A Pablo Segura Torres no le gustaban los animales y, de hecho, les tenía “cierto recelo”. Sin embargo, ahora se le cae la baba con Bred, un magnífico labrador de 35 kilos de peso y pelaje azabache que encamina sus pasos desde hace dos años, cuando llegó a su casa, en el barrio de Lezkairu, procedente de la Fundación ONCE del Perro Guía. “Legalmente se considera una herramienta de movilidad, pero es una expresión muy fría, yo no lo definiría así. Bred es parte de mí, lo que le pasa a él me pasa a mí. Somos una unidad: a donde voy yo, va él y a donde va él, voy yo. Nos llevamos bien, nos entendemos, él me ayuda mucho, pero también es muy feliz”, explica este pamplonés de 49 años, quien recalca que “no hay explotación del animal”. “Tiene todo mi cuidado, toda mi atención, y creo que nos cuidamos mutuamente, con la salvedad de que él, además, me guía”, afirma. 

Pablo tiene una enfermedad degenerativa de la retina, llamada retinosis pigmentaria, por la que “poco a poco vas perdiendo vista, si bien cada paciente a un ritmo diferente y no de forma homogénea. En mi caso, con 12-13 años empecé a perder visión, como un goteo, poquito a poquito, y hace aproximadamente 6 años llegué a una situación de ceguera total y dejé de trabajar”. Su empleo como fisioterapeuta requería “mucha movilidad” porque “tenía que desplazarme a diferentes centros”, con el consiguiente "cambio de entornos, de oficina, de disposición diferente de los elementos... Todo me suponía un estrés. Se me complicó mentalmente, fue muy difícil al final y, entonces, la Seguridad Social me dio una incapacidad”, recuerda. Así, aunque se manejaba con el bastón, al perder esa última referencia visual, “me bloqueé mucho, me vi muy perdido” y, en contra un poco de su instinto, empezó el proceso para solicitar un perro guía.

Movilidad y seguridad

“Llevamos dos años juntos y no he tenido un accidente ni un golpe”

Bred tardó cuatro años y medio en llegar –ahora es incluso mayor la espera– y lo hizo en plena pandemia, por lo que no pudieron disfrutar del periodo de adaptación y entrenamiento juntos que generalmente tienen el can y la persona ciega en las instalaciones de la Fundación, en la Comunidad de Madrid. Y esos inicios, reconoce Pablo, fueron “duros” aunque estuvieron dos o tres días con ellos para aprender una serie de comandos e ir familiarizándose sobre el terreno.

Todo el proceso de entrenamiento y educación se basa en el refuerzo positivo, jamás negativo: “Siempre con caricias, con buenas palabras o con chuches”, asegura Pablo. Y es que el objetivo es “llegar a ese punto en el que él y yo seamos uno”, porque al dar las órdenes es necesario coordinar las palabras con los gestos y con una seguridad que el perro entienda, transmitiendo autoridad y una confianza mutua. De hecho, tuvieron que pasar tres meses para que empezaran a sentirse cómodos y no fue hasta los seis que esa comodidad y compenetración fue total.

Ahora, Pablo afirma que Bred ha cambiado su vida: “He pasado a tener una movilidad muy buena, porque me da mucha seguridad. Llevo dos años con él y no he tenido un accidente, ni golpe, de los que tenía antes con relativa frecuencia”, porque “siempre hay alguna farola o señal que no debería estar –se ríe–. Con él me muevo con mucha seguridad, mucha tranquilidad, a nivel de movilidad me aporta muchísimo, ya que me ha abierto el horizonte, tomo otros caminos y hago bastantes rutas por Pamplona, pero, por el otro lado, también me proporciona cariño, esa figura que está ahí contigo, fiel para todo y que yo, que era una persona que no le gustaban los animales, jamás pensé que iba a sentir por un perro. Se crea un vínculo, una conexión entre nosotros, muy fuerte”.  

"Yo tengo que saber dónde voy y darle en todo momento las órdenes y lo que va a hacer él es llevarme por el camino que le indico, rodeando los obstáculos"

Pablo Segura Torres - Persona ciega que tiene un perro guía

De este modo, explica Pablo, el animal “te lleva pero es la persona la que guía. Esto no es llévame al cajero que hay en Carlos III; no. Yo tengo que saber dónde está la oficina y darle en todo momento las órdenes y lo que va a hacer él es llevarme por el camino que le indico, rodeando esos andamios, esos maceteros, esa mamá con la silleta que está en medio... y me va a llevar perfectamente sobre mis instrucciones”, lo cual requiere que “yo tenga buena movilidad y buena orientación”. No obstante, destaca que estos perros “tienen lo que se llama desobediencia inteligente”, de manera que “si le doy una orden que nos pone en riesgo, no me hará caso”. 

