La cita con Alfredo Sanzol es en Pamplona, en el Teatro Gayarre, un lugar siempre especial para él, en el que desde niño se ha sentado cientos de veces en su patio de butacas y que ahora visita desde el otro lado, entre bambalinas, donde sigue con detalle cada una de las obras que dirige. En esta ocasión era El bar que se tragó a todos los españoles el texto que le llevaba hasta su ciudad natal para hacer la última parada en su gira, aunque realmente no será su última función, ya que tras el éxito y las buenas críticas recibidas volverá a escena del 15 de septiembre al 17 de octubre en Madrid para dar una nueva oportunidad a quienes se encontraron con el cartel de entradas agotadas en la taquilla. Esta obra, que viaja hasta 1963 para narrar la historia de transformación del cura navarro Jorge Arizmendi, personaje inspirado en su propio padre, es además su primer texto propio desde que está al frente del Centro Dramático Nacional (CDN).

En enero de 2020 se convirtió en director del Centro Dramático Nacional y unos meses después llegó el Covid. ¿Trastocó sus planes iniciales al frente del CDN?

Sí, tuvimos que mover toda la temporada prevista para primavera y pasarla al otoño, la de otoño al invierno... A nivel de personal fue también muy complicado por todas las medidas y protocolos de seguridad que hubo que diseñar. Nos encontramos con algo que era nuevo, y parece mentira que ahora estemos haciendo cosas con cierta normalidad, entre comillas, cuando hace un año nos parecían totalmente estrafalarias, excepcionales y que pensábamos que iban a durar quince días.

Lleva algo más de un año al frente del CDN y le habrá tocado hacer balance...

Pese a toda esta situación el balance que hago es positivo, sobre todo desde el pasado mes de septiembre, que es cuando volvió a entrar el público a los teatros.

Los teatros quedaron cerrados y aún siguen semivacíos por cuestión de aforo. ¿Cómo evolucionará esta situación?

Creo que conforme se vaya produciendo la vacunación de la población, y si nos respetan esas mutaciones que están apareciendo y que a veces nos dan sustos, irá mejorando. Nosotros lo que sí hacemos es seguir al pie de la letra las instrucciones que dan las autoridades sanitarias, Vamos al ritmo que ellas marcan.

Por ver el lado positivo, la gente tiene muchas ganas de salir, de volver a disfrutar de la cultura...

Es cierto que para nosotros ha sido una sorpresa muy grata ver cómo el público ha venido a los teatros. Por nuestra parte también hemos hecho un esfuerzo muy grande para que los espectadores se sientan seguros, y creo que mucha gente que a lo largo de estos meses ha tenido alguna experiencia en el teatro, ha vuelto a repetir, lo que quiere decir que estamos haciendo las cosas bien, y sobre todo, que estamos siendo una excepción, para bien, dentro de la Unión Europea, que sigue con los teatros cerrados. Estamos demostrando con nuestro funcionamiento que el público está seguro porque no hemos tenido ningún foco de contagio y esto hay que decirlo así. Es algo que podemos asegurar porque al vender las entradas se cogen los datos de contacto de los espectadores por si se da algún contagio, y por suerte no ha habido ninguno.

En su plan director al frente del CDN uno de sus objetivos es acercar el teatro al público, hacerlo más accesible... ¿cómo lograrlo?

Por un lado creo que es importante hacer un esfuerzo muy grande en comunicación, y en este sentido hemos renovado nuestra página web para convertirla en un sitio atractivo y de fácil acceso. Por otro, pienso que hay que crear y apoyar a la dramaturgia contemporánea con el objetivo de que los dramaturgos y dramaturgas se conviertan en portavoces de la sociedad a la que pertenecen y pongan sobre el escenario los conflictos y las historias que están viviendo en este momento. De este modo el público se encontrará sobre el escenario un lugar de pensamiento, de debate, de reflexión...

A la hora de programar, ¿cómo se busca el equilibrio entre el teatro clásico y contemporáneo?

