Acaba de estrenar una obra en conmemoración del 500 aniversario de la vuelta al mundo concluida por Elcano. Es una mujer apasionada por el mundo de la cultura en general y atrapada por la música en particular. Su vida se ha proyectado en el universo de la creación y también la docencia.

Tiene entre manos un proyecto muy interesante.

Se estrenó en Bilbao y ha estado en Donostia, Pamplona y Vitoria. Es un encargo de la BOS para conmemorar el quinto centenario de la vuelta al mundo de Elcano. Es una composición para orquesta y se llama La victoria vacía. Cuando me la encargaron llegó la pandemia y empecé a trabajar, pero era incapaz. Fíjate, el trabajo de un compositor es una mesa y la soledad. Tienes un papel en blanco, un lápiz y una goma para borrar. Ese es el hábito, evitas ruidos.

Se supone que la pandemia era silencio, un buen ingrediente para crear.

Pues cuando llegó me conmocionó de tal manera, que era incapaz de trabajar. No encontraba el hilo conductor. No entendía qué estaba pasando, me rebelaba ante la situación. Hasta que entendí lo que había pasado hace 500 años y me di cuenta de una cosa, Elcano había hecho la primera globalización mundial. Dio la vuelta al mundo, intercambió culturas, especias, economía, tecnología€ Pensé en las más de 300 personas que habían salido en aquella aventura y después de un viaje durísimo, quizá el más duro de la historia, volvieron solo 18. Aquella primera globalización tenía un costo en vidas enorme.

Una globalización que vivimos plenamente ahora.

Exactamente. De hecho, la globalización absoluta estaba trayendo consecuencias horribles. Así que sí, Elcano ganó, pero fue una victoria vacía de tantas cosas... Ahora hemos ganado, pero se vacía la victoria que tenemos. Esta reflexión es el motivo del título de esta composición. Dedico la obra a los que se fueron entonces y a los que se están yendo ahora.

Muchos premios en los últimos años.

La verdad. Estoy un poco anonadada. Tampoco es algo que vayas pretendiendo. Es una maravilla, pero no son una finalidad. Mi vida es la música y si le acompañan los premios, encantada.

El premio Príncipe de Viana supongo que será uno de los que más pesa.

Pesan todos los premios, todos los premios ocupan un lugar en la emoción. El Príncipe de Viana emociona mucho porque es un premio que te dan en casa. Siempre he estado muy cerca de él, desde muy joven. En mi casa se apreciaba mucho, quizá porque los personajes que lo obtenían era gente cercana, conocida y muy admirada. Me pasa lo mismo con el premio Eusko Ikaskuntza. Quienes lo tienen también han sido personajes próximos. Nunca imaginas que vas a estar en la misma nómina que ocupan esas personas que has admirado tanto.

¿Recuerda aquel piano que había en el Museo de Navarra cuando usted era una niña?

Claro, claro€ Jamás lo he olvidado, jamás lo olvidaré. Y aún lo tengo localizado, sé dónde está ahora.

Parece que cuando era pequeña no le dejaban acercarse mucho a él. ¿Lo ha tocado alguna vez?

Aquel piano al que no me dejaban acercarme estaba en el salón de actos del Museo de Navarra, y fue maravillosamente recuperado para mí. Cuando fui al Conservatorio a estudiar, me lo encontré en un aula. Era uno de los pianos en los que yo tocaba como alumna. Fue un reencuentro muy emocionante. Ese piano siempre significó mucho para mí, lo mismo que significó ese primer piano que mi padre arregló para mí.

Una vocación muy temprana la suya. A los seis años sentenció que quería dedicarse a la música.

Sí. Pero quizá mi vocación sea esa magia, ese misterio por lo desconocido, por lo inalcanzable, por lo que te gusta, lo que admiras€ Tomé de forma muy temprana una decisión que nunca he cambiado. Miro hacia atrás y fíjate, son más de 60 años con la música a mi lado y eso es otra vida.

Compositora y docente. ¿Qué ha pesado más?

