"Todas ellas te dejan una marca en el corazón”. A Óscar Fernández Cucó, jefe de Unidad de la Ertzainetxea de Getxo, le cuesta decir qué caso de violencia de género de los muchísimos que han pasado por sus manos le ha impactado más, pero termina por destacar el de una mujer con hijos que ha estado quince años con escolta. “Sufrió dos ataques atroces, tenía una medida de alejamiento de 500 metros y, como el agresor vivía cerca, se sentía siempre amedrentada y amenazada. Hoy está con riesgo moderado y sigue viviendo esa experiencia traumática como si fuese ayer. Es tremendo”, relata y deja claro que no quiere centrarse en una sola. “¿Cuál me ha impactado más? La última a la que he atendido”.

Al principio, echa la vista atrás, “te cuesta mantener el tipo”. Y no es el único. Tal es la “carga emocional” que soportan los agentes que hacen el seguimiento de estos casos que algunos “han cogido la baja por estrés y han decidido salir de este trabajo. Aunque seas muy fuerte, vives en carne propia todas las desgracias que están sufriendo estas mujeres, te lo llevas a casa y caes”.

Sin llegar a esos extremos, dice, la “implicación personal” de los ertzainas con estas víctimas es “encomiable”. “La patrulla que atiende la urgencia y está atenta a si hay marcas físicas en las personas, menores al cargo o cosas rotas para hacer una buena valoración de riesgo; el equipo de atestados que trata con rigor la información y con amabilidad a las víctimas, o el equipo de seguimiento, que consigue a lo largo del tiempo su confianza, son esenciales para su protección”, pone en valor. Los datos lo avalan. “Desde septiembre del año 2011 hasta día de hoy, y voy a tocar madera, ninguna mujer víctima de violencia de género protegida por la Ertzaintza ha sido asesinada. Son muchos años, queremos pensar que será producto de la sensibilización de esta sociedad”, interpreta. De hecho, afirma, “al principio venían muchas mujeres con nivel de riesgo alto y especial, y actualmente la inmensa mayoría son de riesgo básico y moderado”.

Lo mismo que “no hay un perfil definido de persona agresora”, dice, tampoco de víctima. “Puede que salten a los medios de comunicación ciertos perfiles, pero eso no se corresponde con la realidad. Están todos los estratos, toda condición, todos los orígenes. Víctima de violencia de género puede ser cualquier mujer sin ninguna duda”, afirma rotundo este mando, uno de los responsables de la plataforma EBA (Etxekoen eta Emakumeen Babesa), que aglutina el trabajo policial contra la violencia doméstica y de género. Entre las mujeres a las que ha atendido personalmente, repasa, hay “víctimas con Magisterio, trabajando y durante mucho tiempo con un miedo atroz, profesionales, abogadas, amas de casa... Es más, habrá muchas mujeres que lo sean y todavía no se hayan dado cuenta”, avisa.

Óscar Fernández, sobre la violencia de género: “Si no quieren poner denuncia, al menos que nos informen”. PABLO VIÑAS

“Tenemos víctimas que roban”

De los malos tratos, dice, no se libran ni las mujeres que delinquen. “Tenemos víctimas que roban o que tienen dependencias, igual que toda la sociedad, de todo tipo. Algunas no quieren tener cerca a una patrulla porque su modus vivendi se ve condicionado. Contra eso también tenemos que pelear. La casuística es muy amplia”, reitera, mientras reclama su colaboración para poder minimizar los riesgos. “Si tiene servicio de escolta obviamente tiene que llamarle para que sepa cuándo va a salir. Si tiene otro tipo de incidente, conviene que lo comunique para que podamos activar lo antes posible esa protección, es bueno que nos diga las rutinas que tiene... La víctima tiene que poner algo de su parte. No es necesario que denuncien, pero sí es importante que nos hagan llegar la información”, recalca.

Ni siquiera cuando las víctimas vuelven a convivir con sus maltratadores se dan por vencidos. “Sabemos lo que es el círculo de la violencia. Después del periodo de estallido, llega la luna de miel y hay víctimas que tienden a volver a juntarse con el agresor aunque tengan una medida de alejamiento, pero el que quebranta es el agresor. Aun cuando la víctima le invite a ir a su casa, al que vamos a detener es a él”, aclara.

En los casos en los que la mujer se oponga a que arresten a su pareja, la protegerán mediante contravigilancias. “Son patrullas no uniformadas para detectar precisamente estos casos. Si vemos que el agresor está dentro de esa medida de alejamiento, vamos a detenerlo e informar al juzgado. O sea, que vamos a protegerla quiera o no”, enfatiza.

Es más, la alarma se dispara cuando ellas rechazan los servicios policiales. “Yo ya he tenido casos en los que la víctima me ha dicho: No quiero nada de vosotros, dejadme en paz, no quiero ni veros. Esas actitudes de retirar la denuncia o de intentar que no se ponga protección precisamente son un indicador de riesgo. Es en ese momento cuando más debemos protegerla porque la víctima que es consciente del riesgo que acarrea estar con esa persona maltratadora ya pone, por lo menos, algunas medidas, pero esta otra está en riesgo y probablemente no se dé ni cuenta de ello”, advierte.

