Tomás, fotógrafo y ornitólogo, intenta relanzar su carrera viajando a la selva amazónica y fotografiando al urubú albino, un ave rapaz de la que no hay registro en libertad. Con él arrastra a Eva, su mujer, rota y dispuesta a recuperar al hombre del que se enamoró, y a su hija Andrea, una adolescente obsesionada con la tecnología. Cuando la joven desaparece se abre un mundo de terror y miedo en el que el espectador podrá reconocer en parte el sello Ibáñez Serrador. El hijo de Chicho, Alejandro, quiere rendir un homenaje a su padre a través de esta película, que abre el jueves en Festival Nocturna de Madrid y que tiene como trasfondo uno de los títulos más emblemáticos del creador del 1, 2, 3 responda otra vez: ¿Quién puede matar a un niño? Está protagonizada por Carlos Urrutia y Clarice Alves, y al estilo de su padre, él también aparece en alguna secuencia del film.

Debuta en el cine con terror, ¿no podía ser de otra manera?

Es que lo llevo en la genética. El terror está en mi ADN y Chicho tiene la culpa. Mis bisabuelos, mis abuelos y mi padre, todos, han paseado por el mundo del terror, especialmente mi padre, que trajo el terror a este país. Así que a mí no me queda más remedio que seguir la estela de todos ellos.

Chicho (Ibáñez Serrador) siempre dijo que él no solo asustaba a los espectadores, porque a sus hijos también les contaba historias de terror.

Ja, ja, ja€ Pues era verdad. Recuerdo que cuando tenía tiempo siempre buscaba un rato para estar con mi hermana y conmigo, se inventaba un cuento de miedo y nos lo contaba.

¿Antes de dormir?

Sí, sobre todo, pero también en cualquier momento del día. Era algo que le encantaba.

Hablemos de su película, Urubú

Un urubú es un ave carroñera, tipo buitre, que se encuentra en Latinoamérica. Esta película parte de la desaparición o secuestro de una niña. Quería hacer algo en homenaje a mi padre, y como he trabajado en la selva en tres ocasiones rodando documentales, pensé que era el lugar perfecto para desarrollar una historia de terror.

¿Quién puede matar a un niño? fue una de las películas más duras de su padre. ¿Fue esta su referencia?

Exactamente. Poco a poco vas atando cabos y sacando las fichas que tienes y el resultado es esta película, Urubú. Por supuesto, la película de mi padre es una obra maestra, y a eso supongo que yo no llego.

¿Qué historias son las que a usted le atrapan a la hora de rodar un documental o una película?

Lo que más me interesa es enseñar al resto de la gente, a aquellos que los vean, cómo contemplo el mundo. Lo que me gusta es mostrar mi punto de vista, tanto a nivel narrativo como visual.

Rodar en la selva no tiene que ser sencillo...

Es complicado, porque te encuentras con muchos problemas que en un lugar urbano o rural normal no tienes. Esta película ha sido una carrera contrarreloj contra todo lo que tiene una selva. Ha sido ir contra los cambios climáticos constantes, contra la cantidad de bichos que surgen por todas partes y contra todos esos elementos que te advierten de que puede pasar cualquier cosa. No puedes distraerte.

¿Y da miedo?

Mucho respeto, y en ocasiones también miedo. Tienes que estar muy pendiente de tu trabajo y también de tu propia vida. En la selva, si no te das cuenta de dónde has puesto la mano, cualquier bicho, por pequeño que parezca, es un riesgo, y todo lo que has hecho se te puede ir al garete.

¿Han sufrido algún percance en el rodaje?

Nada muy grave, pero una chica se atravesó la mano con las púas de una palmera.

¿Y dice que nada grave?

Para lo que puede pasar no lo es. Teníamos asistencia médica con nosotros, eso sí, y ver la mano con pinchos atravesado imponía. Hemos tenido bichos muy molestos, por ejemplo pulguitas pequeñas que se te agarraban a la zona genital y ya te puedes imaginar. No ha habido mucho más, así que ha sido bastante la suerte que nos ha acompañado.