Casi, casi, te diría que son complementarias. La composición es el mundo de la creación, es un mundo individual, es un mundo introspectivo, muy particular y te acoge como individuo. Es un mundo en el que maduras, en el que aprendes€

¿Más rico que la docencia?

No. Muy diferente, la docencia es un ejercicio muy rico. Cuando empecé con la docencia, no era mi preferencia en primera instancia, me di cuenta que me exigía preguntas que a la hora de la creación eran fundamentales, esenciales. La docencia ha reforzado el esfuerzo que había que hacer en los procesos de creación. Además, está el contacto con la gente joven que siempre me ha parecido una maravilla. Es mirarla y ver unos ojos que interrogan, que preguntan; eso no tiene precio. Tanto con la creación como con lo docencia he tenido siempre un compromiso alto.

Hubo en tiempo en el que a las niñas se les empujaba a la música, mucho más que a los niños. Parecía bonito que la niña tocara el piano. Muchas mujeres hoy recuerdan como una tortura esas clases de música, las de solfeo en especial. ¿Fue su caso?

Nunca. Fui yo la que reclamé las clases de música y para mí era un verdadero placer.

¡Qué suerte!

Lo que ocurría con las niñas y la música es que siempre se ha considerado que para ellas era un adorno, un adorno feliz. En casa están felices. Pero cuando te quieres profesionalizar las cosas cambian y te dicen: Pero ¿a dónde vas tú? Es verdad que cuando a los niños se les impone la música resulta complicado, hay que hacerla con gusto. Hoy en día, las técnicas y las tácticas en el aprendizaje de la música van cambiando.

¿Es menos tortura?

No sé qué decirte. A los niños se les pone una flauta en las manos que tienen que tocar. No sé qué relación tiene esto con el aprendizaje de la música. Espero que vaya cambiando esta situación. Lo que no tenemos que hacer en las enseñanzas medias y superiores es intentar hacer músicos. Los músicos se hacen en el conservatorio.

¿Entonces?

Lo que tenemos que hacer es educar públicos y al público no se le educa tocando una flauta.

¿Estaban felices en su casa con su dedicación a la música?

Al principio estaban encantados. La nena tocaba el piano, calcula. Venían las visitas y lo de siempre: Toca, toca. A mí me ponía enferma, era horrible. Era lo único que no me gustaba de la música. Llegaba alguien y yo tenía que tocar para que los de fuera vieran lo bien que tocaba la nena. Era horrible. Se enfadaron cuando a los catorce o quince años dije: Hasta aquí, solo música. Tuve que pactar con mi padre hacer unos estudios paralelos para cómo decía él: Te defiendas en la vida.

¿Qué hizo?

Cumplí el pacto con mi padre, me fui a la Escuela Mercantil de Bilbao y me examinaba por libre. Cuando acabé estos estudios se tuvieron que resignar, había que cumplir el pacto.

¿Un mundo difícil para las mujeres?

Por eso en mi casa había tanta prevención. La profesionalización de las niñas en el mundo de la música fue muy poco a poco. Afortunadamente, en el caso de las instrumentalistas se ha ido normalizando, aunque no se ha llegado al 50%. Recientemente, la Asociación de Mujeres en la Música ha hecho un estudio en el que se señala que aún no es un mundo laboral proporcionado. La profesionalización en la docencia abunda, pero fuera de ella está muy complicado, todavía no se ha normalizado.

Los políticos solo hablan de cultura en campaña electoral. ¿Cree que el apoyo es escaso?

Desgraciadamente sí. La cultura es parte de los flecos en las negaciones políticas en demasiadas ocasiones. No hay una alerta ante la importancia de la cultura. Ocurre porque estamos en una sociedad que cada vez más confunde cultura con entretenimiento. Ante la comercialización inconmensurable, va ganando aquello que significa comercio y la cultura se va quedando un poco relegada. También es fiel reflejo de lo que pasa en los estudios, ha desaparecido la Filosofía.

Además de música clásica, ¿qué más estilos le gustan?

