LO de la ley de Amnistía está siendo como un déjà vu, que dicen los franceses. O en palabras más cercanas, un bucle, o día de la marmota. Titulaba esta sección el pasado 10 de marzo con un solemne “Habemus ley de Amnistía”. Lo hacía mientras mirábamos de cerca la Semana Santa. Tras el veto del Senado, es ahora, cuando nos relamemos pensando en las vacaciones veraniegas, el momento en el que sale adelante, ya de verdad de la buena. Pero ojo, que aún le queda cuerda para rato.

Amnistía

Tras haberse aprobado en la cámara baja, vetada en el Senado, y salir adelante de nuevo en el Congreso por una mayoría de 177 votos, la Ley de Amnistía se pone en marcha. Lo hace tras una sesión lamentable, escasamente edificante y que dice mucho del nivel bajo, muy bajo, que predomina en la política española, más cercana a un sketch que a la intelectualidad. Un debate bronco que desbordó a la presidenta Armengol y en la que numerosos diputados se cruzaron graves insultos. El caso es que la norma ha sido aprobada pero cuidado, que ahora le corresponde a los jueces aplicarla en los diferentes casos.

Begoña

Escribía antes que Pedro Sánchez, risueño antes de la votación de la Ley de la Amnistía, se apuntaba un tanto con su aprobación. Lo hacía en una semana en la que el caso Begoña se (le) ha complicado. La Fiscalía Europea ha preguntado al juez que admitió la denuncia contra la esposa del presidente del Gobierno español si la causa que dirige afecta a contratos suscritos con fondos europeos, mientras determina si es competente para investigar.

Además, aunque no cita a la susodicha como investigada, el magistrado pide que se le dé traslado de la apertura de diligencias para que, si lo estima conveniente, se persone con abogado y procurador “a los efectos de evitar indefensión”. No se puede atribuir delito alguno, por ahora, a Begoña Gómez. Otra cosa es lo estético, y ético, de algunas cosas que están saliendo a la luz.

Mendilibar

Salvo numerosos políticos, que no han sido en su vida autónomos o trabajadores por cuenta ajena, el común de los mortales (usted, yo mismo) somos, o hemos sido, currelas. 

Y cuando alguien que trabaja a conciencia en su profesión alcanza el éxito, le confiero tanto mi aplauso como mi máximo reconocimiento. 

Es el caso de José Luis Mendilibar, un entrenador tan alejado de parafernalias como entregado a su cargo. 

Un tipo afable, humilde, que ha sumado en un año dos trofeos europeos, la Europa League con el Sevilla, primero, y hace unos días la Conference con el Olympiacos. Qué grande es el de Zaldibar, ejemplo para tantos ególatras que sientan cátedra desde los banquillos. A sus pies.

Taylor Swift

A algunos lectores de este periódico, el nombre de Taylor Swift no les dirá nada, y si lo hace es por el aluvión de noticias de estos días por sus dos conciertos en Madrid. A lo tonto, la estadounidense ha metido en el Bernabéu a 140.000 personas sumando ambas fechas. Casi nada.

Lo único que me pone cascarrabias en el mundo de la música son los géneros que abusan del auto tune y las letras marcadamente machistas. A partir de ahí, pienso que no soy nadie para decir si un artista o banda es buena, o no. Porque la música, como buen arte, no es racional, y cada persona es libre de elegir quién debe poner banda sonora a su vida.