José Ignacio no tuvo ningún problema con el alcohol hasta que entró en la etapa de los 40. “Fui un bebedor social y me gustaba mucho la vida social, hasta que me pasé de la raya”. A pesar de ello, fue un amigo quien lo animó a acudir a Alcohólicos Anónimos, y eso le permitió hallar una nueva oportunidad para encauzar su vida.

Con aproximadamente 45 años, se convirtió en alcohólico. “Me di cuenta que era un problema porque sabía que durante el día la liaba, esa noche me iba a la cama convencido de que estaba jodiendo mi vida y de que tenía que dejar de beber”. Él estaba convencido de que iba a dejar de beber, pero “me tomaba esa primera copa que me iba a hacer daño y otra vez a empezar y cuando llevaba cuatro decía bueno, desde mañana”, recuerda.

CAÍDA EN PICADO

En poco tiempo empezó a caer en picado. Empezaron los problemas familiares, económicos, laborales, físicos y psicológicos. “Cuando tenía más o menos 50 años, ya caí derrotado”, lamenta. Fue entonces cuando un amigo le animó a acudir a Alcohólicos Anónimos. “Baje un día a una primera reunión. La verdad es que no me enteré de mucho, pero algo se me quedó”, recuerda. En ese instante se dio cuenta de que “ahí estaba la solución a todos mis problemas y tuve la suerte de que engancharme”, manifiesta.

Tras 16 años sobrio reconoce que gracias a ello, ahora es feliz en su vida porque ha recuperado totalmente a su familia, “sin necesidad de ir al psiquiatra, y las analíticas me salen todas perfectas” Sobre su proceso de recuperación, indica que no niega que Alcohólicos Anónimos es una parte “muy importante, pero también lo ha sido la ayuda de mi familia y en mi caso de la clase médica”.

José Ignacio tenía muy claro que quería dejar de beber y por ello, se agarró a todo lo que pudo. Esa voluntad de querer hallar una solución y pedir ayuda para ello, le ha permitido llegar a donde está hoy y poder ayudar a otras personas que hoy en día estan en una situación que él estuvo previamente.