El día que Amaia fue al médico contándole que sentía palpitaciones y le faltaba el aire para respirar, el doctor le auscultó, le dijo que tenía un cuadro de ansiedad y le recetó diazepam. No es raro. El consumo de psicofármacos, píldoras para los nervios, tranquilizantes, ansiolíticos, pastillas para dormir, hipnóticos, y antidepresivos, prácticamente se ha triplicado en veinte años.

Más de 2,5 millones de personas toman psicofármacos a diario en España. En 2021, la venta de antidepresivos y ansiolíticos creció un 6 y un 4% respectivamente. Y el último informe de la Junta Internacional de Estupefacientes sitúa a España, por segundo año consecutivo, a la cabeza internacional en el consumo de estos medicamentos.

Ser mujer también es un factor de riesgo ya que por cada hombre con ansiedad o depresión hay dos féminas que la sufren. Lo corrobora un estudio encargado por Emakunde que revela que hay diferencias a la hora de tratar los problemas psiquiátricos de ellos y ellas, ya que se prescriben más antidepresivos a las pacientes y se piden para ellas menos pruebas diagnósticas.

EN CORTO

99 millones

de cajas. Mas de dos millones y medio de españoles toman psicofármacos a diario. Durante los diez primeros meses de 2021 se vendieron 99 millones de cajas de ansiolíticos y antidepresivos, según Sanidad. De tranquilizantes, se expendieron otros 85 millones de envases.

Más mujeres

el doble. Las féminas mayores de 50 años conforman el usuario tipo de psicofármacos. De hecho, por cada hombre que sufre ansiedad o depresión (el 4% en el país), hay dos mujeres que la sufren (más de 9%).

Adictivas

Las Benzodiacepinas. Dentro de los medicamentos ansiolíticos se encuentran las benzodiacepinas, las que más adicción crean. Cuatro de cada diez pastillas ansiolíticas tomadas en España son lorazepam, uno de los fármacos más conocidos junto con el alprazolam o el diazepam.

A base de pastillazos

Ataques de pánico, tristeza, ansiedad, dificultades para dormir... todo se soluciona con un pastillazo. La vida corriente se ha medicalizado y eso se traduce en que solo en 2021, los médicos recetaron 54 millones de cajas de ansiolíticos y 45,1 millones de antidepresivos. Aunque la medicación debería ser el último recurso, generalmente es el primero que se utiliza. Y además, se usa durante mucho más tiempo del recomendado, y llega a prescribirse años, cuando no está indicado más que para unos cuántos meses.

Para el doctor, Jesús Sánchez Martos, autor de Más vale prevenir que Curar, estamos enganchados a los ansiolíticos. “Cada vez más como consecuencia del confinamiento de los tres primeros meses de la pandemia, pero también por el continuo estrés. Recordemos que los ansiolíticos son medicamentos que tienen dos propiedades: producen una clara dependencia, además de tolerancia, lo que significa que cada vez se necesita más dosis para conseguir el mismo efecto”, explica.

Este secreto a voces lo confirma la Organización Mundial de la Salud, que asegura que “el uso de psicofármacos para tratar la depresión ha experimentado un preocupante aumento en los últimos años”. Una gran cantidad de ellos además se consiguen de manera ilícita, pero también bajo prescripción médica.

Crisis de los opioides El problema es de tal magnitud que pudiera ser comparable a la crisis de opioides que vive EE.UU. “En España, y en Europa en general, el problema lo tenemos con el abuso de las benzodiacepinas, que acarrean importantes problemas de dependencia y cierta morbilidad, pero no tanto de mortalidad”, señala Guillermo Lahera, miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEP), quitando hierro al asunto.

Sin embargo, el problema es mucho más grave para James Davies, profesor de psicoterapia de la Universidad de Roehampton. “El problema es que la gente está tomando grandes cantidades de medicamentos. E, insisto, los datos dicen que algunos obtendrán beneficios de ello, pero a muchas personas les dañarán”.

Porque para la psiquiatra del Hospital Ramón y Cajal y especialista en adicciones, Enriqueta Ochoa (especialista en adicciones), “los efectos secundarios que tienen los ansiolíticos o antidepresivos son interminables, aunque el impacto varía según la persona y la dosis recetada”.

Los expertos corroboran que los momentos de crisis tienen un impacto directo en el aumento de casos de ansiedad, depresión y similares y, por ende, en el aumento del uso de estos fármacos. Pero lanzan un aviso a navegantes, “no es raro que la ciudadanía piense que es un fármaco que puede formar parte del botiquín y esto no es aceptable”. El confinamiento pudo ser el detonante de muchos episodios de insomnio, de mucha angustia y un sinfín de incertidumbres, pero ahora los trastornos han llegado para quedarse y, lamentablemente, las pastillas también.

Los ‘daños colaterales’

Crear un síndrome de abstinencia

Generan dependencia y adicción. Ningún medicamento es inocuo y menos aún lo son los psicofármacos que pueden llegar a provocar síndrome de abstinencia al tratarse de fármacos diseñados para deprimir la actividad del sistema nervioso central. El aumento considerable de su consumo en los últimos 25 años ha favorecido la dependencia y adicción fundamentalmente de benzodiacepinas e hipnóticos como alprazolam, lorazepam, lormetazepam y zolpiden, los más conocidos. También es muy negativo el abuso de los ansiolíticos porque, al igual que los opioides, estimulan centros del placer haciendo que los mismos puedan generar dependencia o adicción.