Se ha inspirado en ¿Quién puede matar a un niño?,

No, yo nací años después, pero es una película que he visto varias veces y que siempre he sentido mucho.

¿Le aterrorizó cuando la vio? Porque hay escenas muy duras.

Mi padre no solo nos contaba cuentos, también nos llevaba al videoclub. Recuerdo que se llamaba El peliculón y alquilábamos todas las películas de terror que había. No me vetaba ninguna. Recuerdo que la primera vez que vi ¿Quién puede matar a un niño? la emitían en TVE y me quedó grabada la imagen de Tomás, el protagonista, disparando al niño en la cabeza y matándole. Tenía ocho años.

Es como para haberse traumatizado.

Él nos explicaba lo que estábamos viendo. Nos hacía entender qué ocurría detrás de las cámaras y cómo se preparaba todo. Cuando en alguna película había sexo o violencia sexual nos las vetaba de plano, pero el terror nos lo dejaba ver con tranquilidad, nos decía que todo era plástico y líquido rojo€

¿Igual que en Urubú

No he utilizado mucha sangre, he preferido jugar un poco con la imaginación del espectador. También es una cuestión económica: quien hace mucho gore y muchos efectos especiales, gasta mucho dinero, aunque de todas formas yo prefiero hacer las cosas con más sutileza y dejando al espectador que pueda imaginar la muerte de un monstruo.

Va tras los pasos de su padre, ¿le alcanzará?

No, ni mucho menos. Creo que mi padre ha sido único, y no lo digo yo, lo dice mucha gente. Él decía que estaba en el momento adecuado y en el lugar adecuado, y es verdad, pero pienso que además de tener esa suerte, supo hacerlo muy bien y para mí es irrepetible. ¿Alcanzarle? No creo. Chicho Ibáñez Serrador era un genio, y no es pasión de hijo, es una opinión objetiva. Pocos podrán repetir los pasos que él dio, y con la globalización menos. Es muy difícil destacar ahora.

Usted tiene una profunda preocupación por la infancia, sobre todo por aquella que no está en el primer mundo.

Hice un documental para Save the children. Soy padre de dos niñas y eso hace que me preocupe más. Es algo en lo que nos tendríamos que implicar todos, pero lo estamos dejando de lado. Somos unos egoístas, porque el futuro es de los niños, de los niños de todo el mundo, sabemos lo que viene y les estamos dejando un camino muy complicado.

En el mundo occidental están muy protegidos por las familias y también atiborrados de cosas materiales.

Es lo que reflejo en ese documental. Les damos todos los caprichos, les metemos en una burbuja, la que hemos creado para ellos, y luego la realidad les pone en su sitio a base de ostias. No estamos entrenando a nuestros hijos para la vida real. Yo he podido viajar con ellas y les he enseñado mundo, les muestro los dos lados de la moneda, su mundo, el que conocen, y el otro, el más duro y en el que hay otros niños que no tienen nada. Quiero que sean conscientes de que hay más mundos fuera del que ellas habitan.

Dice que esta película es un homenaje a su padre, ¿qué cree que hubiera pensado él de haberla visto?

Meterse en la mente de mi padre es algo difícil. Él era una caja de sorpresas a la hora de juzgar las cosas, un hombre muy exquisito con lo que veía. El vio poco más que el tráiler de esta película y me dijo que le había gustado mucho la imagen y cómo habíamos usado la luz. Quizá me hubiera criticado por el guion o en la narrativa, pero creo que en líneas generales le hubiera gustado.

Es una película destinada en estos momentos a recorrer los festivales.

