Quinta en las oposiciones de ingeniería civil en Francia. Es el premio a muchos años de esfuerzo desde que Lucía Ugarte Bator (Pamplona, 3/1/1997) decidiera salir su navarra natal para estudiar en Francia. “Quedar entre los cinco primeros de una oposición nacional es un reto personal que tenía fijado y que a ratos veía imposible. Todavía no me han atribuido mi puesto, pero he pedido una excedencia para volver durante un año a la construcción en una empresa y luego me gustaría trabajar como profesora en un futuro. Estoy muy contenta con el resultado: ha sido una grata sorpresa”, reconoce.

La trayectoria de Lucía Ugarte comienza en el colegio San Cernin, donde estudió desde los 3 hasta los 16 años. “Empecé a hablar francés desde los 3 años y en San Cernin es donde aprendí bien el idioma”, recuerda. Después, tuvo clara la decisión de partir de Pamplona a Francia. “Siempre he sido bastante despegada. Me fui encantada de la vida, tanto que me quedé y llevo ya 9 años”.

En Anglet, realizó el bachillerato en Lycée Cantau, en la opción de Ciencias de Ingeniería (Bac S-SI). “La verdad es que en cole siempre se me dieron bien las matemáticas y la física. La salud no me interesaba, así que la salida más intuitiva era la ingeniería y me decanté por la civil”.

Una trayectoria particular

Tras terminar el bachillerato, comenzó en la Escuela de ingenieros especializada en edificación y obras públicas en ISABTP (Institut Supérieur d’Aquitaine du Bâtiment et Travaux Publics). “Reconozco que no me sentía bien. Era un ambiente muy cerrado, un poco sectario y con 18 años no estaba preparada para algo así. No me cabía en la cabeza que mis compañeros solo se relacionaran entre sí, en España no existen cosas así. Además, resultó que el nivel en matemáticas y física era muy alto y por primera vez encontré verdaderas dificultades para aprobar y sacar el curso. Esa mezcla me hizo renunciar pese a haber aprobado”.

Entonces, optó por realizar un grado superior de obras públicas (BTS Travaux Publics). “Pasar de una grande école a un grado superior fue un choque de nivel bastante importante. Tenía de nuevo una facilidad enorme en lo escolar y demasiado tiempo libre. Fueron dos años espectaculares desde un punto de vista social y humano. Me lo pasé pipa. Al acabar el grado superior, quise volver a la escuela de ingenieros de la que me fui, pero me expulsaron del proceso porque dije que me gustaría ser profesora de ingeniería civil. Uno de los dos jurados me dijo, muy secamente, que no necesitaba ser ingeniera para ser profesora. Fue un no rotundo”.

Para intentar acceder a las escuelas de ingenieros, optó por hacer un curso puente. “Teniendo en cuenta que hay una única escuela en Francia destinada a la enseñanza y la investigación, el ENS Paris Saclay (École Normale Superieure) y que quería ser profesora, necesitaba una buena clasificación. Había que pasar una especie de concurso oposición y había dos plazas para todo Francia. La cosa estaba difícil, pero al final me cogieron”.

En ese momento, comenzó los tres cursos en el l’ENS. “El primer año fue una tortura para mí. Era un curso común a todas las ciencias de ingeniería (mecánica, electrónica, electrotécnica y civil) y durante el primer semestre no entendí nada. No tenía ningún conocimiento previo sobre el que apoyarme y suspendí cinco. Era un ritmo inhumano, pero, con mucho esfuerzo, conseguí aprobar”, explica.

“El segundo año en París fue duro porque había mucho contenido, pero mi fuerza mental fue de hierro. Con los conocimientos comunes del año anterior, ya no se me atragantaban las asignaturas comunes y en ingeniería civil iba profundizando conocimientos. Por último, este tercer y último año en Paris ha sido el más difícil mentalmente, supongo que en parte por agotamiento. No ha sido tan difícil escolarmente, pero la primera parte de la oposición era en marzo y compaginar el master con la preparación no ha sido sencillo”, asegura.

Preparación para la oposición

“El hecho de que las personas de mi alrededor (en pamplona o en el sur de Francia), tuvieran una vida de personas de 25 años que empiezan a trabajar, salen, disfrutan de su tiempo libre y hacen cosas nuevas, y que mi realidad fuera tan diferente, me pesó un poquillo”, reconoce.

Pese a ello, siguió trabajando al máximo. “Los últimos diez días antes del primer escrito pude hacer exámenes de la oposición de los años anteriores y ver cómo me desenvolvía. Son exámenes de 6 horas y me entrené a ser lo más concisa posible. Por las mañanas hacia 4 horas de examen, luego comparaba hora y media mis respuestas con la corrección, y seguido estudiaba o repasaba el contenido que tenía más verde respecto a lo abordado con el simulacro. Una hora de deporte, cenar, descansar y un repaso a magnitudes, unidades, y cultura general que te puede salvar de una durante los exámenes”.

La oposición terminó el 18 de junio y el resultado fue excelente: un quinto puesto a nivel nacional. “Aún no me han atribuido mi puesto, pero creo que es necesario trabajar como ingeniera para ganar legitimidad delante de mis futuros alumnos y tener un ojo crítico entre la teoría y la práctica. He pedido una especie de excedencia para ir a trabajar durante un año a una empresa privada y volver a la construcción”.

Turno para la celebración

“Espero poder celebrarlo pronto con mis amigos en San Fermín y organizar una comida en condiciones más adelante. De momento, voy a dedicarme a descansar, ir a la playa y disfrutar con los que me rodean. En septiembre, espero estar trabajando y me voy a dedicar a aprender euskera y a hacer crossfit. Son dos cosas que llevo tiempo queriendo hacer, pero que no he tenido tiempo físico para poder hacerlas en condiciones. ¿A largo plazo? Espero conseguir un puesto en el sur de Francia, y si me pongo a pedir, pues en la escuela de ingenieros de Anglet, ISABTP o en uno de los grados superiores que también se cursan en Anglet. Sería feliz”.