Pablo Segura y su perro guía Bred, que siempre camina a su izquierda, cruzan un paso de cebra en la calle Leyre de Pamplona. Unai Beroiz

No hay que llamar su atención

“El simple hecho de mirarle puede provocar una distracción”

Recientemente la ONCE, que actualmente tiene 957 perros guía en activo en todo el Estado, de los cuales 8 se encuentran en Navarra, hizo un llamamiento a la sociedad para no distraerlos cuando llevan el arnés y están trabajando. Como usuario, Pablo recomienda no acariciar a los perros guía, ni llamar su atención, ni siquiera mirarles o tener contacto visual, porque “puede repercutir en que pierda la concentración en la guía y podamos tener un tropiezo o un choque”.

Asimismo, indica que los perros tienden a interactuar cuando se encuentran y, por ello, solicita a los dueños de otros animales que intenten evitarlo o que les informen cuando esto ocurre. “Es tan fácil como decir hola, lo siento, estoy aquí con mi perro y se están saludando. Así, sé qué está pasando, le paro y evito que pueda haber un accidente, tropezarme o golpearme con algo”. 

“Los conductores no son conscientes del trastorno que provocan aparcando en el paso de cebra”

Pablo Segura Torres - Persona ciega que tiene un perro guía

En cuanto a la alimentación, recalca que tampoco hay que darles comida cuando pasean por la calle, porque “les puede sentar mal”. Y, además, advierte que los conductores “no son conscientes del trastorno que provocan cuando aparcan el coche en el paso de cebra un momento”, porque hacen al perro “dudar”, generando “situaciones de riesgo” en la carretera. 

Finalmente, Pablo refiere que la situación más desagradable que le ha tocado vivir junto a su inseparable compañero ocurrió hace unos tres meses en un bar de la Comarca de Pamplona, cuando no le dejaron entrar con Bred y tuvo que llamar incluso a la Policía. En relación a este incidente, aclara que “cualquier establecimiento o local no deja de ser público por mucho que sea tu bar. Es un sitio público en el cual los perros de asistencia tienen derecho a entrar y es obligación de ellos permitirlo, porque están ahí por algo. En mi caso, son mis ojos; o entramos los dos o no entramos y, si yo quiero acceder, el que me tiene que llevar es él, con lo cual no es opcional, no hay derecho de admisión, es su obligación”. Del mismo modo, prosigue, “yo tengo obligación de llevar conmigo los papeles” para acreditarlo. 

Pablo y Bred adelantan a un grupo de personas en una acera en Pamplona. Unai Beroiz

Una conexión “muy fuerte”

“Bred hace que todo sea muy fácil”

Pablo dice que Bred es “muy tranquilo, muy dócil, le gusta su espacio y te lo da; no es nada invasivo”. Como cualquier otro perro, necesita sus momentos de ocio, de juego e interacción con otras mascotas, pero de esa parte se encarga más Martina –la mujer de Pablo–. “Disfruta mucho en la playa, se baña en el mar, en el río, porque a los labradores les encanta el agua, y también comer”, indica su dueño, que confiesa que ahora no se puede imaginar la vida sin él y que se le caen las lágrimas cuando piensa que tiene 4 años y que a los 10 los jubilan, aunque asegura que, una vez retirado, seguirá viviendo con ellos. Por todo ello, agradece el “trabajo increíble” que hacen en la Fundación ONCE. “Siempre digo que tengo un ferrari. No he pagado nada por él pero vale mucho –estima que el coste de adiestramiento supera los 30.000 euros–, un dinero que aporta la ONCE con la venta de sus productos y, por desgracia, actualmente solo se entregan unos 120-130 perros al año. Son muchos, pero al mismo tiempo son pocos, y harían falta muchos más”. 

Preguntado por en qué instante es consciente de que podía confiar plenamente en su amigo de cuatro patas, Pablo cuenta una anécdota de hace dos meses: “Le dije a mi madre que había quedado en Martín Azpilicueta, por lo que tenía que recorrer andando Sancho el Fuerte, y me contestó ni se te ocurra. Está medio Sancho el Fuerte levantado y con obras”. Pablo le replicó que no se preocupara, porque Bred le iba a llevar. A lo largo del trayecto, no notó en ningún momento que en la acera había vallas, obras, andamios... Volvió a llamar a su madre para decirle “mamá, te has equivocado. No había nada”. Ella le respondió que sí, que las había visto esa misma mañana. Por cosas como esa, Pablo concluye: “Bred hace que todo sea muy fácil”. Antes, con el bastón, hubiera sido “una pesadilla”.