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Elisa García MingoProfesora de sociología en la Universidad Complutense

"Violencia es impedir que una persona se desarrolle plenamente, su potencial, su libertad, su vida"

Experta en misoginia digital, Elisa García Mingo analiza cómo lo cotidiano y las nuevas formas de violencia sostienen la desigualdad y dificultan su erradicación

"Violencia es impedir que una persona se desarrolle plenamente, su potencial, su libertad, su vida"Iñaki Porto

Desde la sociología, ¿Qué supone considerar la violencia machista como un problema colectivo y no solo individual?

Las raíces no son individuales, son colectivas, las raíces de la violencia residen en un conjunto de creencias que son colectivas y que transmitimos de manera comunitaria o colectiva. Nos enseñan o nos justifican la violencia pues diferentes actores socializadores, desde la escuela, los medios de comunicación, las redes sociales, nuestras familias… Si todo el mundo cambia las creencias que están en la base de la violencia, digamos que inhabilitaría o desactivaría la violencia, en el caso de las mujeres tienen que ver con el control y posesión.

¿Por qué lo cotidiano se convierte en un espacio donde la violencia se normaliza o se invisibiliza?

La violencia no suele comenzar en su versión más extrema, antes de pasar a formas más lesivas, más graves, se pasa por violencias que son mucho más cotidianas. Y como son cotidianas, pequeñas, pues las invisibilizamos, las normalizamos o no nos preocupan. Y el problema es que se va intensificando y vamos tolerando hasta que esas dinámicas son muy difíciles de cambiar. Se convierten en relaciones de poder, sometimiento, relaciones violentas o conductas agresivas. Además también, la impunidad se construye con silencios cotidianos, hablando por encima o usando eufemismos.

¿Cuáles son hoy los factores estructurales que sostienen la violencia contra las mujeres y que hacen que persista pese a los avances?

Para empezar, que tengamos una cultura de la violencia, es decir que la diferencia o la normalización de que se resuelvan los conflictos con violencia. Y luego muchísimas creencias que son no igualitarias respecto a los hombres y las mujeres. La creencia de que las mujeres tienen un rol concreto, que su rol es inferior, o que las mujeres tienen que ser corregidas y enseñadas para que cumplan los mandatos de la feminidad. Pero a la vez, también hay unas creencias y mandatos sobre la masculinidad: tienen que ser los que manden, fuertes, promiscuos y capaces.

Se dice que la violencia de género es el síntoma extremo de desigualdades más amplias. ¿Cuáles son esas desigualdades y cómo se relacionan con la violencia?

Muchas veces la creencia de que las mujeres tienen que ocupar su lugar, o por ejemplo esta creencia de que mi mujer es mía o no quiero que nadie la mire. Hay muchas creencias sobre cómo se tiene que vestir, incluso con quién y cuánto tiene que salir.

La definición de la violencia se amplía más allá de la física. ¿Por qué cuesta tanto que la sociedad reconozca estas violencias no visibles?

Violencia es impedir que una persona se desarrolle plenamente, su potencial, su libertad, su vida. Entonces cuando hay una violencia estructural, como la violencia económica –no tiene acceso a dinero o no puede acceder a la salud–, eso es una forma de violencia. Porque la violencia física es la más reconocible, pero la violencia estructural, como por ejemplo la pobreza, es una forma de violencia. La violencia digital también, realmente te limita muchísimo: el movimiento, la libertad,  tus relaciones e incluso muchas veces tiene un impacto en la salud. Se han reconocido los impactos en la salud mental de las víctimas como muchísimos problemas de insomnio, paranoia, abandono de la universidad/escuela. Incluso muchísima somatización o enfermedades relacionadas con el estrés (físicos). La violencia psicológica, por ejemplo, es algo que ha tardado mucho en reconocerse. Por ejemplo, reduces el número de relaciones y cambias las formas de relacionarte con las personas. Cambias los lugares a los que vas, abandonas sueños, proyectos de vida. Impacta, por ejemplo, en el plano de los estudios y de lo laboral, te daña la autoestima, el bienestar, la salud emocional, la salud mental y las relaciones sociales. Hay un impacto enorme y luego no podemos olvidar que la mente es parte del cuerpo también, por lo que decía de la somatización y todas las enfermedades físicas vinculadas a la salud mental. 

Ciberacoso, difusión de imágenes sin consentimiento, acoso en redes… ¿Cómo ha evolucionado la misoginia digital en los últimos años y cómo afecta a las mujeres hoy? 

En los últimos años se ha diversificado, se ha intensificado muchísimo todo lo que es la violencia digital. De todo tipo, ya que tiene que ver más con la sexualidad, cómo es la difusión de imágenes íntimas sexuales sin consentimiento o la fabricación de deepfakes sexuales. Sabemos además que son unas violencias que son muy nuevas, muchas veces las personas no las reconocen como violentas o no saben cómo actuar, hay mucho desconocimiento. Y también yo creo que es importante entender que están ocurriendo en unos espacios que están guiados por unas tecnologías, en algunos espacios que también son empresas tecnológicas, que muchas veces son cómplices de lo que está ocurriendo. Entonces es verdad que es un nuevo entorno y que como tal hay que conocerlo y hay que regularlo, para que no se persigan esas violencias e impunidad. 

¿Cómo percibe la sociedad actual la violencia de género?

En los últimos 25 años se ha avanzado muchísimo, se denuncia más,hay muchísimos más mecanismos de denuncia, se habla más de ello y hay muchísima más sensibilización entre los profesionales. Entre ellos, los profesionales de medios de comunicación y conocer el tema. Hay muchísimos más recursos para las víctimas, supervivientes y afectadas. El circuito de atención a víctimas es mucho más complejo, está mejor dotado, está mejor formado. Realmente está mucho mejor. Lo único que en los últimos tiempos, con la emergencia de discursos negacionistas, vanalizadores de la violencia contra las mujeres y las niñas, sí que está haciendo un impedimento en la lucha por la erradicación de la violencia. Entonces sí que tenemos que estar contentos por los logros que hemos tenido, pero por otro lado tenemos que preocuparnos.

La violencia vicaria, dirigida a hijos o personas cercanas para dañar a la mujer, está ganando visibilidad. ¿Qué nos dice esto sobre los mecanismos de control  en una sociedad patriarcal?

Bueno, pues yo creo que ha sido como un ángulo ciego, un punto, un ángulo muerto, un punto ciego en la comprensión de la violencia dentro de la familia, contra las mujeres y los niños. Y pues sí que se han establecido mecanismos de protección contra las mujeres, pero quizás la parte de la infancia se ha trabajado peor. Entonces yo creo que no hemos sabido entender, es muy difícil y no hay manera de hacer entender que los niños son víctimas, aunque no les maten. Los niños son víctimas de violencia, de esa violencia, porque de hecho hay muchísima evidencia que todos los niños que crecen en esos hogares, por supuesto experimentan que violencia psicológica, económica y tienen muchísimas más probabilidades después de ser perpetradores o víctimas de violencia, etc.