Nerea Labaca, de 52 años, es limpiadora del Hospital Virgen del Camino. En el equipo de limpieza, con horarios divididos entre mañana, tarde o noche, trabajan 80 personas. 7 son hombres, pero el resto son mujeres, comenta Labaca, señalando así la importancia que tienen las mujeres en cierto tipo de trabajos esenciales como este.

Afirma que el volumen de trabajo que tenían hace un año era “abismal”, y que más que a la limpieza, se dedicaban a la desinfección . “Era un miedo absoluto lo que había, no sabíamos cómo teníamos que actuar, aunque por parte de la empresa “chapeau”, ya que nos facilitaron todos los materiales de protección”.

Labaca relata que para estar a salvo del virus cuando entran en las habitaciones utilizan el “buzo”. “El mismo protocolo de vestimenta se sigue manteniendo desde hace un año, aunque ahora podemos ponernos también unas batas”. Aparte, detalla que utilizan calzas, gafas y doble mascarilla, una quirúrjica y otra FPP2 para realizar tareas de desinfección.

Cuando comenzó el coronavirus, señala que tuvieron que pedir refuerzos para la limpieza. “Se nos iba de las manos, porque con todos los epis parecíamos astronautas y no hacíamos más que sudar. Era sobrehumano trabajar toda la jornada laboral así, y desinfectar todo, habitaciones, urgencias, pediatría, quirófanos...”

Lo que más le apenó de aquellos primeros meses de pandemia, afirma, fue que los enfermos que fallecían no podían hacerlo acompañado de sus seres queridos. “Hoy por hoy por lo menos tienen la posibilidad de tener alguien que les acompañe, pero antes morían absolutamente solos y eso se me ha quedado muy metido en la cabeza.”, recuerda con tristeza.

Ahora, muchas de las plantas destinadas al covid han vuelto a sus usos habituales debido al descenso de los ingresos por coronavirus. “Los coches de la funeraria los veíamos de continuo, igual que la ambulancia, era como un artículo más de decoración”.

Otro de los recuerdos que alberga de esos difíciles meses es la sensación de que cada vez que iba al hospital, era como entrar en prisión. “No se veían familiares paseando con ningún enfermo por el pasillo, había mucho silencio y me entraba sensación de impotencia. En estos momentos por lo menos se ve movimiento, porque ves que viene la gente a hacerse pruebas clínicas”.

Sobre los reconocimientos que recibieron los sanitarios por parte de las televisiones, radios y prensa escrita, Labaca asegura que las encargadas de la limpieza “merecen estar en el mismo saco, ya que nuestra función también fue primordial, pero no ví que recibiésemos el mismo reconocimiento”.

Ahora, ya con ambas dosis de la vacuna puestas, Labaca seguirá como hasta ahora haciendo de los hospitales lugares más protegidos frente a la covid. “Me siento orgullosa y super satisfecha de poder ayudar en la lucha contra el virus desde mi trabajo”.

En vísperas del 8M, Labaca quiere reivindicar con fuerza, tanto en su trabajo como limpiadora en el CHN como fuera, “que no haya discriminación o acoso laboral y que todas cuenten con las mismas oportunidades laborales”.