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Los búnkeres del Pirineo, la obra "inútil" del franquismo

25 jóvenes trabajan en la localización y recuperación de los reductos construidos durante el régimen en Orbaizeta

Ana Ollo visita los trabajos de rehabilitación de búnkeres franquistas en Orbaizeta.Iñaki Porto

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Diez mil piezas de hormigón que recorren la zona pirenaica en tiempos de hambre y miserias que no sirvieron “para nada”. Ana Ollo, la vicepresidenta segunda del Gobierno de Navarra y consejera de Memoria y Convivencia, Acción Exterior y Euskera, ha visitado esta mañana la labor de localización y recuperación de varios búnkeres franquistas en Orbaizeta, donde 25 jóvenes de todo el Estado se encuentran colaborando. Forma parte del proyecto Fronteras de hormigón que tiene como objetivo restaurar las construcciones “inútiles” que se produjeron entre 1940 y 1955.

La frontera navarra está salpicada de 2.000 fortificaciones levantadas por el régimen franquista con la intención de protegerse de una posible invasión aliada o republicana por los Pirineos que nunca ocurrió. “Fue una obra faraónica construida por esclavos franquistas y por jóvenes que tuvieron que sufrir el servicio militar. La historia ha demostrado la inutilidad de este tipo de edificaciones que detrajeron recursos económicos y humanos muy necesarios para la sociedad civil en la dura época de la posguerra””, ha explicado Ollo.

En muchos casos, estos búnkeres ni siquiera eran conocidos por los vecinos de la zona, de manera que no solo cayeron en el olvido, sino que, además, comenzó a perderse la historia. “Nuestro objetivo es que empecemos a conocer la otra parte del relato porque no podemos seguir creciendo en la desmemoria. La democracia no se construye con búnkeres, sino con diálogo y una mirada crítica de lo que aquí ocurrió”, ha asegurado la vicepresidenta.

Por ello, frente a los “fascismos que pretenden volver a esgrimir la construcción de estas piezas”, desde el Instituto Navarro de la Juventud y del Instituto de la Memoria, en colaboración con las entidades locales –Valle de Aezkoa, Salazar y Baztan– pretenden desenterrarlos con la ayuda de los 25 jóvenes que se han comprometido con esta labor. “Me gustaría que, cuando ellos vuelvan a sus casas, cuenten qué es lo que han vivido y qué es lo que pasó en esta frontera. La convivencia en nuestra sociedad no puede basarse en el olvido ni la negación, sino en la memoria crítica”, ha afirmado .

Por su parte, Nicolás Zuazua, arqueólogo y uno de los monitores del voluntariado, ha señalado que los dos búnkeres de Orbaizeta estuvieron diseñados para convertirse en un nido de ametralladoras. Además, “corresponden a la segunda fase de fortificación, que se corresponde con los años 1944 y 1945, cuando el régimen franquista vio mayor peligro. Los hicieron con soldados de reemplazo, que no vivieron unas condiciones tan malas como la mano forzada de la primera fase”, ha contado Zuazua.

Este tipo de iniciativas permite que muchos de los vecinos de las localidades próximas recuperen sus recuerdos y puedan hablar de algo que antes les generaba “mucho miedo. Esto es un acicate para que la memoria salga a la luz”, ha asegurado Carlos Bueno, el presidente de la Junta del Valle de Aezkoa.

Restauradores de la memoria

Por otro lado, Ana Ollo ha agradecido a los 25 jóvenes participantes en este campo de trabajo “la importancia de su compromiso para mantener viva la memoria de la violencia injusta del régimen franquista, en un contexto como el actual de auge de fascismos y posfascismos que pretenden legitimar en nuestros días aquellas políticas del terror”.

Jan Carry, joven de 16 años procedente de Madrid, ha venido a Navarra porque le llaman mucho la atención “los temas militares” y, en cuanto vio este campo de trabajo, se apuntó sin dudarlo. “Aunque también me obligaron mis padres”, ha bromeado. Sea como sea, le está gustando mucho la experiencia. Durante estos días, han pasado por tres zonas distintas para rescatar los búnkeres; una tarea que no les ha resultado nada fácil: “Nos facilitan un mapa donde se hace una estimación de dónde podrían localizarse, pero no siempre tiene por qué ser así. Nico, nuestro monitor, suele ser el que se percata y nos avisa”, ha apuntado Juan Manuel Ruiz, gaditano de 16 años. “Es que, entre que está hecho para no verse y que está cubierto de hierba y de zarzas, es imposible”, ha añadido Héctor Navarro, oriundo de Valencia.

De acuerdo con lo que les han enseñado, un búnker se puede componer por dos estructuras. Por un lado, una parte que compone las paredes externas y, por otro lado, una que se encuentra situada “a 20 centímetros para que las vibraciones no afecten a toda la composición”, ha explicado el gaditano.

Javier Casillas llegó desde Burgos también obligado por sus padres porque la expresión “campo de trabajo” no le parecía demasiado atractiva. Sin embargo, lejos de la realidad, “ha superado todas mis expectativas. Estoy aprendiendo, disfrutando y conociendo a gente muy maja”, ha comentado. Asimismo, han considerado que tampoco estaba siendo una labor demasiado cansada: “Hacemos muchas rotaciones. Cuando unos pican, otros almorzamos”.

A la hora de acceder al interior de los búnkeres, se sorprenden cuando encuentran grabados en las paredes mientras limpian: “Hemos visto garabatos es los que se leía el año 1945, las iniciales de los esclavos o algunas frases que describían el modo de vida”, ha enumerado Sara Ortega, joven procedente de Alicante.