Yo quería sexo, pero no así
La violación en cita es una de las formas de violencia de género que más predomina entre la juventud; sin embargo, escapa de las estadísticas porque no se denuncia.
“Mi primera vez fue con un compañero de clase, me gustaba desde hacía tiempo y en unas fiestas nos enrollamos. A la mañana siguiente me encontraba mal, muy mal. Estaba angustiada y recuerdo que vomité. El lunes vino a clase una sexóloga a darnos una charla y cuando terminó me acerqué a ella. Le conté lo que me ocurría, le pregunté si era normal sentirse así después de la primera vez y entonces me hizo la pregunta: ‘¿fue una relación consentida?”. Hasta ese momento Laura, que ahora tiene 27 años, no se lo había planteado. Cuando pensaba en una agresión sexual le venía a la mente la imagen de una chica volviendo a casa de noche y atacada por un desconocido. Sin embargo, diez años después de ese episodio, empieza a reconocerse como víctima.
“Recuerdo que nos estábamos liando y que la cosa fue yendo a más, yo me empecé a sentir incómoda porque era todo muy brusco, le aparté con las manos, le pedí que frenara un poco, pero no quiso. Me decía que me relajara, que ya habíamos empezado, que le había dado a entender que eso era lo que yo quería, ‘no te hagas la estrecha ahora’, me dijo. Al final, cerré los ojos y dejé de resistirme. ¿Agresión sexual? Me sigue pareciendo fuerte decirlo en voz alta, pero...”. En este punto del relato resopla y se encoge de hombros.
La violación en cita es una de las formas de violencia de género que más predomina entre la juventud, sin embargo, este tipo de agresión sexual escapa de las estadísticas porque por norma general no se denuncia. Ocurre en encuentros pactados con un amigo, conocido o alguien que se acaba de conocer. Puede incluso producirse con alguien con quien ya se mantuvo, en algún momento, una relación sexual consentida. Es común que en las violaciones en cita, la víctima sienta que ha sido ella la que ha propiciado o provocado esa situación y que tiene la obligación de mantener relaciones sexuales.
“Cuando (el agresor) es un desconocido que te pilla en plena calle parecería que tú no has tenido la culpa, todo entre comillas, porque ahora es políticamente incorrecto decir ¿qué andabas haciendo por ahí sola?; pero si tú has salido con un chico, pero no querías sexo, sexo ese día, sexo así, cuesta mucho más trabajo decirte a ti misma que has sido víctima de una agresión”, explica Norma Vázquez, directora de Sortzen Consultoría. “La amenaza es una presión, una coacción, un pero qué te cuesta, pero si ya lo hemos hecho antes, una cierta presión a la que la chica acaba cediendo o bien porque no quiere perder la relación o bien porque no quiere que vaya a más”, agrega.
La consultoría especializada en la prevención y atención de la violencia machista elaboró en 2011 el informe Agresiones Sexuales, cómo se viven, cómo se entienden y cómo se atienden, para el que entrevistó a decenas de chicas y chicos jóvenes. “De todas las mujeres que entrevistamos, todas habían sufrido una agresión y ninguna había denunciado. Al principio no se reconocían como víctimas; después, al compartir sus experiencias, empezaban a verse como tal y algunas eran agresiones graves, acorralamientos, violaciones en algún caso, y en ningún momento se habían planteado denunciar”, sostiene. “Había una chica que lo decía muy gráficamente: ‘es que no me imagino contándole a un juez, así en masculino, que yo sí quería pero no tanto, cómo le cuento que no me gustó una mirada...’ es tan subjetivo, es tan fina la línea que no se ven contando esas cosas sin sentir que las van a culpabilizar o llamar exageradas”, agrega Vázquez.
Laura tampoco denunció. Trató de olvidarlo, de convencerse de que era algo habitual, pero esa primera relación le dejó huella. “Estuve bastante tiempo después sin mantener relaciones sexuales y mucho menos rollos de una noche, para mí se habían convertido en algo negativo”, cuenta.
Estadísticas El Instituto de la Mujer de Castilla La Mancha fue el primer organismo que el año pasado lanzó una campaña contra la violación en cita, una expresión que viene del término anglosajón Date on rape, que se usó por primera vez en Estados Unidos a finales de los años 80 y que en el Estado español apenas está empezando a usarse. Según la directora del instituto castellanomanchego, Araceli Martínez, el 80% de las agresiones sexuales que se producen serían perpetradas por un conocido. “Precisamente por ser una persona conocida y porque se suele responsabilizar a la mujer de haber provocado esa situación pasan muchas veces desapercibidas”, sostiene la representante del Instituto de la Mujer, que este verano ha puesto en marcha la segunda edición de la campaña Sin un sí es no.
Los datos recabados por la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas (CAVAS) arrojan estadísticas similares: el 90% de las mujeres atendidas conocía a su agresor. En el 6% de los casos era su pareja, en el 46% era un familiar y en el 38%, un conocido reciente. Únicamente en el 10% de los casos las mujeres no conocían a su agresor.
