esde una ubicación privilegiada, en plena Plaza del Castillo de Pamplona, cerca de una treintena de personas -la mayoría jóvenes- aprovecharon el Día del Donante y la unidad móvil que montó Adona en el lugar para realizar una donación de sangre, algunos de ellos estrenándose en ello.

Ese fue el caso de Asier Gogorza, de 20 años, que acudía por primera vez a donar. “Ha ido muy bien, estaba tranquilo y el personal tiene muy buen trato. Están muy encima por si necesitas cualquier cosa”, comentaba en el rato del almuerzo, obligatorio, junto con una botella de agua o una lata de refresco, para reponerse después de que se le extrajeran los habituales 450 mililitros de sangre. Mientras lo hacía, Asier esperaba a su hermana Ane, quien le había convencido de ir a donar. “Ella es donante habitual y hemos venido juntos”, explica. ¿Y qué le lleva a un joven de 20 años a hacer esta aportación altruista? “Es una forma de contribuir a la sociedad”, responde, exponiendo una motivación que seguramente sea la principal entre los casi mil jóvenes que donaron por primera vez el año pasado.

SABER MÁS: Los jóvenes fueron la mitad del total de nuevos donantes en Navarra el año pasadoSin embargo, y tal y como señala María Otermin, coordinadora de Adona, la movilidad es un factor que juega en contra de la fidelización de los jóvenes en la donación. Es el caso de Ane Gogorza, hermana de Asier y dos años mayor que él, que estudia en Madrid. “Dono allí dos veces al año, durante el curso, y en el verano lo hago aquí”, desvela. En su caso, su inicio en la donación no tuvo ningún componente social, y fue iniciativa suya hace ya cuatro años, recién cumplida la mayoría de edad necesaria para realizarla. “Estaba en la Universidad y vinieron de la Cruz Roja, y allí me decidí”, afirma, destacando que la donación “es algo que no cuesta nada y da la satisfacción de ayudar con un solo gesto”.

La solidaridad es un valor que se creía perdido en la sociedad, pero que la pandemia -aunque ya quede lejos- puso en valor. Esa época es la que le hizo a Mikel Orcaray, de 56 años, dar el paso para ser donante. “Hay una necesidad real de sangre, y así aportas tu grano de arena”, resalta. A pesar de su trabajo -policía foral- no tiene problemas para cumplir el máximo de las cuatro donaciones anuales, algo que hace con orgullo. “No cuesta nada y es muy gratificante. Además la gente es muy atenta, y te da indicaciones cuando lo necesitas. Hasta un torpe como yo es capaz de hacerlo”, bromea.