Pamplona - Paquita Bretos Andueza no falla ningún domingo en las salidas al monte. “Hacemos sólo 8 o 10 kilómetros”, apunta. A sus 91 años será posiblemente una de las federadas de montaña más veteranas de Navarra. Su propia vida daría para el guión de una película. Su padres fueron represaliados en la Guerra Civil por sus ideas republicanas. Bibiana Andueza era profesora y acabó en la cárcel. José Brotos, comunista, fue fusilado en Pasajes. Padeció el bombardeo de Durango... Luego recaló en Navarra y colaboró con redes de evasión y resistencia contra el nazismo y el franquismo además de sobrevivir económicamente con el contrabando. Conocía perfectamente los caminos y los montes de la muga gracias a su afición por la montaña. Una montaña que le unió para siempre a Ángel Olorón, uno de los pioneros del alpinismo navarro e impulsor del refugio de Belagua, que acabó llevando su nombre. Ángel murió en 2005 con la tristeza de dejar su querido refugio cerrado y abandonado. Según cuenta Paquita, “hacía tiempo que no subía por allá por la pena que le daba”. Ahora, bastantes años después no podrá llevarse la alegría de saber que este emblemático edificio va a ser rehabilitado y reabierto. Paquita, que no oculta su satisfacción, cuenta los días que quedan para ello. “Me han dicho que van a trabajar este verano 60 días y que para el 2020 estará terminado. Malo sea que no llegue a verlo...”, comenta mientras hojea un álbum de fotos de sus excursiones por el Pirineo sentada en su casa de la calle del Carmen de Iruña, de la que dentro de un mes se trasladará a la Meca. Y es que otra de sus grandes aficiones, además de la lectura y la pintura, es la fotografía. Más de 280 carretes fueron cedidos a Benasque ante la falta de interés de las instituciones públicas locales, se lamenta. Toda una historia del montañismo navarro en blanco y negro que voló fuera de nuestras mugas aunque permanece en su retina y su memoria.

Entre ese tesoro se encuentran unas imágenes publicadas en Gure Mendiak de los primeros trabajos para levantar el refugio de Belagua a finales de los años 60. Se reconoce el inconfundible armazón del tejado alpino del centro que fue remozado en 1992, explica mientras añade que los militares les obligaron a dejar unos agujeros en la construcción junto a los cimientos por si fuera necesario volarlo... También aparecen algunos de los pioneros del Club Deportivo Navarra como Carlos Fernández, Fermín Aldaz, Víctor López, Juan Mª Olaechea, Ripa... Y Ángel Olorón. El amor de su vida.

“La culpa de todo la tuvo una cantimplora. Yo empecé a salir al monte los domingos con mi amiga Fabiola Velasco. Íbamos con un grupo en el que estaban también Carmelo Areta, Pancho Velasco, Fernando Oskoz, Luis Unsáin... Hicimos una travesía y llegamos a Lekunberri. Hacía mucho calor y como las mujeres no podíamos entrar en aquellos tiempos en los bares sacaron porrones de cerveza y gaseosa. A mí no me ha gustado nunca beber y dije que quería agua. Entonces, el que iba a ser mi marido me dijo que no me preocupara y me dio una cantimplora”, recuerda. Y así comenzó una intensa relación que no ha dejado hijos pero sí centenares de cimas, miles de fotos, recuerdos, amigos, salidas y senderos por todo el Pirineo desde Hondarribia hasta Port Bou. El Pirineo fue la autentica luna de miel de este matrimonio que celebró su boda en el hotel Baztan con la cuadrilla de la montaña y de Urepel, destino de muchas de sus andanzas juveniles como mugalari.

“Nos recorrimos todo el Pirineo y los montes de Navarra, aunque si tengo que quedarme con alguno sería el Midi. Es espectacular. Aún me acuerdo cuando los subimos mi marido, Paco Goñi, Costrón, Aldaz... una mañana de niebla después de montar una tienda de campaña de 20 kilos de peso que nos dejaron los americanos”, rememora Paquita con unos ojos vivos que bien podrían haber sido los de Rose la anciana protagonista de la película Titanic cuando contaba su historia de amor a bordo de aquel barco...

En aquella época las travesías por la montaña no eran menos complicadas que las marítimas. Según cuenta, la gente no tenía coche y el club contrataba autobuses de gasógeno que salían de la Plaza del Castillo ante al atónita mirada de los pamploneses que veían cómo, por ejemplo, para ir a la Mesa de los Tres Reyes, quedaban a las 12 de la noche del día anterior. Tras viajar de madrugada hasta el puerto, a donde llegaban a las 4 horas, cruzaban todo el valle con faroles y hacían cumbre para las 9.30 de la mañana. “Eran tiempos complicados y me acuerdo que Ángel tenía que ir todos los jueves a comisaría con un listado de los montañeros y montañeras apuntados a la salida dominical para que dieran el visto bueno, sobre todo cuando los montes estaban en al frontera. Nos costó mucho que nos dejaran ir al Ori...”, apunta.

La sombra del “separatismo” pendía sobre los diferentes clubs de montaña. De hecho, el Club Deportivo Navarra no pudo registrarse como tal al principio sino que tuvo que refugiarse bajo el paraguas del CD Iruña de fútbol, que les protegió a condición de que “los montañeros el lunes, después de limpiar sus botas hicieran lo propio con las de los futbolistas, todas ellas de Borceguí...”, sonríe al recordarlo. Pero Paquita sigue mirando animosa al futuro por su ventana desde la que “en días claros se ve el Bisaurín”, señala. Atrás ha quedado la fiesta de reinauguración del Refugio de Belagua en 1992 con su marido como protagonista, la tristeza de ver su cierre, la pena de perder a su compañero de vida y de cordada (cuya tumba siempre tiene un gorosti), los duros recuerdos familiares y también muchos buenos ratos en este mundillo... Paquita, con la compañía incondicional de Joaquín Salbotx, sigue haciendo mañaneras todos los domingos y sueña con poder ver de nuevo el refugio lleno de vida y mendizales. Ya falta menos...