El teatro tiene un repertorio espectacular de miles de años y hay que ser consciente de cómo se han contado las historias hasta ahora para construir otras nuevas. Es necesario mantener un equilibrio, pero dentro de mi proyecto, apoyar la dramaturgia contemporánea es el objetivo principal.

¿Puede esto ayudar a atraer a los más jóvenes al teatro?

Cuando las personas van al teatro, ya sean jóvenes o adultas, lo que les atrae es que lo que están viendo y escuchando realmente les toque, les llegue y les despierte emociones. Es verdad que con el teatro te arriesgas un poquito más al elegir la función que con los medios audiovisuales, porque en estos tienes referencias. Por ejemplo, si vas a ver una película tienes el tráiler para hacerte una idea, o si es una serie, tienes la opción de ver dos o tres capítulos y después ya decidir. Es menos arriesgado. En el teatro hay que hacer la apuesta de ir. Desde el CDN tenemos para la gente joven lo que llamamos El minuto joven, que está funcionando muy bien y que consiste en que treinta minutos antes de que empiece la función hay una reducción de precio muy grande para los jóvenes. Además, para ellos también las redes sociales son un punto de referencia, porque enseguida comunican lo que les ha gustado y lo que no. Respecto a esto, desde septiembre que abrimos los teatros hemos notado que el público joven ha respondido muy bien y en el CDN estamos bajando bastante la media de edad de los espectadores.

Otro de sus objetivos de trabajo es potenciar la figura del autor teatral, dándole el valor que merece y el apoyo que necesita para la creación de textos nuevos.

Llevamos unos años en los que se está incidiendo en la creación de dramaturgia contemporánea. Es la línea de trabajo que he heredado de Ernesto Caballero y de Gerardo Vera, y mi intención es incidir todavía más. En ese sentido, para mí es muy importante haber arrancado con esta obra de El bar que se tragó a todos los españoles, es decir, que mi primer espectáculo haya sido un texto original mío. Creo que es fundamental como declaración de intenciones.

Se ha convertido en uno de los dramaturgos más queridos y premiados. ¿Una de las claves para conquistar a público y crítica podría ser que muchas de sus historias se basan en experiencias vividas?

No lo sé, simplemente intento hacer buenas historias, historias que me tienen que tocar primero a mí. No aguanto que algo que he escrito me produzca indiferencia, lo rompo inmediatamente, porque si me da igual es que no tiene ningún sentido. Y no solo en el proceso de la escritura, con el resto del trabajo, la puesta en escena y todo lo demás, me ocurre lo mismo. Creo que me voy buscando casi a mí mismo en todo lo que hago, en mi vulnerabilidad.

Gran parte de sus obras están inspiradas en personas de su familia: abuelos, tíos, padres... Lo que requiere tiempo con ellos, conversaciones... ¿Disfruta de esos momentos?

Mucho, siempre me ha encantado escuchar las historias de la familia y también de la gente en general. Me encanta que me cuenten anécdotas y después desarrollarlas con el objetivo de que se conviertan en historias que trasciendan a lo anecdótico. Pero también me gusta dar un gran valor a la anécdota. Es como darle a algo que no parece importante, la atención de lo importante.

Hasta ahora la mayoría de sus fuentes son personas mayores, algunas incluso ya han muerto. ¿Tiene el tiempo en contra?

No. Es cierto que mis abuelos y sus hermanos ya no viven, ni tampoco mi padre, pero creo que lo que me pudieron contar está bien, y lo que se guardaron, pues también.

Precisamente El bar que se tragó a todos los españoles

Me encantaría que la hubiera visto y que estuviera vivo ahora. A lo mejor he necesitado tener 48 años para poder escribirla y darme cuenta de la importancia que tuvo en su vida esa decisión. Un día empecé a pensar sobre este tema, sobre su valentía para decidir dejar el sacerdocio en el año 1963 para marcharse a Estados Unidos en busca de una nueva vida, sin saber inglés ni qué se iba a encontrar. Es un viaje de transformación vital, valentía y esfuerzo por crear una manera diferente de vivir que merecía ser contada. Pero sí, me hubiera encantado que la hubiese visto. Seguro que me hubiera dicho: Pero para qué te pones a contar ahora esto...

