Galy no sale del agua. Desde que llegó a Navarra el pasado 10 de julio procedente de los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia) ha vivido a caballo entre Buñuel –pueblo de su madre de acogida, Patricia Andrés– y Pamplona, y de momento lo que más le gusta de estas vacaciones en paz que está viviendo es la piscina. “Le encanta bañarse, se pega todo el día en la piscina”, señala Xabier Ortega, padre de acogida de la pequeña de 9 años.

Y es que donde ha crecido Galy, en la hamada argelina, el agua es un bien escaso, un artículo de lujo que no se puede desperdiciar y que solo tiene un uso: el consumo humano. Por eso a Galy y al resto de los 70 menores saharauis que han venido a Navarra este año en el programa Vacaciones en Paz se les ilumina la mirada al ver tanques gigantes llenos de agua con el único propósito de refrescarse y disfrutar.

“Al principio se tenía que meter con manguitos, porque no sabía nadar. Pero veía que el resto de niños de su edad no llevaba y ya ha aprendido a nadar bastante bien. Es muy echada para adelante”, señala Patricia, que recuerda que llevaban bastante tiempo valorando la idea de acoger a un menor saharaui y que este verano han dado el paso: “Teníamos la idea en mente y estábamos concienciados con la causa, así que decidimos traer a un menor”.

Patricia y Xabier reconocen estar “muy contentos” con Galy y con la experiencia de tenerla en casa. “Es una niña encantadora no pone pegas a nada, se porta muy bien y cada vez se va soltando más y va perdiendo la vergüenza”, comenta Patricia. Además de la experiencia, Xabier también pone el foco en una cuestión crucial y en uno de los principales objetivos de Vacaciones en Paz: sacar a los menores saharauis de las temperaturas infernales del desierto en verano. “Nosotros no conocemos los campamentos, pero creemos que traer a Galy es una buena forma de colaborar. Lo importante es sacarles en verano de allí y que vengan aquí, conozcan cosas nuevas, se alimenten bien, etc.”, apunta.

Lo peor, “el frío”

A Martín Urrutia también le cuesta sacar a Haya de la piscina. Viven en Irurita y a la pequeña saharaui de 8 años le encanta bañarse con sus compañeros de aventuras, los hijos de Martín. Eso cuando no hace frío, al que todavía le cuesta hacerle frente. “La adaptación está yendo muy bien, con mis hijos, sobre todo con la pequeña que tiene su edad, ha congeniado de maravilla. Lo que más le está costando es el frío. Ella está acostumbrada a altas temperaturas y aunque aquí estamos en verano algún día que ha hecho un poco de frío ella lo ha notado”, explica Martín.

Estas dos semanas están siendo muy positivas, tanto para Haya como para su familia de acogida, aunque Martín reconoce que ha tenido momentos de nostalgia: “Es la pequeña de seis hermanos y tiene mucho apego a su madre, eso le ha costado un poco, pero su familia está muy contenta de que esté aquí y ella cada vez está mejor”.

Haya aprende rápido. En tan solo dos semanas ya domina la bici y el patinete y se apañe bastante bien con el idioma. Solo hay una cosa que, paradójicamente, no le ha gustado del tiempo que lleva en acogida: la arena. “Fuimos un día a la playa y se estuvo bañando en el mar muy a gusto. Pero luego al salir no le hizo gracia que se le pegase la arena a la piel y que se le metiese por todos lados. Mira que allí tienen mucha arena, pero no se les pega al cuerpo”, indica Martín, que se animó a traer a Haya después de la experiencia de su hermana: “Mi hermana ya trajo a un menor, por lo que conocíamos la realidad de la acogida y nos animamos. La verdad que es algo muy recomendable”.