- Pedro Crespo lleva casi 30 años ejerciendo como enfermero en la UCI-B del Complejo Hospitalario de Navarra (CHN) y el pasado 29 de febrero de 2020 atendió al primer caso de coronavirus que se detectó en Navarra, una mujer de origen sudafricano que tuvo que ser ingresada en la UCI. Recuerda que aquel día había estupor por todo lo que estaba ocurriendo, pero nunca imaginó que el virus alcanzase la dimensión que acabó teniendo. "Nadie imaginábamos esto, porque no se puede comparar a nada que hayamos vivido antes. A mí me tocó la tragedia del tren de Uharte-Arakil, que fue algo muy fuerte y muchos compañeros tuvimos que meter horas extra por la noche. Fue duro pero fue un día, esto lleva ya un año y el desgaste es brutal", comenta Pedro.

Recuerda el caos que imperaba en aquel mes de marzo, en el que no usaban la mascarilla, "porque no era obligatoria y porque no había. Con los pacientes por supuesto que la llevábamos, pero entre nosotros no y al final caímos muchos". Fue un momento en el que recuerda que el goteo de compañeros contagiados no cesaba. Su exposición al virus los hizo especialmente vulnerables y, por ello, ahora han sido prioritarios a la hora de recibir la vacuna. "Yo ya soy inmune, aunque ya lo era de forma natural por haber pasado la enfermedad. He recibido las dos dosis de Pfizer y la verdad que da cierta tranquilidad. Vamos a seguir trabajando igual y seguiremos con las medidas de protección en nuestro día a día, pero ahora estaré más tranquilo cuando vaya a ver a mis padres", sostiene el enfermero.

De hecho, llevar el virus a su entorno ha sido su mayor miedo durante esta crisis sanitaria: "Vivo con mi mujer y mi hija y no quería contagiarles, aunque seguramente que lo pasaran cuando lo tuve yo. Pero tomábamos muchas medidas en casa: nada más llegar me duchaba y tiraba la ropa a lavar, si quería una comer algo pues intentaba que las cosas de casa las tocasen ellas para no hacerlo yo... incluso les propuse marcharme, pero me dijeron que no". Ahora, con la vacuna ya en marcha, espera que las cosas vayan poco a poco a mejor: "Creo que esto ha venido para quedarse, aunque habrá que ir viendo, pero tengo esperanza en que se vaya recuperando algo de normalidad. La vacuna va a ayudar a que podamos relacionarnos con esa sensación de mayor tranquilidad".

De todas las malas caras que tiene esta pandemia, sin duda las UCI son una de las peores. Pacientes que se van, otros que salen con graves secuelas tras meses de ingreso, familiares que no pueden despedirse de sus seres queridos... "Ha sido terrible, porque muchos morían solos, porque sus familiares también estaban contagiados o porque no podían ir a verles. También era un drama cuando comunicábamos a la familia que teníamos que entubar al paciente, eran momentos muy duros", recuerda Pedro. A ello se suma la alta presión hospitalaria, que les hacía trabajar de 8 a 3 "sin parar a tomar un café". "Otro drama fue que se paralizó la atención ordinaria y hay gente que no ha recibido la atención que necesitaba", comenta. "Se habilitaron puestos de UCI en otros espacios del hospital porque la presión era brutal, pero no todo sirve para todo", matiza Pedro.

Ahora, han llegado a un momento en el que "el trabajo físico no es tanto, pero está siendo duro psicológicamente porque nos sentimos un poco olvidados. Echo en falta empatía por parte de la Administración, una palmadita en la espalda, y creo también que la sociedad se ha olvidado de que aquí dentro (en los hospitales) seguimos trabajando duro".

"Nadie imaginábamos esto, porque no se puede comparar a nada que hayamos vivido antes"

"Ha sido terrible, porque muchos pacientes morían solos sin despedirse de sus familias"

Enfermero de la UCI-B del CHN