Obanos

En Obanos todavía huele a humo. Y en el interior de la casa de Carmen Benac, también. Cuando el aire sopla en el pueblo pequeñas partículas negras ensucian la piscina, se cuelan en los hogares y manchan la ropa de los vecinos. Ha pasado un mes desde que el fuego cercara la localidad y Carmen y su marido, Pepe Unzueta, llevan algo más de una semana trabajando para que su casa y su finca vuelvan poco a poco a su ser. Las llamas devoraron una decena de pinos que custodiaban la parte este de la finca, a escasos cinco metros de la vivienda. “Doy gracias a Dios porque el fuego se parara en la puerta de mi casa. Cuando vi el destrozo se me cayó el alma a los pies, pero no ha pasado nada para la tragedia que podía haber ocurrido”, confiesa Carmen con el rostro y las manos ennegrecidas de recoger ramas carbonizadas.

Ante el riesgo de que los pinos cayesen cualquier día, han decidido talarlos, labor que están desempeñando Cristofer y Álex, trabajadores que también arreglaran el techo. “Alguna chispa de los árboles saltó al tejado y ardió alguna parte. También algún chispazo entró dentro de la casa y quemó una alfombra, pero nada más. Hemos tenido mucha suerte”, relata la vecina de Obanos. Con una motosierra Cristofer y Álex talan los pinos y Carmen recoge los troncos sobre una capa de varios centímetros de ceniza. “No sé cómo vamos a limpiar todo esto”, apunta.

Pese al desastre, Carmen y Pepe se alegran de que su vivienda se haya quedado prácticamente intacta y, sobre todo, de que “el seguro parece que va a responder”. “Esta es una casa familiar, nos la turnamos entre yo y mis hermanos. El día del incendio nos fuimos de aquí sobre la una del mediodía y se quedó mi hermano. Me llamó mi hermano a las horas para contarme que el fuego se acercaba. Después para decirme que los pinos estaban ardiendo... Yo me temí lo peor, que nos quedábamos sin casa”, recuerda.

Si no llega a ser por la rápida actuación de los bomberos, seguramente se habrían quedado sin hogar. Los efectivos echaron la puerta abajo y entraron en la casa para comprobar que no ardía y un retén se quedó regando el tejado, donde las llamas se resistían a desaparecer. “Estamos muy agradecidos”, señala Pepe.

Amaia Gundin (derecha) charla en la piscina de Obanos con la socorrista, Celia Ansorena Unai Beroiz

La entrega de los vecinos

Además de por los bomberos, Obanos resistió a las llamas por los vecinos. Las autoridades le instaron a desalojar el pueblo y a acudir a Puente la Reina, pero mucho se quedaron para colaborar en la extinción de las llamas. Su valentía la pone en valor Amaia Gundin, presidenta de la junta del pueblo: “Los incendios rodearon al pueblo pero se quedaron a las puertas por los vecinos, porque muchos se quedaron a ayudar. También después, a la noche, hubo que bajar un par de veces a la piscina, porque se reavivaban las llamas en los árboles. Dieron la cara”.

Pero no solo durante los incendios, durante estas semanas, relata Amaia, desde el ayuntamiento se han emitido bandos para ir a desbrozar piezas y ya están hablando de reforestar algunas zonas de la localidad. “La gente está volcada”, apunta.

En la piscina, donde ahora Amaia se baña, hay una hilera de pinos totalmente calcinados, que habrá que talar. El agua está impoluta, pero tienen que limpiarla con frecuencia porque se llena de ceniza cuando mueve aire. “La piscina estuvo cerrada dos días, luego se reabrió y la verdad es que no hemos notado que venga menos gente”, detalla. – Unai Yoldi