La obra ha resultado una sorpresa muy agradable para público y crítica, y la gira ha finalizado en el Teatro Gayarre de Pamplona. ¿Fue en este mismo lugar donde descubrió el teatro de niño?

La primera vez que vi una obra de teatro en realidad fue en el colegio José María Huarte de Pamplona, pero después seguro que aquí, en el Gayarre. No recuerdo cuál fue la primera función que vi, pero me encantaría saberlo.

¿Y cómo recuerda aquel primer contacto con el teatro en su colegio?

Tendría cinco o seis años y recuerdo que la compañía que vino tenía una furgoneta de colores y me parecieron muy hippies. Era una función sobre una manifestación, para lo que usaban muñecos con muchas cabezas, y a mí me parecía maravilloso porque daba la sensación de que había muchísima gente y en realidad solo eran cinco.

Y puestos a recordar, ¿recuerda la primera vez que subió al escenario?

Fue en el instituto Navarro Villoslada, con el taller de Ignacio Aranguren, y recuerdo que me temblaban las piernas del susto que llevaba. Pero antes de que entrara el público hicimos una improvisación y de repente algo se conectó dentro de mí que me hizo darme cuenta de que yo quería hacer eso. Me di cuenta, con mucha seguridad, de que ese era mi sitio. Cuando eres tan chaval no sueles tener esas certezas, porque todavía vives muy dependiente de lo que te dicen los demás, pero en este caso lo tuve claro.

¿En que se ha convertido el teatro para usted?

Es mi profesión, pero sobre todo es la manera que tengo de entender la vida, la manera de dar forma a lo que me pasa, de comunicarme. El teatro es muy importante para mí, y una de las cosas más maravillosas que tiene es que me ha permitido unir todo lo que me gusta. Siempre he sido una persona muy física, me gusta mucho bailar, moverme, hacer deporte, pero también escribir y trabajar con todo lo que tiene que ver con la plástica, y el teatro es un lugar en el que todo eso se compenetra, y además tiene la fuerza de encontrase en directo con el público. Por todo eso, para mí sigue siendo algo así como un refugio en el que diferentes aficiones encajan.

¿Qué proyectos le esperan ahora, tras El bar que se tragó a todos los españoles

Lo próximo será un texto de un autor contemporáneo del que todavía no puedo adelantar mucho, y también he empezado a pensar la próxima obra que voy a escribir.

PERSONAL

Lugar de nacimiento: Pamplona, 1972.

Formación: Estudió Derecho en la Universidad de Navarra y Dirección de Escena en la RESAD. Se subió por primera vez a un escenario con 16 años, en el teatro del Instituto Navarro Villoslada de Pamplona, y desde ese mismo momento tuvo claro que su sitio estaba en las tablas.

Trayectoria: Su trayectoria profesional comenzó hace veinte años con Como los griegos, de Steven Berkoff, y le siguieron títulos destacados como En la luna, Días estupendos, La calma mágica, La ternura y La valentía. También ha dirigido montajes teatrales como Luces de bohemia, La dama boba, Esperando a Godot y El barberillo de Lavapiés, entre otros. Desde enero de 2020 está al frente de la dirección del Centro Dramático Nacional (CDN), y uno de sus principales objetivos es potenciar la dramaturgia contemporánea española. Para dar ejemplo, hace unos meses presentó su propia obra, El bar que se tragó a todos los españoles, cuya gira finalizó hace unos días en Pamplona.

Reconocimientos: Sanzol ha recibido a lo largo de su trayectoria numerosos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Literatura Dramática por su obra La respiración, el XII Premio Valle-Inclán de Teatro por La ternura, y en cinco ocasiones el Premio Max de las Artes Escénicas.