La profesora navarra Rosario Lamela, creadora de los famosos cuadernos Lamela, falleció el jueves a los 84 años de edad. La docente fue la autora de los cuadernos con los que miles de niños y niñas de todo el Estado aprendieron a leer y a escribir. Aunque nació en Navarra, Lamela vivió casi toda su vida en La Rioja y fundó la Editorial Lamela, que desde su cuenta de Twitter lamentaron su pérdida y aseguraron que continuarán con su legado "como tantas veces nos pediste".

Lamela no tuvo una infancia fácil. Según se recoge en una autobiografía publicada en la web de la editorial, desde muy niña su abuela y su madre le insistieron en la importancia que la educación, la preparación, el tesón, la disciplina y los valores aportarían a su vida, pero con tan solo 16 años fue diagnosticada de la enfermedad de Corea. "A mis 16 años tuve que interrumpir los estudios a causa de una enfermedad nerviosa que me dejó la mente en blanco, perdí la memoria y quede con un fuerte dolor de cabeza que me impidió leer absolutamente nada en varios años, pero mi vocación por la enseñanza seguía ahí y, a los 32 años, ya casada y con un hijo decidí acabar la carrera de Magisterio. De repente me encontré en un aula con 40 niños de cuatro años y sin la más remota idea de qué hacer con ellos", relataba Rosario en su autobiografía.

La docente navarra reconocía que nadie le había orientado sobre cómo actuar en una situación así, ni sabía cómo se utilizaban los distintos métodos de lecto-escritura. "Tampoco tenía ni idea de que, antes de empezar con la lecto-escritura, eran necesarios ciertos ejercicios gráficos preparatorios para el dominio de la mano, así como actividades psicomotríces, dominio del esquema corporal, adquisición de ciertos conceptos de Iateralidad, espacio, tiempo, tamaño, cantidad, adicción, etc.." recordaba.

Formación docente

Ante su "falta de preparación", empezó a buscar información en libros de educación infantil, asistió a cursillos, preguntó a compañeras y las cosas fueron mejorando. "Después pasé a un curso de EGB seguí con mi formación, acudiendo a cursillos de E. Infantil y sobre todo de Dislexia. Colaboré con D. Agustín Regadera, asesor del I.C.E. de Navarra aplicando a todos los alumnos del colegio, las pruebas de detección de la dislexia, para el curso que organizó el I.C.E. de U.D.E.N.", rememoraba Rosario.

Durante el tiempo que estuvo en E.G.B. fue anotando los errores más frecuentes que cometían los niños, tanto en lectura como en escritura. Así como el niño necesita ayuda para aprender a andar, detallaba la profesora, también necesita ayuda que le facilite el aprendizaje de la escritura. "A mí me faltaron esas ayudas, tanto al iniciar la escritura, como mis primeros años de estudiante, que es cuando se afianza su aprendizaje".

Fue entonces cuando Rosario comenzó a innovar y a buscar otras formas de enseñanza. "Probé primero con las dos líneas. Los niños encontraban rápidamente donde ubicar el cuerpo principal de las letras, pero no contaban con una medida para la anchura de las mismas, ni para los espacios de separación; las prolongaciones podían ser unas más largas que otras y se podían inclinar hacia un lado o hacia otro. Además los movimientos tan amplios que el niño tiene a esa edad, no cabían en esas angosturas", recordaba y añadía que "lo intenté cuadriculando la pizarra y para mí fue de una gran ayuda. Las letras tenían todas la misma medida, tanto su cuerpo principal como las prolongaciones y las separaciones eran siempre iguales. Sin embargo, no ocurría lo mismo con los niños".

En los cuadernos de cuadros, todas las líneas son iguales, por lo que les costaba mucho mantenerse en la misma línea y en el supuesto de que lo consiguieran, eran incapaces de contar sin equivocarse, tanto los cuadros de separación de palabras, como los de salto de línea a linea; además sus amplias letras no cabían en unos cuadros tan pequeños. Ante estas dificultades Rosario decidió unir las dos pautas en una. "Por fin un tacatá perfecto para la enseñanza de la escritura, y así es como nació la Cuadrovía Lamela".