Sí, es lo que toca en los tiempos que vivimos. Hemos hecho 14 festivales en total y hemos tenido tres premios. En Inglaterra la película está gustando mucho y es algo que nos está sorprendiendo, porque allí no es la película de Chicho, es la de Alejandro Ibáñez, porque es un lugar en el que no me conocen.

¿Qué piensa hacer cuando pase la promoción?

Estoy con una ficción de género para plataformas y tengo entre manos un guion al que estoy dando los últimos toques con otros guionistas. Quiero rodar el verano que viene si la situación nos deja, y por supuesto, si consigo la financiación.

La serie también será de terror...

Eso no lo dudes. Tendrá el sello Ibáñez Serrador, pero con mi estilo.

¿Nunca pensó en salirse del camino de su padre?

Sí que me salí. Estudié diseño gráfico y publicidad en Miami y trabajé allí durante un tiempo. La salud de mi padre dio un giro de 180º a mi vida. Dejé mi trabajo y me vine a España con mi mujer. Él ya tenía problemas físicos, empezaba a estar renqueante y decidí estar a su lado.

¿Era duro a la hora de trabajar?

Mucho, y lo era para todos, pero en mi caso bastante más. No solo me exigía como profesional, también como hijo, y la carga era doble. Fue complicado. Estuve trabajando con él en televisión y duramos poco, meses.

¿Mucho carácter por parte de ambos?

Algo así. Yo tenía la suficiente confianza para criticar su trabajo y él también tenía la suficiente para mandarme a la mierda. Nadie se atrevía a decirle a Chicho que algo no gustaba, así que me mandaba al carajo muchas veces.

¿Y usted?

Ja, ja, ja€ Pues me iba al carajo, porque era el jefe y el que mandaba era él. Fue una época complicada, pero mi padre, y lo he dicho muchas veces, era un genio y ya sabes que los genios no admiten réplicas.

1, 2, 3€ es un programa que está alojado en la memoria de varias generaciones. ¿Cómo lo recuerda usted?1, 2, 3€

Yo nací en los platós de ese programa, Mayra (Gómez Kemp) siempre dice que el primer pedo que me tiré fue en sus brazos. Este es un programa que estará siempre en mi recuerdo porque me crie en él. Siempre que pienso en 1, 2, 3€ veo las cajas por todo el plató, las cámaras, el público, y a mi padre dirigiéndolo todo. Son recuerdos que forman parte de mí.

¿Pesa ser hijo de Ibáñez Serrador?

En el plano personal no, eso está fuera de toda duda, aunque hemos discutido cuando no teníamos las mismas ideas. Vivir con él, ver cómo trabajaba, estar a su lado desde niño, ha sido toda una experiencia. Diría que ha sido como ir a la universidad con un gran maestro solo para ti. En lo profesional soy consciente de que muchos me mirarán siempre como al hijo de Chicho Ibáñez Serrador, es algo que no puedo evitar y nunca lo evitaré, porque ha sido un privilegio tenerlo tan cerca. Pero el genio era él, yo solo intento hacer mi trabajo. Urubú es una carta de amor a mi padre. Va por él.

De joven, posando junto a a su padre.

PERSONALEdad:

40 años (27 de septiembre de 1960).

Lugar de nacimiento: Madrid.

Familia: Es hijo de Chicho Ibáñez Serrador. Está casado y tiene dos hijas.

Formación: Estudió Diseño Gráfico y Publicidad en Miami.

Trayectoria: Durante un tiempo, y con miles de kilómetros de por medio, Alejandro trabajó en una agencia de publicidad en Miami. La enfermedad de su padre le llevó de nuevo a Madrid y trabajó durante años en proyectos relacionados con el cine, la televisión y el teatro junto a Chicho Ibáñez. Hizo varios documentales de carácter social; el último fue para la ONG Save the children. Estando su padre ya bastante enfermo comenzó la película Urubú, que terminó dos semanas después de su muerte. En estos momentos trabaja en una serie de terror para plataformas y en el guion de una nueva película.