando el niño tiene uno o dos años. Y hablan de técnicas de estimulación temprana...

¿Hay mucho marketing?

-Absolutamente. Es todo marketing. Ya veremos qué pasa, porque con la sobreestimulación ganan mucho en desarrollo cerebral, pero pierden en otras historias, porque lo que nos interesa es que esos niños disfruten de las cosas más normales de la vida. Uno se puede pasar por demasiado. Es cierto que se puede estimular mucho el cerebro de un niño, pero, en definitiva, la clave es si disfruta con todo esto.

¿La Educación está marcada por el resultadismo? Y este, entendido como una nota.

-Pues ese resultadismo va dando muy mal resultado. Cuando se está muy pendiente de los resultados, se introduce un estrés tan fuerte que, incluso, eso mismo te impide llegar a buenos resultados. Cuando uno está muy pendiente de los resultados, los convierte en algo más importante que el proceso, y en Educación Infantil el proceso es la clave.