“Está muy interiorizado el tema del no es no, y cada vez se repite más, pero decir no cuando te ves en esa situación a veces no es tan fácil. Las chicas jóvenes, por ejemplo, tienen pocas herramientas vitales y no se atreven a decir tan claramente no. Pero no es el único colectivo vulnerable, en nuestro estudio también recogimos testimonios de mujeres que, por ejemplo, no se atrevían a decir que no a su pareja; hay muchas relaciones dentro de la pareja que no son del todo voluntarias y eso está totalmente silenciado”, explica Norma Vázquez.
Para la sexóloga Norma Ageitos, en cambio, “más que el hecho de la edad o la inexperiencia, la inseguridad es una variable más importante”. “Y una de las cosas que puede afectar mucho a una chica que tiene inseguridad es que se le haga un juicio y eso enseguida te lo dicen”, señala Ageitos. La sexóloga vasca ha sido formadora en igualdad en diferentes centros educativos y asegura que “en general, no se habla de las situaciones de agresión o solo se comparten cuando son muy graves y afectan emocionalmente a la persona”. “Pero no es que se hable poco de las agresiones sexuales, es que habla poco de sexualidad en general. Mientras la sexualidad siga siendo un tabú no vas a hablar encima de que te ha salido mal. Y al no hablarlo, lo que pasa es que quienes viven estas situaciones pueden sentirse muy marcianas. No ayuda el hecho de no tener referentes, sobre todo no tener referentes en los que no haya habido enjuiciamientos”, sostiene Ageitos.
En este sentido, Norma Vázquez considera que se “van sentando precedentes de quien tiene capacidad de decirlo en voz alta y tiene un cierto eco”, sin embargo, cree que “todavía falta mucho” para crear un clima propicio para la denuncia pública. “Yo creo que no hay más que ver lo que está pasando en Hollywood, que cuando se empieza a destapar y se empieza a crear un clima adecuado para la denuncia pública, empiezan a aparecer distintas situaciones de acoso, de violencia, de violaciones, que se han dado en un contexto bastante normalizado”, afirma Vázquez.
Ellos Las expertas coinciden en que las agresiones leves desde el punto de vista jurídico están muy normalizadas en la sociedad. “Cuando hicimos esta investigación hablamos con chicos jóvenes y flipaban, decían ¿pero eso es agresión? O sea, que para ellos una agresión sexual es casi que la maten y la violen entre diez. Que acorrales a una chica que acabas de conocer en una fiesta, eso no es una agresión, eso es una forma de ligar. El otro día oí una conversación en la que un chico decía, qué exageradas las chicas, es que ya no puedes ni tocarles el culo. Perdona, ¿cuándo has podido? Pues parece que siempre”, explica la directora de Sortzen. “Toda la sociedad hemos creado esa imagen de que la fiesta es el desfase y en el desfase todo está permitido. Sin embargo, aunque sea lamentable que haya esas actitudes, en los últimos tiempos se ha avanzado un poco y cuando una mujer responde no hay réplica”, afirma, por su parte, la sexóloga.
Para hacer frente al problema, ambas sostienen que hace falta más educación en igualdad. “La persona que está en las aulas (formadora en igualdad) está unas horas y a lo sumo igual son programas de ocho horas, el resto del tiempo los mensajes que reciben tanto en la vida cotidiana como de los medios o incluso en la familia y otros contexto de cercanía son otros, porque no todo el mundo está implicado en esta transformación educativa y esto supone una dificultad”, concluye Ageitos.
Laura “Me dijo ‘no te hagas la estrecha ahora”
“Mi primera vez fue con un compañero de clase, me gustaba desde hacía tiempo y en unas fiestas nos enrollamos. Nos estábamos liando y la cosa fue yendo a más, yo me empecé a sentir incómoda porque era todo muy brusco, le aparté con las manos, le pedí que frenara un poco, pero no quiso. Me decía que me tranquilizara, ‘no te hagas la estrecha ahora’, me dijo. Al final, dejé de resistirme y cerré los ojos. A la mañana siguiente me encontraba mal, muy mal. Estaba angustiada y vomité”.
Itsaso “Me sentí sucia y avergonzada”
“Estaba medio liada con un amigo de la universidad, se fue a vivir a Londres y un puente fui a hacerle una visita. Vivía con otras 12 personas en una casa sucia y vieja. Allí me dijo que nunca había practicado la penetración anal y que quería probarlo. A mí no me entusiasmaba la idea, pero le dije que le dejaba probar. Nos metimos en el baño, el único sitio con intimidad, se untó jabón en el pene y empezó. A mí me desagradó desde el principio, me dolía y me escocía y le pedí que parara. Me decía, ‘espera, espera, que me gusta’. Yo le dije que a mí no, que parara, pero no lo hizo hasta que se corrió. Fue horrible, me sentía sucia y avergonzada, y encima al día siguiente tenía sarpullido por todo el cuerpo. No volví a liarme más con él”.