El mayor peligro lo corren aquellas que tienen asignado un servicio de escolta y no avisan cuando salen de su domicilio. “Hay que tener en cuenta que se ofrece esta protección cuando el riesgo es muy alto. El Gobierno vasco jamás nos ha puesto ninguna pega a la hora de poner ese servicio, que tiene su costo, pero si la víctima no lo activa, ¿qué protección le damos? Ahí está el trabajo del equipo de seguimiento”.

Cada comisaría, apunta, cuenta con uno. “No tenemos unidades centralizadas para poder dar una atención de calidad y calidez inmediata, sin demora. Es en el periodo de estallido cuando la mujer se acerca pidiendo ayuda y es ese momento el que hay que aprovechar para intentar conseguir la máxima información que seamos capaces de encontrar porque puede ser que luego no la tengamos. Por eso la denuncia está estructurada en bloques para conseguir que esa información esté completa, que no tengamos luego que repreguntar para evitar la victimización secundaria”, detalla.

Entre los indicadores que puede aportar la víctima están, por ejemplo, aquellos que permiten “pensar si hay tendencia suicida del agresor”. “Es importantísima porque a la vista está que hay muchos de ellos que van diciendo: Me voy a matar, pero antes acabo contigo y alguno de ellos incluso lo hace. Por lo tanto, son cosas que tenemos muy en cuenta a la hora de hacer esa valoración de riesgo”, explica Fernández Cucó.

“Dijo que su familia era cosa suya”

Cuando al jefe de Unidad de la Ertzainetxea de Getxo se le pregunta si entre la juventud de hoy en día se está gestando el germen de la violencia de género, contesta que lo que ocurre es que “tenemos más acceso a la información” y rescata un testimonio que escuchó en 1995 y se le ha quedado grabado. “Estaba en Investigación en Bilbao y recogí denuncia a una mujer que había sido maltratada y a la que le habían pegado una paliza. Cuando le detuvimos a él una de las preguntas fue cómo comenzó ese tipo de agresión y este hombre me dijo que a ver quién era yo para meterme en su familia, que eso era cosa de él. De ese momento a hoy hay un abismo”, atestigua y, como muestra, la estrofa de una canción inimaginable hoy y entonces “socialmente aceptada: Y le daba y le daba y le daba unos palos que la consolaba...”, entona para concluir que “intentar hacer una comparativa diciendo que ahora la juventud es más o menos machista es injusto porque no tenemos información real de qué salvajadas se hacían antes”. De los episodios violentos que sufren las mujeres ahora dan fe, ya que “la inmensa mayoría de las actuaciones policiales o de atención a las mujeres víctimas de violencia de género provienen de una situación de urgencia”.

“Asesinan a una mujer y luego decimos: Pues ya se sabía... Triste, porque esto es cosa de toda la sociedad”.

ÓSCAR FERNÁNDEZ CUCÓ - Jefe de Unidad Ertzainetxea de Getxo

“Que los vecinos nos adviertan”

Gritos, golpes, portazos, sollozos... La violencia de género a menudo traspasa las paredes y, al otro lado, a los vecinos les asaltan las dudas y el miedo. “Les diría lo mismo que a las víctimas, que si no quieren denunciar, al menos que nos informen porque solo podemos proteger cuando sabemos que hay un riesgo”, les anima Fernández Cucó.

Tal y como se recoge en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, quien tenga conocimiento de un delito perseguible de oficio está obligado a denunciarlo. Sin embargo, insiste, “a nosotros nos sirve con que llamen a SOS Deiak y nos adviertan. Nos pondremos en contacto con esa persona porque ha sido testigo, pero nadie le va a poner una pistola en el pecho para que declare. No nos vamos a meter contra las personas que no denuncian y debieran haberlo hecho porque bastante tienen con su carga”. Hecha esta aclaración, lamenta que ese silencio se rompa cuando ya es demasiado tarde. “Asesinan a una mujer y luego decimos: Pues ya se sabía… Triste, porque es cosa de toda la sociedad”, lamenta.

Convencido de que “la violencia machista no es una cuestión policial”, solicita refuerzos para hacer frente a este “gran reto”. “La Policía lucha contra este tipo de violencia a partir de la disuasión, de la protección, pero hay muchas cosas que se pueden hacer desde la educación, la sensibilización, los medios de comunicación...”, apela y se le viene a la cabeza eso que le han comentado más de una vez: “Óscar, no te podemos informar de todos los casos que conocemos de violencia de género porque estás obligado a hacer un atestado y en ese momento la víctima va a perder la confianza en nosotras”. Suspira. “No es eso. Todas y todos tenemos que implicarnos”.