Música solo hay de dos tipos, la buena y la mala. A mí me gusta toda la música buena. Hay música popular extraordinaria, hay instrumentos dentro del folklore maravillosos. También es muy interesante la música pop, me entusiasma el tango€ A mí la música me gusta toda, la aprecio, la vivo, la siento. Pero la música mala me aburre profundamente.

¿Iría a un concierto de heavy metal?

Difícilmente y por una razón. Una vez fui a una discoteca, entré y no lo pude soportar. Pero no por la música que había, sino por el ruido, por la cantidad de decibelios. Era tan severo el castigo que yo recibía en mis oídos que no lo pude soportar y me fui. Me gustaría ir a un concierto de heavy metal porque sociológicamente me parece interesantísimo, pero entiendo que los decibelios me van a impedir quedarme.

Lleva tiempo fuera de Pamplona, aunque va y viene a su ciudad de nacimiento. ¿Qué es para usted?

Mi raíz, el lugar de comodidad. Es un lugar por el que paseo y me hace lagrimear. Cuando vengo, me escapo sola a pasear y me acerco a la que fue mi casa, a lo que son mis lugares de referencia.

¿Hay algún lugar en el que siente que es el punto de unión con la ciudad?

Quizá el Museo de Navarra. Allí viví toda mi infancia y toda mi juventud hasta que me fui de casa. Mi padre era el conserje y teníamos vivienda allí. Era un lugar especial. Culturalmente era muy potente. Había restauradores, músicos, se hacían conciertos, exposiciones temporales, había una biblioteca... Siempre pasaba algo y siempre había gente interesante. Por otro lado, también ese el punto de donde parte el encierro, por allí pasaban la dianas y recuerdo que mi madre ponía en la puerta chocolate con churros para todo el que pasara por allá. Eran aquellos Sanfermines de pueblo, donde éramos tan pocos... Todo aquello ocurría cuando Hemingway aún no había hecho de las suyas.

¿No le gustan los Sanfermines de ahora?

Ahora es una fiesta loca fuera de la esencia del alma de lo que era. Creo que Hemingway no la entendió. Pero esa es otra historia. Sigo recordando todo lo que viví cuando era mucho más joven. Allí vi hacer películas y conocí a personajes increíbles. Pude disfrutar mis juegos de niña entre lo que allí había, como aquella iglesia que no estaba sacralizada. Lo que ahora es el paseo de Ronda era parte entonces del museo y era nuestro parque de juegos. Alrededor del Museo hay muchas cosas que han formado parte de mi vida y que, seguramente, forman parte de mi manera de ser. Allí viví, allí aprendí, allí me casé.

PERSONAL

Edad: 71 años (12 de abril de 1951).

Lugar de nacimiento: Pamplona.

Formación: Estudió en la Escuela Mercantil de Bilbao. En cuanto a la música, se formó en el Conservatorio Pablo Sarasate de Pamplona.

Trayectoria: Fue cofundadora en 1985 del Grupo de Compositores de Pamplona Iruñeako Taldea Musikagilleak. En 1990 obtuvo por oposición la cátedra de Composición, Instrumentación y Formas Musicales, cargo que ejerce actualmente en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Como docente, dirige trabajos doctorales en colaboración con distintas universidades, e imparte con regularidad cursos y conferencias. También colabora como jurado en premios y concursos nacionales e internacionales de composición e interpretación. Ha sido miembro del Consejo Estatal de las Artes Escénicas y de la Música, y del Consejo Artístico de la Música. También ha formado parte del Consejo Navarro de Cultura y es miembro electo de número de Jakiunde, la Academia de las Ciencias, las Artes y las Letras del País Vasco, Navarra y Aquitania.

Reconocimientos: Es ganadora de varios premios de composición e interpretación. En 2011fue condecorada por el Ministerio de Asuntos Exteriores, a propuesta del Ministerio de Cultura, con la Encomienda de la Orden del Mérito Civil. En 2017, el Ministerio de Educación Cultura y Deporte le concedió el Premio Nacional de la Música en la modalidad de composición. También ha sido galardonada con el premio Príncipe de Viana y este año ha recibido el Eusko Ikaskuntza.