El libro, de plena vigencia, recoge el análisis riguroso de los expertos y el testimonio de quien estuvo en primera línea durante los peores días de la pandemia. Una obra que, dicen, la ciudadanía, y en particular, los sanitarios merecen en este momento. "Probablemente no se podrá narrar de forma totalmente adecuada lo que pasó en 2020 con la pandemia hasta mediados-finales de este año 2022, fecha también hasta la que tendremos que seguir manteniendo las medidas de seguridad frente al virus", sentencian.

"Nada volverá a ser como antes", sentencian los hermanos Martínez-González. Entre diciembre de 2019 y mayo de 2020, el Covid-19 se extendió de forma imparable, como un incendio, por todo el planeta. Pero la velocidad de propagación varió de unos países a otros. "España ostentó demasiadas veces el bochornoso título de ser el país más afectado del mundo y donde peor se gestionaba la pandemia", dicen.

En opinión de estos especialistas, casi siempre primaron los intereses políticos sobre la ciencia, "y al final la sanidad acabó en llamas. Precisamente por eso la sociedad merece conocer un análisis riguroso y cercano sobre cómo se ha afrontado la estrategia contra el Covid-19 en España".

La sanidad en llamas es, pues, un libro crítico, donde se habla de desconcierto, incredulidad, saturación, extenuantes horas de trabajo e impotencia. "No vale invocar el mal de muchos como escudo de la propia negligencia o la ignorancia", e independientemente de las posibles simpatías políticas, "hay que decir las verdades, sin pelos en la lengua y con valentía", sostiene el internista Julio Martínez-González al tiempo que reconoce que es mucho más eficaz hacer hincapié en la prevención que luego curar la enfermedad.

En esta misma línea, su hermano epidemiólogo reivindica el derecho de la población a conocer, dentro de la gran incertidumbre existente, lo que realmente ha sucedido y por qué ha ocurrido. "También nos ayudará saber qué se debe hacer para seguir protegiéndonos de ahora en adelante. La primera pregunta es por qué no se vio venir antes toda esta catástrofe", advierte Miguel Ángel, catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra y desde junio de 2016 también catedrático visitante de Harvard.

El lobo acabó viniendo

Desde el año 2000 la del Covid-19 ha sido la séptima alerta por sospecha de una epidemia universal. Antes estuvieron el SARS, el Mers, la gripe A, el ébola, etc., "pero para los gestores sanitarios nunca pasa nada. El pequeño pastor avisaba falsamente todas las mañanas de que venía el lobo y ya nadie lo creía, y al final el lobo acabo viniendo", recuerdan los expertos.

En 'La sanidad en llamas' subrayan que los epidemiólogos no son profetas ni hijos de profetas, "y este pequeño virus llegado de China nos ha desconcertado y ha llevado a muchísimos epidemiólogos ilustres a cometer errores groseros en sus apreciaciones, dejando al descubierto la inevitable insolvencia y fragilidad de la inteligencia y la capacidad humanas".

A juicio de ambos, los técnicos que intervienen como asesores científicos tienen una capacidad de maniobra bastante limitada, porque las decisiones no dependen de ellos, sino que se toman según otros muchos criterios. "Lógicamente, los epidemiólogos pueden tener opiniones políticas, como cualquier persona, y sin embargo deben callarlas y guardarlas en su interior. Lo suyo es ser científicos, no políticos; se deben dedicar a la ciencia de los datos, aislarse y dejar la política absolutamente al margen", señalan.

Pero, ¿por qué se llegó tan tarde? "El principio básico para controlar un fuego es apagarlo en sus inicios. Hay que ser veloces para llegar a tiempo y apagar los incendios antes de que tomen más cuerpo, pero las motivaciones políticas pesaron más que los intereses de la salud pública", insisten señalando a los especialistas.

Se refieren a estrategias que sí funcionan y que no se utilizaron, como asegurar que todos los casos fueran identificados, controlados y aislados cuanto antes, al igual que sus contactos próximos. "Es lo que hicieron en Singapur, Hong Kong, Japón y, sobre todo, se cumplió muy bien en Taiwán. Cuando se toman estas medidas el incendio se controla y el bosque no se quema".

A su juicio, se tendría que haber identificado a tantos infectados como fuese posible, y al menos a entre el 70 y el 90% de sus contactos. "Si se hubiera hecho todo esto rápidamente podría haber resultado suficiente para controlar la epidemia, aunque para ello hubiese sido necesario tener preparados de antemano, o ser capaces de montar con rapidez, un auténtico ejército de rastreadores, sanitarios o no, para el control de los contactos", explican.

Sobre la sanidad pública

"Sin justicia social, no hay salud pública", sentencia el internista, tras relatar los malos momentos que vivió en las Urgencias del Hospital de Málaga en los primeros meses duros de la pandemia. "Y sin derechos humanos no hay dónde basar la justicia social. No se puede caer en la globalización de la indiferencia ni en la cultura del descarte", recalca Julio.

En 'La sanidad en llamas', los autores no se arrugan al señalar que "la verdad es que la situación en España no es que llegase a ser mala, sino que se situó como la peor del mundo. Todo el que lea el libro tendrá amigos y conocidos que han muerto o han sido y siguen gravemente afectados. Ha habido mucho dolor y mucha muerte".

Consideran ambos expertos que las decisiones que se han tomado no han dependido ni solo ni principalmente de criterios epidemiológicos, sino que "hay otros muchos".

También llaman la atención sobre la ausencia de ideas claras y sobre una falsa imagen de control. "Si se hubiese evitado la triple C (cerrados, concurridos, cercanos) en el pasado verano en España (con su ocio nocturno typical Spanish) no se hubieran producido los rebrotes vividos, o al menos no hubieran sido tan masivos. Si tras el confinamiento se hubiese sido más atrevido y explícito para destapar todas las intimidades de muchas de las tragedias sucedidas, probablemente no habrían ocurrido tantas imprudencias después", concluyen ahora.

Más datos

  • Médicos expuestos. Según el propio Ministerio de Sanidad, España, con más de cien mil pro- fesionales sanitarios infectados en 2020, es uno de los países del mundo donde el coronavirus más intensamente dañó, y lo sigue haciendo entre las profesiones biomédicas. "No se han sentido protegidos y se han expuesto repetidamente. Cuando empezaron a hacerse los test ya era tar- de", dicen los autores del libro.
  • Vacunarse sí, pero no solo. Estos expertos hacen hincapié en que las vacunas no son la solución de todo. "Quien se cree ya invulnerable tiende a arriesgarse más. Esto puede suceder a nivel poblacional cuando un porcentaje elevado de los ciuda- danos empieza a relajarse al oír que con tener ya disponibles las vacunas se va a solucionar todo, casi como por arte de magia, pero hay que seguir teniendo mucho cuidado. Muchísimo".
  • Más virus. "La abundancia de viajes, la capacidad de recorrer el planeta de punta a punta y dar la vuelta al mundo en pocas horas, el cambio climático, la inherente capacidad de los virus para mutar, la abundancia de mascotas y animales domésticos o el hacinamiento de la población en grandes ciudades con conti- nuas aglomeraciones son facto- res altamente inquietantes", dicen. No quieren ser negativos, pero "la posibilidad de que sur- jan epidemias de nuevas infec- ciones humanas masivas de este virus -como ha ocurrido con ómicron-, o por otros virus o agentes incluso peores, no se pueden ni mucho menos descar- tar". Hay que asumir que algo como lo que está ocurriendo va a volver a pasar en los próximos diez años. "No es ciencia ficción ni una novela distópica; las con- diciones están ahí", recalcan.