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Colectivos sociales denuncian la situación del convento de Aranzadi: "Más de 70 personas malviven sin agua ni luz"

El pasado domingo, un joven resultó herido de gravedad tras precipitarse por el hueco del ascensor del edificio | Desde marzo, el Ayuntamiento de Pamplona deniega muchos padrones de personas migrantes

Las lonas que cubren la zona exterior donde malviven algunas de las personas albergadas en el convento.Javier Bergasa

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“Un laberinto oscuro”. Así es el interior del antiguo convento abandonado de las Agustinas de Aranzadi, según describe la asociación Apoyo Mutuo. Este domingo, un varón se precipitó desde un segundo piso por el hueco vacío del ascensor del edificio. Fue trasladado a la UCI, según la asociación, con “un traumatismo craneoencefálico muy grave”. De hecho, cuando los servicios llegaron para atenderle, “se lo llevaron con un hilo de vida”.

Desde Apoyo Mutuo revelan que hace un tiempo, el Ayuntamiento de Pamplona “les cortó el suministro de luz y agua, por lo que desplazarse allí dentro a las noches, cuando ninguna escalera tiene protección, el hueco del ascensor está vacío y no se ve nada, es muy peligroso”. Al mismo tiempo, exponen que, además del herido del domingo, “otro chico más cayó por ese mismo hueco el día anterior y desde la tercera planta; un golpe que le provocó una dislocación de hombro, un esguince en el tobillo derecho y un traumatismo en las costillas”.

¿Cómo viven en el convento? 

Cuando el año pasado el albergue de las Damas Apostólicas, que proporcionaba un techo a las personas sin hogar de Pamplona, decidió no abrir sus puertas, “más de 150 chavales tuvieron que pasar el invierno en la calle, entre las instalaciones de la antigua Ikastola Jaso y las del viejo convento de las Agustinas”, relatan desde la entidad. 

Actualmente, se estima que el edificio de Aranzadi alberga a unas 70 personas sin hogar que carecen de medicinas, ropa, ducha, luz, agua o comida, ya que “los comedores sociales solo alcanzan a cubrir en torno al 10% de la demanda y los gastos farmacológicos los intentamos afrontar las asociaciones, al igual que otros servicios”. En general, la comunidad que vive en el antiguo convento de las Agustinas carece de oportunidades porque “se les están denegando las solicitudes de empadronamiento”.

Apoyo Mutuo detalla que “antes, cuando solicitaban un padrón, si no recibían respuesta en un plazo de tres meses, este se les otorgaba por silencio administrativo”. Sin embargo, desde marzo, “este tiempo ha aumentado a seis meses y ahora, a escasos días de que se cumpla el plazo, reciben la denegación, generalmente con el motivo de que no demuestran estar viviendo aquí”. La asociación considera que “el Ayuntamiento ha visto que están llegando muchas personas migrantes y, como se trata de un sector que no proporciona ni dinero ni votos, no tiene prisa por acogerlo”.

Una jerarquía social propia

El hecho de que los servicios sociales no intervengan en la situación del convento de Aranzadi hace que convivan realidades muy distintas. “Si no se les pregunta de dónde y por qué vienen, a qué aspiran, cuánto llevan en la calle... No se les puede organizar”, consideran en la entidad. “No acogerlos significa no diferenciar los distintos perfiles”, insisten, “porque hay personas brillantes, con un máster en su país, conviviendo con personas con adicciones que, además, les incitan a consumir para sobrevivir a las noches frías y afrontar su cruda realidad”.

Dentro, se ha generado una jerarquía social propia donde “figuras de poder, mafias, presionan a otros a hacer lo que ellas quieren”. “No pienses que vivir allí es tan sencillo como llegar un día al convento e instalarte”, recuerdan, “allí imperan otras leyes y solo unos pocos toman las decisiones”. De hecho, el personal de Apoyo Mutuo cuenta que, mientras el varón estaba siendo atendido por la grave caída, “en el convento estaban arrebatándole su habitación y lo que había en ella”.

“Nos duele el corazón”, revela Apoyo Mutuo, “nos rompe ver a chavales jóvenes tonteando con las drogas para sobrevivir a las noches en la intemperie”. La dura realidad que viven las personas sin hogar que se albergan en estos espacios es tan cruel que “en cuatro meses, consigue hacer de estos chavales unos adictos sin oportunidades, cuando en realidad, vinieron siendo la preciosidad más valiosa de su familia”. Si no reciben asistencia, apoyo ni oportunidades, “no podrán salir de esa indigencia y se verán obligados a delinquir, porque no les quedará otra opción”, insiste la asociación.